Contramiradas

Antonio Gil: «Jamás he tenido llave de mi empresa»

El propietario del grupo EtiCalidad llegó a Córdoba con una carpetilla debajo del brazo y hoy es el mejor vendedor de coches de España

El entrevistado en Mezquita Motor, en La Torrecilla ÁLVARO CARMONA

Aristóteles Moreno

Llegó a Córdoba en 1994 con una carpetilla debajo del brazo y una modesta cartera de clientes. Hoy dirige un grupo de empresas con 291 empleados, 160 millones de facturación y una vitrina de reconocimientos que quita el hipo. Sin ir más lejos, acaba de ser distinguido como el mejor concesionario de Renault en España por décimo año consecutivo.

—¿Dónde está el truco?

—En las personas. No he creado la empresa solamente para ganar dinero. Detrás de cada servicio y de cada venta hay una persona.

—Personas tienen todas las empresas. Hasta las de la competencia.

—Hay quien dice que el secreto está en mi departamento de recursos humanos. Que no tenemos.

—O sea, el departamento es usted.

—Casi todo el personal promocionado viene de dentro de la empresa. El 90% de mis gerentes han sido mecánicos, vendedores o administrativos .

Antonio Gil (Puente Genil, 1966) nació en el seno de una familia trabajadora y empezó a vender coches en su pueblo. En 1994, el concesionario de Renault en Córdoba capital se desplomó y la firma de automóviles le pidió que cubriera el puesto de comercial de forma provisional. Fue poco después cuando se plantó ante el banco para solicitar un crédito de 15 millones de las antiguas pesetas con el que abrir un establecimiento en las Quemadas . Acabó quedándose con la concesionaria de Renault . Un buen día se afeitó, se puso una corbata y llamó nuevamente a la puerta del banco para pedir otro aval de 50 millones de pesetas. «¡También me lo dieron! Lo cuento y la gente no lo cree».

En 1998 , se merendó otro concesionario de Renault que abrió en la Torrecilla. Compró la sociedad y contrató a todos los empleados. Y en 2002 adquirió la antigua fábrica de Nissan con toda la plantilla dentro. Desde entonces, no ha hecho sino ensanchar su pequeño imperio empresarial, cuyos confines alcanzan ya a Sevilla, Cádiz y Jerez.

—¿Qué diablos tiene usted?

–Lo primero es que soy católico y creo en la providencia divina . Yo he visto cómo Dios me ha abierto siempre todos los pasos.

—A otros se los cierra.

—A mí también me ha cerrado muchas puertas, pero me ha abierto otras.

«En todos los procesos queremos meter ética y calidad», afirma Gil ÁLVARO CARMONA

—¿Y no le ha dado vértigo?

—Mucho. Se supera con la ayuda de la familia y, como soy una persona de fe y el Señor me ha puesto esto delante, pues me dará los medios y la fuerza. Yo rezaba el « Padrenuestro » todos los días y cuando llegaba a «danos el pan nuestro de cada día», yo decía «que venda aunque sea solo para pagar a los proveedores y los empleados». A medida que compramos empresas tuvimos que hacer un grupo madre que se llama EtiCalidad , cuya palabra está en el gen de la empresa. En todos los procesos queremos meter ética y calidad. Si un negocio no entra dentro de nuestra ética, no lo hacemos. Desde 1994 pagamos religiosamente todo y en A. Nunca he trabajado en B. Y he pagado todos los impuestos.

—¿Cuesta mucho trabajar con la ética por bandera?

—No. Cuando empecé tuve que echarle valor porque la gente quería pagar sin IVA. Yo les decía que si tenía que falsificar para sacar adelante el negocio, no quiero negocio. Hace 30 años era muy complicado. Hoy las cosas han cambiado.

—Ha tenido que ir a contracorriente.

—En algunos años, sí. Pero no vayamos a pensar que soy un hombre perfecto. Todo lo contrario. Aunque me he dado cuenta de que haciendo las cosas bien tienes tu recompensa.

—Dice usted: «La persona está en el centro de nuestra filosofía». ¿Por ejemplo?

—Siempre veo una persona, detrás de la cual hay una familia y unas necesidades. Ya lo dice la doctrina de la Iglesia : trabajamos por el bien común. Y el bien común muchas veces es contrario al de cada persona.

«Me gusta la palabra 'exilencia', que viene a unir la excelencia y la exigencia»

—Cree en el bien común por encima del individuo.

—No se puede separar una cosa de otra.

—¿Y si tiene que sacar el látigo?

