VERSO SUELTO
Árboles de piedra
Juan Polo expresó la vocación de de eternidad de la escultura; el retrato de momentos que pasaron y dejó en soporte permanente
Pocas artes representan mejor que la escultura el anhelo humano de la inmortalidad y la permanencia. Muchos libros, sólo algunos de los que lo merecen y un porcentaje casi insignificante de los que se publican, terminan grabándose en la memoria y salen de vez en cuando de los anaqueles de las bibliotecas en que llevan desde hace siglos para deleitar de gozo a corazones nuevos que no dejan de descubrirlos. Casi todos acaban cogiendo polvo sin que nadie los recuerde cuando haya pasado de moda el género para el que se escribieron; van de los escaparates a los almacenes y acabarán batiéndose para que en el papel se impriman otras obras con la esperanza de que sobrevivan.
Los cuadros son en realidad objetos de interior, frágiles como la tela en que están representados. La música puede renacer cada vez que haya ánimos capaces de leer lo que está escrito en las partituras y de llevarlo a los instrumentos para interpretar, nunca transcribir, lo que el autor quiso relatar, pero necesita de esa mediación para trazar la revelación sobrenatural con que se manifiesta.
La escultura no es inmortal, como no lo es nada de lo que hagan los hombres en el mundo, pero de vez en cuando tiene más que ninguna otra forma de creación artística ese anhelo, sobre todo en las obras pensadas para exhibirse en los exteriores. Como las catedrales góticas , se pueden destruir, y muchas veces pasan del soberbio pedestal al suelo con una revolución, pero por sí mismas tienen la textura de una carne que no conocerá la corrupción del sepulcro, sea en el mármol que resiste las heladas y las tormentas de granizo, en la piedra que parece fundida con la tierra o en la madera que permanece en las iglesias velando el sueño de los difuntos una generación detrás de otra.
Hace una semana se apagaba en Fernán Núñez , que más que su pueblo era su vida, el latido de Juan Polo , que expresó esa vocación perpetua de pasar al barro o a la piedra la carne de los hombres para así transformarlos en algo que a fuerza de no tener vida tampoco sufrirá la muerte. Dio muchas obras de mérito, pero a mí siempre me llamaron la atención las escenas de costumbres, que han quedado como fotografías de momentos que ya pasaron, y que él dejó en el soporte permanente de sus esculturas con más fuerza que los negativos. Ahí sigue el sembrador que vigila el tránsito de los coches por la vieja carretera de Málaga , en la travesía del pueblo, y que ha quedado como el testimonio de una labor que ahora sólo existe en ese coloso de piel agrietada por el sol y las fatigas.
Los juegos infantiles, los retratos de gentes humildes , la fuerza de los toros que embisten y aquel grupo de estudiantes a la entrada a mi instituto con la esperanza de la juventud en la mirada perenne de la piedra, todos vibrantes con una naturalidad que era perfecta por carecer de artificios, llevan a la vez la firma de un artista y la del hombre sencillo, paseante y amante de la conversación y la vida tranquila que siempre fue, y que dejó testimonio de un mundo tradicional y apegado al campo que sin él se apaga otro poco. Ahora Juan Polo descansa en la paz del Crucificado que él siempre esculpía desencuadernado y vencido, suspendido con gravidez casi elástica de los clavos de las manos, y si dejó en la tierra árboles plantados que perduren tras su marcha fueron sobre todo estos de barro, madera y piedra, fijos en el suelo como estampas de una vida sedienta de lo eterno.