Reportaje
Aniversario de Cayetano Muriel | La voz flamenca de Cabra que abrió caminos
Hace 150 años venía al mundo en la provincia de Córdoba un cantaor que habría de conquistar los cafés de Madrid y Barcelona
EN 1870 , hace ahora justo 150 años, llegó al mundo Cayetano Muriel , quien iba a ser con el rodar de los años un pionero del cante flamenco andaluz. Lo hizo en la Subbética de Córdoba , en la histórica villa de Cabra , cuna de escritores y políticos pero también de artistas de lo jondo . Como Niño de Cabra se le conoció de hecho por los escenarios españoles, por los que giró aunque nunca fueron los grandes tumultos del agrado de este artista. La vigencia de Muriel llegó sin embargo por sus viejas grabaciones en discos de pizarra, que han conseguido conservar viva su voz en el tiempo y que nuevas generaciones hayan podido beber de su personal forma de entender el cante. En especial su especialidad, los fandangos de Lucena , en los que fue un maestro inigualable.
Cayetano Muriel no nació en alta cuna ni en familia de posibles -como sí era el caso de Juan Valera , del que fue amigo personal- sino en una casa humilde. Concretamente, en la Cuesta de San Juan , en un edificio modesto que hoy recuerda al cantaor con un azulejo. Su padre, como investigó su biógrafo, José Arias Espejo , se llamó José Muriel Corpas , mientras que su madre era María de la Cruz Expósito .
Cayetano empezó a despuntar en el cante de niño, cuando con apenas cinco o seis añillos ya deslumbraba a los vecinos en las fiestas de Navidad
Tuvo el matrimonio cinco hijos, que sacaron adelante como mejor pudieron pero sin lujos. Como José era aficionado al flamenco, lo que no faltó en la casa fue música y cuentan que Cayetano empezó a despuntar en el cante de niño, cuando con apenas cinco o seis añillos ya deslumbraba a los vecinos en las fiestas de Navidad, entre el olor a anís y el rasgueo celebratorio de una guitarra. Ese talento no evitó sin embargo que tuviese que ganarse la vida, pues en la casa había que ayudar. Se desempeñó Cayetano en la mocedad de barbero o de vendedor de telas, oficio que le permitió conocer a la que luego sería su esposa y con la que estableció hasta el final de sus días en la localidad de Benamejí .
El momento en el que su vida profesional cambió fue sin embargo cuando entró de molinero en el Molino de Duque, donde cuenta la leyenda que el Conde de Cabra lo escuchó cantar y se quedó fascinado por el talento del joven. El aristócrata lo llevo a actuar ante sus amistades y a partir de ese momento Cayetano comenzó a ganarse la vida como cantaor. En torno a 1890 , se fue a Sevilla , donde actuó en el Café del Burrero . Allí, en el mítico café cantante de la calle Sierpes , fue donde coincidió con Antonio Chacón, del que algunos autores lo han considerado discípulo, aunque el jerezano había nacido solo un año antes que el egabrense. También andaba por allí otro cantaor gaditano que despuntaba en ese momento, Francisco Lema , que a la historia ha pasado como Fosforito El Viejo y que también había nacido en 1869 , como Chacón . Todos ellos recibieron la influencia del malagueño Juan Breva , que ese momento andaba ya por la cuarentena.
El Café del Burrero le dio fama a Cayetano, que comenzó a anunciarse como el Niño de Cabra , y a partir de entonces comenzaron sus actuaciones por Andalucía y por España . Incluso de América tuvo ofertas, aunque, hombre más bien familiar y reacio a los grandes teatros, optó por no cruzar el charco. Sus hijos contaban de hecho que abandonaba el domicilio familiar de Benamejí para acudir a sus actuaciones, pero que en cuanto concluían regresaba a cortijo y a la vida cotidiana del pueblo.
En total, su vida profesional se extendió durante unos 20 años, pues en la segunda década del siglo XX decidió despedirse de las actuaciones en público. Aún así, en ese tiempo Cayetano pudo demostrar su valía en los principales espacios de Madrid y Barcelona , como el madrileño Café de la Marina , que aparece en las novelas de Baroja , o la sala barcelonesa La Buena Sombra . En aquel tiempo los flamencos era una parte más de los espectáculos de variedades, que se instalaban en clubes y cafés durante largas temporadas con su cohorte de cuplestistas y su buena ración de sicalipsis. No eran esos «music hall » castizos muy del gusto del cantaor, pero le permitieron sacar a la familia adelante y hacerse un nombre en una época en la que el flamenco comenzaba a ganar en prestigio y dignidad. También esa vida viajera le permitió intimar con su paisano el novelista y diplomático Juan Valera , con el científico Ramón y Cajal o con el poeta sevillano Manuel Machado , buen amante del flamenco y de la vida nocturna, ya que fue figura destacada durante años de la bohemia madrileña .
Los avances tecnológicos
Cayetano Muriel tuvo tiempo además, una vez retirado de los cafés cantantes y el ajetreo de la vida nocturna, de poder disfrutar de los avances tecnológicos. Fue de hecho el primer cantaor cordobés que pudo registrar su voz en discos de pizarra. Principalmente dejó testimonio de sus fandangos, especialmente de los de Lucena que eran su gran especialidad, pero también demostró la variedad de registros en soleares, guajiras, cartageneras siguiriyas o tientos, todas ellas con sus peculiaridades y su sello personal. Actualmente se le puede escuchar sin problema alguno en Spotify , pero eso es posible gracias a que los 80 la Peña que lleva el nombre del cantaor en Cabra recuperó esas grabaciones y las popularizó a través de casettes .
Además de esta peña, también el Concurso Nacional de Cante de Córdoba recuerda al artista con un premio que lleva su nombre, mientras que en su ciudad natal tiene una escultura y en Benamejí , donde murió, lo recuerda una calle. Esa es la estela de un cantaor con voz propia, al que en ocasiones se le ha considerado emulo de otros pero que, cuando se cumplen 150 años de su nacimiento, queda ya en la historia como uno de esos hombres que fueron sacando poco a poco al flamenco del olvido y la incomprensión para convertirlo en lo que es hoy, el género emblemático de la cultura andaluza y un patrimonio ya no sólo del Sur español sino de la humanidad .
Aunque durante años se habló de que sobre el Niño de Cabra había pesado un injusto olvido, hoy sí se puede decir que su ciudad natal lo recuerda orgullosa de su legado con diversos testimonios y que su labor de pionero del cante, de hombre que abrió caminos a otras leyendas como Fosforito o El Pele que habrían de venir, es hoy incuestionable.