CONTRAMIRADAS
Antonio Camacho: «Mi abuelo estaría orgulloso de lo que hemos luchado»
Nieto de Matías Camacho, el celebre fundador del quiosco de las Tendillas, echa el cierre 64 años después. El desplome de las ventas y el Covid han sepultado un negocio con historia
A su abuelo le concedieron el quiosco de prensa como un acto de humillación. Hablamos de 1957. Entonces, el régimen entregaba los quioscos a los discapacitados. Matías Camacho no era discapacitado. Era socialista y republicano. Peor aún. Su expediente político dice que fue secretario general de las Juventudes Socialistas en 1933. Que perdió la guerra civil. Que cumplió cuatro años de condena. Que fue obligado a presentarse cada domingo en Comisaría durante ocho años. Que su quiosco fue calcinado por los ultras en 1976. Y que, pese a todo, mantuvo viva la llama del socialismo hasta la Transición democrática.
Hoy, 64 años después, su nieto Antonio Camacho está a punto de cerrar una página de la memoria simbólica de Córdoba . A finales de mes, echará el cierre del quiosco de las Tendillas. -64 años de historia. Y menuda historia.
-Hemos pasado por todo. Por momentos muy malos, como el incendio del quiosco. Y otros muy buenos. Tengo memoria de un montón de clientes que muchos de ellos ya no están con nosotros. De personajes ilustres.
¿Por ejemplo?
Por aquí han pasado casi todos los alcaldes de Córdoba: Anguita, Manolo Pérez, don Antonio Alarcón, Rafael Merino. Y tengo una anécdota de hace poco. Yo solo salgo del quiosco para desayunar. Y un día que salí vino Harrison Ford. Mi madre, al día siguiente, mirando la prensa dijo: «Ese hombre estuvo ayer aquí comprando». ¡Para una vez que salgo del quiosco! Aunque, para mí, ilustres son todos los clientes. Muchos nos traían en Navidad regalos. Mucha gente me conoce de pequeño. Y eso lo voy a echar de menos.
¿Lo echa a usted el covid?
Ha pegado un bajón muy grande, aunque la crisis de la prensa escrita ya venía de antes. La digital está al alcance de la mano. Lo digo sin crítica alguna. Es un negocio que está tan cogido con pinzas que te hace buscar nuevos horizontes. Nosotros llevamos tiempo trabajando en otras opciones y quizás es el momento de dar el salto. Desgraciadamente, creemos que a los quioscos de prensa no les queda mucho de vida. Han bajado las ventas de forma bestial.
¿Y hacia qué horizontes se dirige?
Hace dos años montamos una promotora de eventos: gestión de espectáculos y de conciertos. Hemos trabajado con el Ayuntamiento y con salas privadas. Ha llegado un momento en que nos compensa una cosa más que otra. Me da pena cerrarlo por el carácter romántico de mi familia. Pero mi madre y mis hermanas han sido las primeras que me han animado. Mi mujer siempre ha estado conmigo y me ha hecho esto más llevadero.
¿Lo de la prensa tiene arreglo?
Si los editores y los distribuidores pusieran de su parte y escucharan, deberían cuidar las suscripciones, las entregas a domicilio, saltarse los canales de distribución o bajar los porcentajes en ciertos coleccionables. La labor que hace un quiosquero en fidelizar un cliente se va a perder.
¿Quién era su abuelo?
La gente viene aquí y me habla de mi abuelo como una persona coherente. Él se alejó mucho del quiosco cuando lo dejó. No quería que fuera el «quiosco de Matías Camacho». Ha sabido inculcarnos valores, como que cada uno tiene lo que se merece en función de su esfuerzo. Jamás hemos tenido que pedir un favor político. Todo lo que hemos hecho ha sido por mi madre. Estoy muy orgulloso de llevar su apellido.
Cuatro años de cárcel, persecución, detenciones y el incendio de su quiosco en 1976. ¿De qué era símbolo Matías Camacho?
