Perdonen las molestias
La Paquera
Sara Muñoz Caballero nació un 10 de abril de 1939 atrapada en el cuerpo de Antonio
SARA Muñoz Caballero nació un 10 de abril de 1939 atrapada en el cuerpo de Antonio . Muchos años después radiografiaría con la simpleza esquemática de un pintor rupestre la naturaleza de su identidad. Dijo exactamente esto: «Soy maricón de nacimiento, que no de vicio». En su DNI , sin embargo, nunca pudo plasmar el verdadero ser que llevaba dentro. La Ley de Vagos y Maleantes , primero, y la cicatería del marco democrático, después, la dejaron suspendida en un punto ingrávido del universo jurídico al modo en que los apátridas vagan sin rumbo por el planeta .
Sara Muñoz nació atrapada en el cuerpo de Antonio . De acuerdo. Pero también en la sinrazón de un mundo salvajemente hostil. Ni su propio padre, atrapado a su vez en la vileza de una cultura despiadada, tuvo compasión de ella. Nacer en un molde distinto es un pecado mortal que se paga a un alto precio. Fue violada, apaleada, encarcelada, denigrada, perseguida y hostigada hasta el día de su muerte, un 6 de abril de 1995.
Para sobrevivir, se agarró a su personaje, La Paquera de Córdoba, como un náufrago se aferra a un madero en medio de un temporal de invierno. Sara demostró una capacidad de resiliencia ante la adversidad que ya quisieran para sí los tercios del Gran Capitán. Contra el odio, tejió un traje de colores que exhibía como un pavo real en los carnavales de la calle Montero.
No fueron tiempos fáciles. Eran los años de plomo y de la Ley de Vagos y Maleantes. ¿Se acuerdan? Y Sara Muñoz Caballero figuraba en los archivos de la brigada político social bajo el epígrafe de «sospechosos habituales» . Una travesti entonces era sospechosa desde que su madre la trajo al mundo en el cuerpo equivocado.
Fue cuando encontró refugio en el Círculo Cultural Juan XXIII al amparo del Frente de Liberación Homosexual . Años después lo explicaría con su sencillez rupestre de pintora de brocha gorda: «A ver si los que tenían estudios nos quitan la Ley de Vagos y Maleantes ». Los que tenían estudios, en efecto, acabaron liquidando aquella ley infame.
Lo que Sara Muñoz Caballe ro no hubiera imaginado, quizás, es que algunas de aquellas que la libraron del oprobio entonces se hubieran empecinado hoy en aprisionarla bajo el nombre de Antonio que nunca llevó dentro.