Contramiradas

Dolores García-Pantaleón, jueza de Córdoba: «He aprendido a escuchar y a comprender»

Se puso la toga con solo 25 años después de superar las oposiciones en tiempo récord. Hoy es jueza titular de Écija con humildad y conciencia de su poder

La jueza García-Pantaleón el el Palacio de Justicia de Écija (Seivilla) VALERIO MERINO
Aristóteles Moreno

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Aprobó una de las oposiciones más duras de España a la edad en que cualquier joven distrae su aburrimiento haciendo botellón. Y lo hizo en un tiempo récord: dos años. La media para las oposiciones a juez son cinco. Antes tuvo que cruzar un desierto de disciplina prusiana. Se sentaba a las 7.30 delante del temario y no levantaba la cabeza hasta las 12.30. Hacía cuarenta minutos de deporte, regresaba al escritorio, almorzaba a las 14.00 horas y solo 30 minutos después ya estaba nuevamente sumergida entre papeles.

En los seis meses últimos del interminable maratón, realizaba jornadas de hasta 12 horas de estudio , seis días a la semana. Hoy, cuatro años más tarde, es titular del juzgado de Écija , después de ejercer como jueza en Córdoba, Lucena y Arcos de la Frontera.

¿Qué hay que tener para ser una buena opositora?

Ser perseverante y tener estabilidad familiar, personal y mental. Ser ambiciosa, tener motivación y mucha paciencia.

Usted reunía todas

Parece ser que sí

La madre de Dolores García-Pantaleón (Córdoba, 1992) es química. Quiere decirse que fue su primer referente profesional y por el cual se abrió camino en Bachillerato hacia la rama de Ciencias. Pero la opción no acabó de convencerla. «Eran muy abstractas para mí y me costaba concentrarme», argumenta. Decidió dar un volantanzo hacia las letras y acabó matriculándose en la Facultad de Derecho de Córdoba. «Tenía claro que quería ser funcionaria. Buscaba estabilidad», admite. Por esa razón, descartó el mundo de la abogacía y se decantó por la judicatura.

Iba para química y se quedó en jueza. ¿Echa de menos la tabla periódica de elementos?

No. Las ciencias no eran para mí. Eran demasiado abstractas y yo demasiado inquieta.

El plazo medio para aprobar las oposiciones suele ser cinco años. Usted las sacó en dos. ¿Talento o milagro?

Talento no sé. Es fruto de mucho esfuerzo y cabezonería. No tengo una memoria especial ni una inteligencia sobrenatural. Soy bastante normalita. Pero tuve claro que quería aprobar la oposición. No perdí un día de preparador, hacía cábalas para compensar las horas perdidas y fui muy tenaz. Un secreto del éxito es saber controlar los nervios y que te acompañen las circunstancias familiares.

Doce horas de estudio, seis días a la semana y 730 jornadas consecutivas.

Doce horas no. Al principio fueron siete. Luego ocho y, al primer año, diez. Al año y medio, ya fui a por todas y fueron once o doce horas.

¿Lo volvería a hacer?

Me tomaría la oposición con más respeto. Yo era una pobre ingenua que creía que con esfuerzo todo se consigue. Evidentemente, sin esfuerzo nada se consigue, pero es cierto que hace falta que te acompañen muchas circunstancias. Depende de los temas que te toquen, el control de los nervios y lo que hayas dormido. Hay muchos factores.

Con 22 años de edad renunció a amigos, familiares, pareja, fiestas y vacaciones. ¿Son dos años de la vida perdidos?

Perdidos completamente no. Pero es verdad que exigen mucho sacrificio personal.

¿Recuerda la primera causa que le cayó en sus manos?

Recuerdo alguna que otra en Lucena. Pero no debo hablar de ellas. Sí le puedo decir que no fueron fáciles. Algunas relacionadas con herencias. Y alguna me impuso respeto cuando estudié el tema. Luego reflexionas, consultas jurisprudencia y terminas viéndolo claro.

«Creo que poquito a poco voy contribuyendo a un mundo mejor»

¿Le tembló el pulso en la sentencia?

El pulso no. El sistema está hecho para que un juez no pueda resolver simplemente por su opinión personal sino que es obligatorio atarlo con ley y jurisprudencia. Con las nuevas tecnologías, tenemos una base de datos maravillosa que te permite consultar casi todo. Es difícil que te toque un caso sobre lo que no haya nada escrito. Si eres trabajadora y te pones a ello encuentras información que te dé la respuesta.

¿Le ha quitado el sueño algún caso?

El sueño, no.

-¿Le pesa la toga?

Tampoco. La verdad es que estoy muy contenta con la elección que hice. Me gusta mucho.

En su primer juicio como jueza en prácticas tuteladas confesó sentir «vértigo» ¿Ha recuperado ya el resuello?

Sí. Es una sensación especial, pero el sistema está tan bien hecho, y nuestra incorporación es tan progresiva, que cuando te toca ejercer ya no sientes miedo y te sientes bastante respaldada.

Entonces valoró el poder que tiene un juez para «cambiar la sociedad». ¿Cómo va su proyecto transformador?

La transformación viene por ir solucionando los conflictos sociales, intentando fomentar la empatía entre las personas con la labor de mediación y la motivación de las sentencias. Que no se trate de un golpe en la mesa, sino de intentar exponer las razones de la sentencia y que quien la lea pueda entenderla. Creo que poquito a poco voy contribuyendo a un mundo mejor. Con la función judicial se resuelven muchos conflictos y se ayuda a mucha gente necesitada.

¿Qué ha aprendido usted del ser humano en la sala de vistas?

A escuchar, a empatizar, a comprender los problemas ajenos, a que no todo es blanco y negro, a lo importante que son las circunstancias para la conformación de la persona, a que a veces el delincuente es víctima de sus circunstancias y su genética.

Dice usted que el delincuente es víctima de su genética.

En ocasiones, sí. Los propios médicos te dicen que esas personas a veces tienen una enfermedad y no tienen capacidad para asumir sus decisiones. Quizás el procedimiento penal siga por la peligrosidad del sujeto pero tienes que aprender a ser imparcial, a no fomentar el odio y a dar una respuesta que evite futuros conflictos.

¿Qué tópicos se le han caído sobre los jueces?

Realmente ninguno. Tenía claro lo que no quiero ser. Y no quiero ser una persona desagradable, maleducada, que intente imponer sus decisiones, que no escuche. Quiero tratar siempre respetuosamente a la gente y no sentirme superior. Soy consciente de que desempeño una función pública y, aunque represento a un poder del Estado, no soy nada más que una servidora.

¿Es consciente de su poder?

Sí. Pero no es un poder absoluto y nuestro sistema permite recurrir las decisiones judiciales.

¿Ha mandado usted a alguien a la cárcel?

Por ser juez de instrucción solo puedo acordar medidas de prisión preventiva. Pero sí me ha tocado alguna vez.

¿La justicia es igual para todos o menos lobos, Caperucita?

Deseo que sea igual para todos.

Dice el decano de Córdoba, Miguel Ángel Pareja: «Nunca recibí una presión en mi despacho». ¿Usted puede decir lo mismo?

Sí puedo decir lo mismo. Es verdad que mi trayectoria es muy cortita todavía pero no he sufrido ninguna presión.

¿Cómo defiende usted a su juzgado de la pandemia?

Intento que se guarden las distancias en la medida de lo posible y ampliar el horario laboral para no concentrar todo a la misma hora. Tenemos servicios de limpieza, mamparas en las salas de vista y usamos desinfectante.

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