POBLACIÓN

«Antes vivíamos extorsionados; en Córdoba mis hijos podrán estudiar»

Ciudadanos de El Salvador, Venezuela y Honduras hablan de su experiencia

Mirna Miranda, con su familia, ya en España ABC

Irene Contreras

¿Qué historias traen los inmigrantes que llegan a Córdoba en busca de un futuro y un presente mejor? ¿Por qué se marcharon de sus países y de qué huían? No han dejado sus casas por un impulso. Esto es lo que cuentan.

Mirna Miranda, El Salvador

Llegó a España desde El Salvador en septiembre. Simplemente, la vida en su país ya no era vida. Hace cinco años asesinaron a su marido y desde entonces han vivido entre extorsiones, sin conocer tranquilidad. «No dejaban estudiar a mis hijas. A mi hijo le amenazaban», relata. Decidieron vender su casa para instalarse en España. Un conocido les aseguró que, si mandaban dinero, les arreglaría vivienda y papeles para empezar de cero en Alicante . Al llegar allí se encontraron con que habían sufrido una estafa . No había ni rastro de los 3.500 dólares que enviaron y acabaron en una casa okupa donde les cobraban 450 euros al mes.

En octubre emprendieron rumbo a Córdoba, donde también se vieron sin un techo bajo el que instalarse. «Llovía, y un señor de un hostal nos vio y nos dejó quedarnos en una habitación », cuenta. Contactaron con la Asociación de Venezolanos en Córdoba y su presidenta, Ninoska, les acogió en su casa. A los siete. «Estoy aquí con mis tres hijos, mi sobrina y su esposo y el hijo de los dos», y no tiene otro objetivo que trabajar para salir adelante en un país en el que sus hijos «van a poder estudiar y progresar ». No se quita de la cabeza a los familiares que aún están en El Salvador: «Allí no se puede vivir».

Jesús Ríos, Venezuela

Jesús Ríos es abogado de profesión, especialista en Propiedad Intelectual y en Venezuela daba servicios de orientación y formación para emprendedores. Su vida cambió radicalmente, dice, a consecuencia de una crisis económica y social que, dice, se ha «agudizado» en los últimos años hasta «pulverizar» su estabilidad y la de otros muchos venezolanos como él, protagonistas de un fenómeno de migración masiva que califica de «éxodo». Llegó a España hace un año. «No podía mantenerme allí. Tomé la decisión porque además sentí que mi vida estaba en peligro», cuenta, para después narrar cómo fue secuestrado por «tres delincuentes» que buscaban información relacionada con el trabajo que realizaba para un ayuntamiento.

Jesús Ríos, inmigrante venezolano en Córdoba ABC

Tuvo que vender su coche para pagar el «boleto» con el que viajaron él y su hija; el resto de la familia llegó más tarde aunque en Venezuela mantienen su casa, a la que les gustaría volver si la situación cambia. Mientras tanto, se empeñan en comenzar de cero en una ciudad que le ha dado tanto que está deseando poder devolverle el favor. Hace tres meses que obtuvo el permiso de trabajo y ahora anda «tocando puertas», sin descartar nada que le pueda dar un sustento pero dispuesto a tener una oportunidad en su sector para poder sacar provecho a su formación y experiencia.

Eleana Merybe Santeli, Honduras

Eleana está a punto de cumplir un año desde que llegó a España. Lo hizo huyendo de la situación de su país, Honduras, donde la violencia y el caos es el día a día de sus habitantes. «Hemos sufrido pobreza , no hay trabajo, no hay nada. Tememos por nuestras vidas y las de nuestros seres queridos», explica esta hondureña, que actualmente está en búsqueda activa de empleo. Define sin tapujos la situación de Honduras como la de una « narcodictadura ». Ha visto morir a varios de sus amigos y tenía miedo de ser la siguiente a causa de «mi preferencia sexual ».

Eleana Merybe Santeli, inmigrante hondureña ABC

Desde España se informa a través de Internet de lo que ocurre en un país cuyos habitantes están «preocupados» por las oleadas de matanzas y robos. Ejemplo de ello son las caravanas de personas que tratan de cruzar la frontera con Estados Unidos a través de México. «Amo mi país, pero el presidente de Honduras no es mi presidente. Él robó los votos», defiende. Emigrar no fue fácil, «extraño mi cultura y a mi familia , y hay momentos en que te quiebras de tristeza. Estar en otro país es difícil pero he tratado de sobrevivir y tirar para alante», explica. Mientras la situación en Honduras no sea distinta, no se plantea regresar.

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