—Yo no saco el látigo. Soy una persona exigente. Y me gusta combinar las palabras « exilencia », que viene de unir excelencia y exigencia . Quiero el trabajo bien hecho. Ahora tenemos un par de fabricantes detrás que quieren que representemos su marca.

—Están ustedes rifados.

—No soy yo. Es mi equipo. No es casualidad que el mejor concesionario de Renault , el mejor de Nissan y el mejor negocio de postventa de Peugeot sean de Córdoba . El nexo de unión es EtiCalidad y sus personas.

—¿Ética y negocio caben en el mismo cajón?

—Yo pienso que sí. Que las cosas se pueden hacer bien.

—Leo en internet que la venta de coches no volverá a niveles prepandemia hasta 2024. Quien ha escrito este titular no conoce a Antonio Gil.

—Posiblemente el mercado baje. En la primera ola de la pandemia estaba todo el mundo muy nervioso y me di cuenta de que todo nos desbordaba. Entonces me preguntaban que cómo estaba. Y yo les decía: «Mejor que nunca, porque nada depende de mí». No sé si bajarán las ventas, pero yo voy a procurar que mi plantilla no baje. En la crisis de 2008 no solo no despedí a nadie sino que aumentamos la plantilla en un 15%.

—¿No será usted un kamikace?

—Posiblemente lo sea. Pero mire: tengo experiencia y trabajo desde los 16 años.

—¿Cual es la biblia del buen comercial?

—Yo les digo a mis comerciales que no podemos engañar a nadie. No debemos estafar a nadie. En nuestro sector, era casi común quitarle kilómetros al coche hace treinta años . Yo jamás le he quitado un kilómetro al coche. Había gente que decía que conmigo no se podía trabajar porque no se podían hacer ciertas cosas. Y se trabaja mejor siendo honrado.

Gil, durante su conversación con ABC ÁLVARO CARMONA

—¿Usted no miente por su fe o por su sentido ético de la vida?

—Primero por mi fe. Y no quiero ser un hombre perfecto. Soy un pecador. Pero quiero hacer el bien. Y mis éxitos son porque tengo gente muy buena.

—¿Sangre, sudor y labia?

—Ni mucha sangre, ni mucho sudor ni mucha labia. Yo jamás he tenido llave de la empresa. Soy un poco raro. No soy el típico empresario que dice que abre por la mañana y cierra por la noche. Nunca he abierto. Hay días que echo 12 horas y otro 6. Otro secreto está en confiar en la gente.

—¿Cuándo saldremos de esta?

—Cuando empezó la pandemia en el sector teníamos mucho miedo sobre cuándo íbamos a remontar esto. Las cifras a día de hoy de nuestras ventas son mejores que las del año pasado. Nunca me esperaba terminar el año así.

—Eso es un milagro.

—Yo todos los días vivo de milagros.

–También he leído lo siguiente: «La pandemia dispara la venta de coches de ocasión por internet». No hay bien que por mal no venga.

—Ese es otro secreto que tengo: nosotros ya vendíamos coches por internet desde hace seis años. Y posiblemente seamos de las empresas que más coches por internet venda. Nadie tiene el personal que yo tengo con capacidad de llevar un coche a Galicia o a Oviedo . La pandemia nos ha potenciado pero ya veníamos preparados.

«En Córdoba se venden muy pocos coches eléctricos, diez al año. No hay mercado ni infraestructura»

—¿Qué le dice su olfato del coche eléctrico?

—El coche eléctrico sí o sí. Soy utilitario de coche eléctrico desde hace cinco años y es el futuro. En Córdoba , se venden muy pocos. Diez coches al año. No hay mercado. No tenemos infraestructura para recargar y la cobertura de kilómetros no es la óptima. Y, sobre todo, el precio. Pero todo llegará.

—¿Si usted ve a un defensor de la movilidad sostenible sale corriendo?

—No salgo corriendo. Yo ya estoy de salida y las nuevas generaciones se tendrán que adaptar a la nueva movilidad que, sin duda, va a venir. Hay muchos coches aparcados sin utilidad y tendremos que adaptarnos a compartir el coche , al « carsharing » y a otros sistemas.

—¿Imagina un futuro sin coche?

—No lo sé. Es posible.

—¿Y cómo cuadra el círculo de la conciliación familiar con 13 hijos?

–Mi mayor empresa es mi familia, por la cual lucho cada día. Me puse como tope máximo dos veces en semana comer fuera. Hago igual que San Agustín: como si todo dependiera de mí sabiendo que nada depende de mí.

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