Perdonen las molestias
Lo que no está escrito
Hay una victoria aplastante del negacionismo de género que hasta antes de ayer creíamos sencillamente imposible
EL cartel que acaba de levantar una tempestad en un vaso de agua dice exactamente lo siguiente: «De mayor no quiero ser como mi papá maltratador». Y es lógico que un niño no quiera (ni deba) construir su personalidad a imagen y semejanza de un señor que somete a su mamá a palos. Los creadores de la campaña han utilizado una idea vertebral de la educación para darle la vuelta como a un calcetín y hacernos ver que no todos los modelos masculinos son recomendables para un niño. Ni siquiera en el caso extremo de que el arquetipo del que hablamos sea papá.
Es cierto que la palabra «maltratador» no aparece en la frase de forma explícita. Pero no es necesario. El lenguaje publicitario juega con sobreentendidos y articula sus mensajes en el universo de la metáfora, el simbolismo y el razonamiento indirecto. Es su razón de ser. En caso contrario, no estaríamos hablando de comunicación publicitaria sino de cualquier otra cosa.
En el cartel se ve claramente que mamá está triste y llorando porque papá no la trata como se merece cualquier ser humano. Más abajo, hay un letrero que dice «Contra la violencia de género». Y, a su derecha, se recuerda que el 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres . Deducir que la campaña pone en la diana a todos los padres por el mero hecho de ser padres es un acto de voluntarismo difícilmente explicable.
Para llegar a esa conclusión hay que ponerse las gafas del negacionismo de Vox . Esas que nos hacen ver que la violencia no tiene género y que las abrumadoras estadísticas que pintan un desolador paisaje de mujeres asesinadas, violadas y humilladas es un burdo espejismo urdido por el pérfido feminismo. En ese escenario, reprobar a los maltratadores es, en el fondo, una manera de estigmatizar a los hombres y socavar los cimientos de la familia natural de toda la vida.
Con las gafas de marras, resulta indiferente que en el cartel aparezca papá maltratador con todas las letras o de forma tácita. Lo que se ve es una victoria aplastante del negacionismo de género que hasta antes de ayer creíamos sencillamente imposible.
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