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Ante todo, mantengan la calma

El rebrote ha dejado un reguero incomprensible de calumnias en las redes sociales

Enfermero toma muestras en el Castilla del Pino Salas
Juan José Primo Jurado

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EN «El retorno del rey» , la tercera y última parte de la trilogía cinematográfica de «El señor de los anillos», Gothmog, el jefe del inmenso ejército de orcos que asedia Minis Tirith, antes de iniciar el ataque e intuyendo lo que ocurría tras las murallas de la capital de Gondor, proclama con una mueca irónica: « Miedo, la ciudad rebosa de miedo ». Gothmog, que era tan feo como el virus de la Covid-19 , acertaba entonces y diría lo mismo ahora de nuestra sociedad. Todas las muchas incertidumbres y pocas certezas, las mentiras y medias verdades oficiales sobre el coronavirus, han engendrado miedo en Córdoba, como en toda España.

El desconocimiento, ya se sabe, genera miedo y el miedo suele crear odios . Una crisis como esta pandemia saca lo peor y mejor del individuo y de la colectividad . Y es hora de decir ya que ese espíritu inquisitorial que todo español lleva dentro ha brotado con fuerza estos meses, estos días. A las «policías de balcón» que vigilaban, juzgaban e insultaban, en cero coma dos, a cualquier persona que pasase por su calle, han sucedido estos días las miradas despectivas si no llevas puesta bien la mascarilla, las recriminaciones si te acercas demasiado, las fobias a madrileños, turistas, bares y jóvenes en general y tratar como apestado a quien haya tocado una enfermedad que está en todas partes.

Desalentador es el traslado de todo esto a las redes sociales . Ya se sabe, ahí donde cualquiera no solo opina, muchas veces desde el anonimato, sino que pontifica y construye verdades absolutas en poco más de doscientos caracteres. Si la calidad y moderación del debate político en España se fueron al garete hace años por culpa del mal uso de las redes, ahora les ocurre igual con el coronavirus. El rebrote reciente en Córdoba no ha llevado a nadie a la UCI, pero ha dejado un triste reguero de calumnias y descalificaciones contra dos empresas cordobesas de limpia trayectoria, una en el mundo de la enseñanza y otra en el del ocio nocturno. En este sentido hay poco más que añadir al excelente artículo de nuestro compañero Rafael Ruiz, el pasado domingo, «Antes de lapidar a nadie» .

Precisamente, es la prensa quien ha de jugar un papel fundamental contra esta peligrosa deriva en las redes, ofreciendo una información veraz y contrastada y un ejercicio didáctico de sentido común para la sociedad. Una sociedad que, si no se le inculca que lo verdaderamente importante en estos tiempos de la «nueva normalidad» es el ejercicio responsable de la libertad y la asunción de valores cívicos, acabará demandando poco menos que al Ejército en las calles y un nuevo confinamiento, sin pararse a pensar que acarrearía más que una crisis económica, traería la ruina. Tenemos que aprender a convivir con la enfermedad. No está en nuestras manos encontrar soluciones científicas, pero sí seguir las instrucciones que hemos leído tantas veces y en tantos lugares en caso de peligro: lo primero, mantener la calma.

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