Perdonen las molestias
Censuran, luego cabalgamos
Pablo M. Díaz renunció en 2004 a un confortable empleo como redactor de provincias y hoy es un gigante del periodismo internacional
Un día de 2004 nuestro admirado Pablo M. Díez recogió su libreta, apagó su ordenador y dijo adiós a un confortable empleo de redactor de provincias en aquel proyecto embrionario llamado ABC Córdoba. Luego cogió un avión y se plantó en Pekín para contemplar en primera línea los movimientos tectónicos que la geopolítica planetaria está experimentando día a día en un mundo que ya no es el mismo. En estos 17 años, aquel jovencito audaz se ha erigido en un gigante del periodismo internacional, conocedor como pocos de los entresijos de un régimen estrafalario, a caballo entre el capitalismo salvaje y e l autoritarismo comunista .
Hace tres días, el Gobierno liberticida de Pekín ha bloqueado la web de ABC por un reportaje firmado de puño y letra de nuestro querido colega cordobés. El artículo, titulado «En China puede desaparecer cualquiera» , denuncia el secuestro de la tenista Peng Shuai, volatilizada del espacio público por obra y gracia de las autoridades chinas tras denunciar un presunto caso de abuso sexual por parte de un antiguo viceprimer ministro.
En China , la realidad que ven los ciudadanos es un decorado manufacturado en algún departamento del comité central. Todo lo que queda fuera es convenientemente recortado, fulminado y evaporado para que los operarios puedan seguir produciendo en la gran fábrica del planeta sin perturbaciones incómodas. Los disidentes desaparecen, las redes sociales se cortocircuitan y los periódicos molestos se desintegran como por arte de magia en internet.
La censura es un síntoma de salud informativa. La señal inequívoca de que el periodista ha tocado hueso. Es decir: de que está haciendo lo que debe de hacer. En China y en Albacete . Si no toca hueso, es que el reportero está elaborando una sustancia parecida al periodismo pero que no es periodismo. Desde ese prisma, nuestro estimado colega en Asia está produciendo periodismo de unos cuantos quilates. De ese tipo de periodismo que está hermanado con el servicio público y que tiene una alta capacidad transformadora allí donde la luz enciende la oscuridad. Es ahí, y solo ahí, donde el periodismo cobra todo sentido.
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