Contramiradas

Antonio Correderas, bailarín: «En Córdoba está muy viva la danza clásica y el flamenco»

Primera figura del Ballet Nacional, el artista sabía desde pequeño lo que quería hacer y ahora triunfa en los escenarios

Antonio Correderas, en la plaza de la Corredera Valerio Merino

Aristóteles Moreno

Quería bailar . Punto. Ese es el impulso irrefrenable que alumbró a Antonio Correderas desde muy niño. Con solo 5 años se apuntó a la academia de María la Chata en su barrio. Y con 7 ya estaba llamando a las puertas del Conservatorio de Danza de Córdoba. Con 16 cogió las maletas y se plantó en Madrid para abrir nuevos caminos. Y hoy, veinte años después, es primer bailarín del Ballet Nacional.

Ya ha tocado el cielo con las manos.

Tocar el cielo con las manos es un conjunto de cosas en la vida de un bailarín. Yo lo toco cuando vengo a Córdoba y veo que está bien mi familia. Y rocé el cielo cuando llamé a mis padres y a mi hermana desde Madrid para decirles que estaba montado en un taxi para firmar el contrato.

¿Y ahora qué?

Ahora seguir trabajando y evolucionar. Y perder el miedo a cosas que tengo en mente . Lo voy a intentar.

¿Por ejemplo?

A mí me gusta mucho que me dirijan. Y lo primero es estar a la altura y devolver la confianza que te han dado. Aprender de compañeros como Francisco Velasco, Eduardo Martínez o Sergio García. Personas que son primeros bailarines. Observar y aprender. Plantarle cara a los retos que vengan. Y también quiero juntarme con algún compañero y poder montar algo.

Una compañía propia.

Eso son palabras mayores. Eso es pico y pala y poquito a poco . Pero hay formatos interesantes más pequeñitos para trabajar tu creatividad.

Antonio Correderas, durante la entrevista Valerio Merino

El interés por la danza

En casa de Antonio Correderas n o había la menor huella del mundo de la danza . Su padre es policía nacional. Su hermana también. Y en su familia nada hacía presagiar que aquel niño de la barriada de Carlos III iba a terminar en la cúspide de la danza profesional española. Tres semanas después de matricularse en el Conservatorio de Madrid, Aída Gómez lo fichó para su compañía. Todavía no había cumplido los 17 años. «Le estaré eternamente agradecido», asegura delante de un café solo en la plaza de la Corredera. Luego trabajó para Antonio Najarro y el también cordobés Antonio Ruz. Y en 2006 entró en el Ballet Nacional, que dirigía José Antonio. Quiere decirse que sobre las espaldas de Antonio Correderas hay ya muchas horas de vuelo y decenas de escenarios de medio mundo.

¿A qué ha tenido que renunciar para alcanzar el Olimpo?

A nada. Yo desde pequeño no he sentido nunca no haber disfrutado. Al revés. En mi infancia he sido más que feliz . Mi familia siempre me ha respetado. He tenido mucho cariño y valores muy buenos.

Para ser bailarín de élite hace falta disciplina y cierta esclavitud.

Disciplina mucha . Lo haces por inercia y luego te das cuenta de que no es tan normal. Pero no es una esclavitud. Eso sería trabajar donde no me gusta.

Con 16 años se fue a Madrid para bailar con los mejores. ¿Córdoba se le quedaba pequeña?

No se trata de quedarse pequeña. A la vista está de que aquí hay bailarines como Carmen la Talegona, Pol Vaquero, Mercedes de Córdoba o Antonio Ruz ; y me dejo un montón más de compañeros. Aquí no hay tapón. No se queda chico. Pero es verdad que aquí no hay una sede del Ballet Nacional ni una compañía andaluza de danza, que está en Sevilla. Te tienes que mover. Aunque aquí está muy viva la danza española y el flamenco.

En danza, ¿sangre, sudor y ensayos por un tubo?

