Perdonen las molestias

Un año rarito

Mordemos cuando nos encierran y ladramos cuando nos sacan

Una calle comercial llena de gente tras la ampliación del horario de apertura de tiendas ÁLVARO CARMONA
Aristóteles Moreno

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LA cuadratura del círculo de estas Navidades consiste en estrechar el confinamiento todo lo posible para minimizar los contagios y relajarlo todo lo aconsejable para no estrangular la economía. En términos matemáticos, es una ecuación de alta precisión que se mide en decimales. En términos de comportamiento humano, es un laberinto de tres pares de narices.

Pongamos por caso el pifostio que se ha originado, al parecer, en las Tendillas el pasado fin de semana. Las autoridades sanitarias habían aflojado las restricciones en estos días tan señalados para que los allegados se den la paz fraternal y los comerciantes puedan hacer caja (mayormente). Y, claro, nuestros queridos vecinos y vecinas lo han celebrado bailando villancicos en medio de la plaza como si nos hubiéramos metido en la final de la Eurocopa .

El vídeo ha dado la vuelta a España de telediario en telediario como en el paleolítico un mono podía atravesar la península sin bajarse del árbol. Y algunos han aprovechado la ocasión para buscar concejales (y concejalas) entre la verbena navideña y colocarlos en el patíbulo público, que es, como ustedes saben, otra tradición hispana por los siglos de los siglos.

A estas horas, las amenazas de querellas vuelan de una bancada a otra en el bloque del gobierno municipal como si estuviéramos a punto de sumergirnos en la estación del amor al prójimo y el buen rollito. Es lo que tiene la Navidad en los años de pandemia, confinamiento y desescalada.

2020 es un año rarito. Admitámoslo. Mordemos cuando nos encierran y ladramos cuando nos sacan. Buscando ese punto imposible de equilibrio que conjugue el rigor sanitario con la urgencia de reactivar la economía, acabamos pariendo extrañas criaturas que no son ni chicha ni limoná y nos recuerdan al hombre bombilla y a la mujer barbuda de las atracciones de feria.

De otra manera, es difícil entender, por ejemplo, esas dos horas tontas que obligan a los bares a cerrar entre las seis de la tarde y las ocho de la noche. Una medida a caballo entre el salga usted, pero poco; consuma, pero quédese en casa; cante villancicos , pero con la boca callada.

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