Peronen las molestias
Infierno
La Agencia Española de Meteorología certificó la temperatura más alta en Córdoba: 47,4 grados
El infierno, por lo visto, es un horno incandescente con epicentro en la estación meteorológica de Montoro -Vega de Armijo. En ese punto geográfico del Valle del Guadalquivir, a 45,5 kilómetros de Córdoba, el gazpacho se evapora y los flamenquines alcanzan el punto de ebullición . Ningún ser vivo es capaz de sobrevivir a las tres de la tarde soplándose un vermú bajo el fuego inclemente del sur.
Desconocemos la razón por la que Lucifer ha instalado aquí la caldera del averno, pero lo cierto es que el sábado pasado la Agencia Estatal de Meteorología certificó 47,4 grados centígrados , la temperatura más alta jamás registrada en la historia de España. Y España, como todo el mundo sabe, es la reserva espiritual de Occidente. O sea. Si se trata de un castigo para purgar nuestros imperdonables pecados, que son muchos y libidinosos, casi preferimos que nos arranquen la piel con unas tenazas. Duele menos.
El demonio podría haber ubicado el infierno en cualquier otro lugar. Qué se yo. Benidorm, por ejemplo. O la Manga del Mar Menor. Al fin y al cabo, el urbanismo salvaje ya ha reducido a escombros aquellos dos paraísos que fueron creados en el pleistoceno para descanso de la tercera edad. Pero no. El maligno ha preferido establecer el fuego eterno en Córdoba capital y alrededores, en virtud de un criterio que hoy día es otro de los grandes misterios indescifrables de la creación.
Aunque busquemos el lado bueno. Por fin, encabezamos un ránking. El del calor infernal. En todos los demás registros, estamos en la cola. En el ránking del empleo, del desarrollo económico, de las pernoctaciones turísticas, de la zona verde por habitante, de la renta per cápita, de la matriculación de vehículos, de kilómetros de carril bici, de bibliotecas por metro cuadrado y etcétera, etcétera, etcétera. En el de la temperatura satánica, en cambio, somos campeones del mundo , o lo que queda del mundo, según vamos viendo en estos días apocalípticos.
Hay quien cree que estamos ante indicios inequívocos del calentamiento global del planeta . Paparruchas. No les confundan. Es la boca del infierno, en cuyo interior se calcina a fuego lento la estupidez humana.
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