No te paras a contar las horas que echas. Aparte de los ensayos, también tienes que contar las horas para ponerte en forma , ir al gimnasio o hacer tablas de pie. Esa es tu responsabilidad. Hay ensayos generales con muchas horas. Y el día a día tienes que tenerlo muy claro y motivarte con la rutina.

¿Qué maestro o maestra lo puso en órbita?

Hay varias personas importantes. En Córdoba, a muchas las considero como familia. Siempre han sido buenas docentes, que te inculcan buenos valores. Por ejemplo, Estrella Muñiz, del Conservatorio . Me cogió con 7 años y me enseñó a poner las manos en la barra. Miro para atrás y veo que es muy importante. La miro con cariño. O Inmaculada Aguilar. O Inmaculada Calvo. Me acuerdo mucho de ellas. En Madrid, Aida Gómez es la persona que me dio la oportunidad . Nunca la voy a olvidar.

Lleva 14 años en el Ballet Nacional. ¿Ya está vacunado contra el tedio?

Allí no se hace siempre lo mismo. Entrar en la rutina depende de uno. Yo estuve 7 años y me marché de la compañía tres años. Precisamente por eso. Porque pensaba que estaba haciendo lo mismo . Monté mi espectáculo, que me dirigió Daniel Doña y se llamaba «Orden». Disfruté mucho. Necesitaba saber qué me pasaba. Había entrado en el bucle y creía que necesitaba irme. Lo hice y me di cuenta de las condiciones de mi trabajo y cómo saber aprovecharlas.

-¿En danza está todo inventado?

Creo que hace muchísimos años que estaba todo inventado . Pero hay mucho genio. Gente con mucho talento, que ve más allá y tiene ese don. Rocío Molina, por ejemplo, aporta mucho. Me parece de otro planeta. Los pasos están más que asentados gracias a Gades o a Antonio Ruiz Soler . Nos han dejado todo el camino hecho y cada uno se lo lleva ahora al terreno que quiere.

¿Cómo combate el miedo escénico?

Yo no he sentido miedo escénico . He sentido muchísimo respeto y la adrenalina de antes de que se suba el telón. El miedo escénico es algo más negativo. Me dejo llevar y cuando se levanta el telón te encuentras en tu hábitat. Con el paso del tiempo, aprovechas más ese momento.

Antonio Ruz dijo que «la danza tiene el poder de hacerte pensar». ¿En qué?

No sé el poder que tiene en su mente. Cada uno tenemos nuestra mochila. Cuando interpretas algo, te lleva a momentos que has vivido. Y es muy bonito. La danza te transporta.

¿La cultura es la primera víctima del Covid?

No se reconoce el valor que tiene la cultura . Pero esto no viene del Covid. Lleva pasando mucho tiempo. El mundo del tablao vive mucho del turismo y fíjate el panorama: está todo cerrado. Es un momento muy difícil. Pero ojo: yo no he sufrido un ERTE. Sí tengo compañeros con historias muy fuertes.

¿Ha bailado con mascarilla?

En el escenario no, pero en la sede las seis horas de ensayo se hacen con mascarilla . Pensábamos que no íbamos a poder, pero me sorprende cómo te acostumbras a todo. En Albacete nos quitamos la mascarilla en el escenario y nos sentíamos raros, porque llevábamos muchos meses con ella.

¿Con qué papel sueña?

Hay papeles con los que siempre me he identificado. Por ejemplo, Medea , del maestro Granero. O Agamenón , en la obra de Electra.

¿Y ante qué coreógrafo se quita el sombrero?

Soy muy fan de Antonio Ruz . Me hizo descubrir una forma que tenía de expresarme que no había descubierto. Sus coreografías son muy frescas.

-Usted ha dicho: «Cuanto más tiempo paso en Madrid, más cordobés me siento».

Sí. Cuando te vas tan joven no echas cuenta de lo que te dejas aquí. Ahora vengo y disfruto mucho. Y mi acento me encanta . No lo fuerzo. Tengo mucho contacto con Córdoba. Hablo todos los días con mi hermana y mi madre. Y conforme pasan los años, me cuesta cada vez más irme.

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