Pretérito imperfecto
Ángeles Zurera
Falta la contundencia de lo irrefutable, la verdad de los restos de Angelines o la confesión de quien pudo hacerla desaparecer
La historia de Ángeles Zurera es casi la historia de un imposible. Doce años sin saber de su rastro, decenas de búsquedas de la Guardia Civil y privadas para hallar su cuerpo, la única y verdadera prueba de cargo. De pistas esperanzadoras y luego falsas o frustrantes. De incursiones en balsas de alpechín del olivar de la Campiña, en la laguna de Zóñar, picando y levantando naves, pisando alcantarillados, atravesando descampados, mirando en recovecos, lugares escarpados, poniendo bocabajo algunas casas, tirando muros, sacando agua de depósitos de almazaras..., y muchas otras averiguaciones que no hemos llegado a conocer. « Una aguja en un pajar », llegó a admitir a ABC en una entrevista uno de los agentes del Instituto Armado que estuvo durante seis años, día y noche, siguiendo un caso donde hay demasiadas sospechas que apuntan en una misma dirección, coartadas que no se sostienen, indicios más que claros..., pero falta la contundencia de lo irrefutable, la verdad de los restos de Angelines o la confesión de quien pudo acabar con ella tras hacerla desaparecer como si su vida y su mirada de bondad se las hubieran tragado la tierra albariza e inmaculada del viejo Poley y no quisiera devolverla.
Como los familiares de Ángeles, miles y miles de personas intentan cerrar sus ojos cada noche mirando al techo de la resignación y buscando un halo de luz que motive su existencia y les haga recuperar lo que un día perdieron sin que aún tengan una respuesta o una razón para sentirse culpables o para intentar aplacar su conciencia. Ayyy Marta del Castillo ... Una angustia, una muerte en vida para la que nunca hay suficiente ayuda en este presente que no quiere mirar de frente al sufrimiento o el dolor, no quiere darse cuenta del curso natural de la existencia o ni siquiera quiere perder unos minutos en echar la mirada atrás o brindar la mano. Vivir en una noche eterna mirando al techo, haciéndose preguntas sin encontrar respuesta y esperando a que suene el teléfono.
Angelines desapareció la madrugada del 3 de marzo de 2008, dejando sus cosas más personales ante la llamada de alguien, probablemente su exmarido, investigado y sospechoso, que la citó para un último paseo. Llevaba meses rehaciendo su vida con un camionero valenciano mientras que su expareja mantenía desde hacía tiempo otra relación. Sus hijos conocían del maltrato y el carácter de posesión de un hombre que sí rompió su matrimonio pero no aguantaba que su exmujer buscara otra vida tal vez mejor. No es nueva la historia. Él, un gran conocedor de todo el término municipal y los alrededores por su empresa de máquinas pesadas, movimientos de tierras o demoliciones. Ella, callada y resiliente, como tantas otras. « A mí no me hizo falta que me lo dijera la Guardia Civil, desde primera hora sabía que era él . No apareció por aquí cuando desapareció. Sabía que había amenazado a mi madre, que le había pegado, que la acosaba... Yo estoy convencido de que la mató al cien por cien, pido si no es así que me corten las manos». La contundencia de Daniel, el hijo mayor de Angelines, en otra entrevista en ABC, no deja margen a la duda.
La Guardia Civil y el Juzgado de Aguilar activaron esta semana la enésima búsqueda de Angelines en el solar abandonado de una antigua cooperativa olivarera. Otro intento en balde que, al menos, parece dejar a la familia un sabor agridulce, pues la causa sigue abierta, el interés del Instituto Armado no cede en un reto profesional de máximo nivel para sus integrantes -que siempre están ahí- y la jueza, de momento, mantiene vivo el caso. Como Ángeles Zurera, Paco Molina, y como Paco Molina tantos otros desaparecidos por los que seguimos rezando.
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