Arte
El arte de Córdoba también se subasta
Julio Romero de Torres y Antonio del Castillo son los cordobeses que más brillan en las pujas
Pocas circunstancias hay más cinematográficas en el arte que una subasta , quizá por la intriga tan «hitchoniana» que siempre supone una puja y que con tan buena mano utilizó el maestro del suspense en la clásica «Con la muerte en los talones» . También pocos lugares hay donde lo espiritual que se supone que tiene la creación se vuelva más prosaico. Intrigante o materialista, lo cierto es que estar arriba en las subastas supone un plus . En el caso de que el artista haya fallecido, una forma de seguir vivo a pesar del riguroso olvido que casi siempre acompaña a la muerte.
El arte cordobés tiene su lógica presencia en este mercado. Modesta presencia, se podría decir, aunque con momentos brillantes . Reina ahí Julio Romero de Torres (1874-1930), que en la primera década de este siglo protagonizó subastas muy animadas . A su altura en este campo, aunque a distancia, sólo se observa al maestro Antonio del Castillo (1616-1688) , que en los últimos años ha gozado de una revalorización. Contemporáneos como Equipo 57 y Pepe Espaliú también se van haciendo un hueco en un mundo donde el nombre de los artistas se convierte en una especie de marca comercial que cotiza como si de la Bolsa se tratase.
El auge de Romero de Torres en las subastas coincidió con los años del boom económico . Aquellos locos 2006 o 2007, años de ladrillo y Vega Sicilia. Una época en la que la venta de arte en España alcanzó cifras que aún hoy no se han podido igualar. Fue entonces cuando se logró el récord aún no superado de la pintura cordobesa. Los casi 1,2 millones que, en noviembre de 2007, se pagaron en Sotheby’s por «Fuensanta» , un lienzo desaparecido durante décadas pero conocido por los españoles ya que había ilustrado los clásicos billetes de cien pesetas entre 1953 y 1978. Fue la cima de Romero de Torres, aunque había ido escalando en las pujas en los años precedentes con lienzos como «La consagración de la copla» y «Rivalidad» , que compró Prasa por más de 800.000 euros cada una , o «La Gracia» que Rafael Gómez adquirió por 673.000 . Siguen saliendo con regularidad a subasta cuadros del pintor, pero no son obras de tanta importancia como las citadas. Lo último en subastarse fueron varios retratos femeninos que oscilan entre 25.000 y 120.000 euros .
Caso singular, no de declive en tiempos de crisis sino de inflación, ha sido por contra el que han vivido las obras de Antonio del Castillo , quizá por la visibilidad que supuso la celebración de su cuarto centenario en 2016. Fue poco antes de esos fastos, en octubre de 2015, cuando un díptico suyo de San Acisclo y Santa Victoria salió a subasta y alcanzó la cifra top para este pintor de 150.000 euros. También un Rey David y un Ecce Homo de Del Castillo han salido a puja a lo largo de los últimos años en salas españolas como Alcalá o Fernando Durán, pero con precios «más módicos» de 10.000 y 22.000 euros . Este maestro del arte barroco se ha convertido en cualquier caso en un habitual del mercado.
De los clásicos cordobeses también hay presencia en las salas de subastas de otros artistas, como es el caso del bujalanceño Antonio Acisclo Palomino (1655-1726), cuyo lienzo dedicado a Santa Rosalía de Palermo salió a la venta en 2017 en la Sala Retiro por un precio de 9.000 euros . Cifras estimables ha alcanzado a su vez un pintor mucho más cercano en el tiempo como Tomás Muñoz Lucena (1860-1943) , coetáneo de Julio Romero y del que se subastó hace no mucho en Fernando Durán por 17.500 euros un lienzo pintado en 1880 y en el que se representaba el cerco de Numancia.
Rafael Romero Barros, padre de Julio Romero , es otra de las presencias habituales con lienzos que suelen situarse en torno a los 4.000 euros. Y relativamente accesibles son los retratos de pintores del siglo XX como el villarense Pedro Bueno (1910-1993) o el miembro de Cántico Miguel del Moral (1917-1998) , cuyas obras más recientes en subasta han fluctuado entre los 1.000 y los 3.000 euros . Otra posibilidad es llevarse a casa alguno de los ángeles pintados a acuarela de Ginés Liébana (1923) o alguna pieza escultórica de Mateo Inurria (1867-1924) , como un busto en bronce del ministro cordobés de la monarquía alfonsina Antonio Barroso que salió a la venta por 2.500 euros en la sala Ansorena.
El arte abstracto también tiene presencia. Especialmente el ya citado Equipo 57 , cuyas obras son habituales en salas de media Europa . En países como Italia, Suiza o Francia . Y también en Dinamarca , donde se alcanzaron 52.686 dolares en la puja que la galería Brum Rasmussen realizó por «Composición» . Pepe Espaliú (1955-1993) aparece finalmente como el más reciente de los creadores cordobeses que comparecen en la subastas, a veces con óleos y también con algunas instalaciones que suelen situarse entre los 4.000 y los 8.000 euros .
Hacerse con obra de alguno de estos consagrados no está al alcance de cualquier economía familiar, pero sí que se presenta como una opción inversora bastante fiable . El arte cordobés tiene su mercado y ahí están las salas de subastas para quien quiera intentarlo. La intriga de la puja , que no deja de ser una montería pero a cubierto y sin rifle, está garantizada para el que le gusten este tipo de emociones. Unas citas repletas de suspense -¿quién da más?- en las que el capitalismo y el arte danzan juntos con innegable «glamour».