Del socialismo en Córdoba. La primera asociación de vendedores de prensa la creó él. Al principio, los quioscos se les daba a gente que tenía una discapacidad. A él y a otro compañero le dieron dos quioscos como un insulto. Crearon la asociación y empezaron a subir. Eso provocó que le metieran fuego al año siguiente. El quiosco era de obra y ardió como una tea. Los comerciantes de aquí nos ayudaron y nos prestaron de todo. Pero ese día abrió. Se negó a cerrar porque era un símbolo de resistencia.
«Por aquí han pasado muchos alcaldes: Anguita, Manuel Pérez, Alarcón y Merino. ¡Hasta Harrison Ford!»Memoria«Me da pena cerrarlo por el carácter romántico de mi familia. Mi madre ha sido la primera en animarme»
Antonio Camacho (Córdoba, 1980) se ha criado en el quiosco. Aquí ha almorzado muchas veces y ha pasado las tardes haciendo tareas en su interior. «En mi casa, el quiosco ha sido la vida», asegura. Y tanto. Las jornadas de los Camacho han sido extenuantes. A las seis de las mañana, ya estaban los periódicos expuestos al público. Y hasta las nueve de la noche, con dos horas de descanso, no se ha echado la persiana. Por eso ha sido un negocio familiar sostenido por los hombres y las mujeres de tres generaciones: Matías y Josefa, Antonio y Mari y ahora el nieto y Sandra, que dirán adiós para siempre.
¿Qué le ha dicho su madre?
Ya llevaba tiempo diciendo que no tenía que haberme dejado el quiosco, porque han bajado las ventas. Viene una vez en semana como un torbellino. Coloca las revistas y está pendiente de todo. Si no llega a ser por ella, hubiera cerrado hace algún tiempo. Me compensaba por el efecto romántico. Mi madre ha sido un gran apoyo.
O sea: el quiosco de Matías Camacho resistió en la dictadura y va a morir en la democracia.
Totalmente. No es tanto por el sistema sino por la calidad de los políticos. Democracia, ante todo, por supuesto.
¿Y qué le hubiera dicho su abuelo?
¡Buf! Hubiera peleado no solo por mí sino porque todos los quioscos tuvieran una mejor valoración de las instituciones. El traspaso está muy limitado. Vemos absurdo que no nos lo permitan. A estas alturas, mi abuelo no hubiera tenido queja de lo que hemos luchado por el quiosco. Estaría orgulloso.
Desde marzo de 2020, han cerrado más de diez quioscos en Córdoba. ¿Resfriado o pulmonía?
Esto es una neumonía de difícil solución. Se está desangrando la cultura del quiosco de prensa. Las ventas están cayendo y no me quiero imaginar a compañeros míos que están en los barrios. Los quioscos que se sustentan son los que tienen lotería del Estado o los que no representan el primer ingreso de la casa. Jugamos con márgenes muy pequeños. Algunos ridículos. Y la venta «online», que es una evolución lógica, le hace un daño mortal a este gremio.
¿Qué le pide al Ayuntamiento?
No sé qué pedirle. Las leyes están muy claras. No se está haciendo nada que no sepamos. Son las mismas normas. Pero, como han cambiado tanto las cosas, también deberían evolucionar las ordenanzas. Los impuestos de vía pública no se han bajado en el covid. Lo aplazaron dos meses. Con el descenso de ventas, ¿los impuestos cómo no los han suprimido o rebajado? Se debería hacer más política de calle que de despacho.
¿Si se pierden los quioscos de prensa, ¿qué perdemos?
Un quiosquero es un vendedor, un amigo, un psicólogo. Se pierde algo entrañable. La vida en la calle. Se está perdiendo como se perdió que los niños jueguen en el parque. Estamos ante un futuro desalentador.
Usted ha dicho: «Qué pena pero qué ilusión»
Qué pena por dejarlo pero qué ilusión por iniciar un proyecto nuevo. Y por las muestras de cariño. Sabes que has dejado el pabellón bien alto. Has cumplido con la herencia.
¿Qué pondrá el epitafio del quiosco de Matías Camacho?
El día 30 de abril queremos hacer un pequeño acto aquí. Mi madre y mis hermanas vendrán al último cierre. Será un día emocionante y de muchas lágrimas.
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