Pasar el rato

Amor binario

Era guapa hasta la incorrección política feminista. Guapa hasta la desigualdad de género y de sexo. Ilegalmente guapa

José Javier Amorós

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Era guapa hasta la incorrección política feminista. Guapa hasta la desigualdad de género y de sexo. Ilegalmente guapa. No sabía qué hacer con tantos corazones de varón que yacían a sus pies, como pájaros muertos. Muy inteligente, procuraba no hacer ostentación de la superioridad de su alma. Bastantes problemas tenía ya con la del cuerpo. Pasó el tiempo, que en ella se detuvo con especial complacencia y la perfeccionó, si ello fuera técnicamente posible. A los cuarenta años era más hermosa aún que a los veinte. Sin saber por qué, entre los treinta y los cuarenta desembocó en el feminismo radical. Soy feminista, soy feminista revolucionaria, escribió en un artículo mediocre, del que lo único interesante era su fotografía. Después de conocer la opinión del cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro -hasta la Virgen María apoyaría la huelga feminista del 8 de marzo-, se compró una camiseta negra, en la que hizo estampar la leyenda: «Yo, como la Virgen María». Era demasiado para el Movimiento. Le sugirieron que se quitara la camiseta o se limitara a labores de oficina. A su elección. Era pudorosa por naturaleza y eligió la oficina.

A los cuarenta conoció al hombre de su vida. Él era silencioso y parecía distante. De buena presencia, al principio resultaba un poco apagado de conversación, como si a su personalidad se le estuviera acabando la batería. Pero se recargaba con el trato. Callaba muy bien. Y hablaba con precisión y oportunidad. El tipo de hombre que nunca votaría a Pablo Iglesias . -No se te ocurra piropearme, fue lo primero que le dijo ella. Eso es machista, fascista , capitalista y heteropatriarcal. No se casaron porque ella no quiso. Consideraba preferible no darle al hombre demasiada importancia administrativa. Cuando se quedó embarazada, su madre, que pertenecía a la antigua ley obstétrica , le preguntó si iba a ser niño o niña. -No seas antigua, mamá. Lo que va a venir es un ser, ni más ni menos. El sexo ya lo decidirá el ser cuando le parezca oportuno. Podrá ser hombre, mujer o no binario. Qué bonito, no binario. ¿No te parece un expresión con mucha fuerza, mamá? -Hija, a mí me parece el título de un máster en matemáticas. Pero vosotros veréis. A la madre le pareció justo el plural, para incluir en las decisiones al socio fecundador.

Y nació una niña. A las pocas horas se presentó en la clínica le presidenta de la Fundación Cinco Sexos , amiga de la madre revolucionaria. En su presencia, y con la niña en brazos, el socio fecundador hizo estas declaraciones, dirigiéndose a la nueva madre: -A la niña, amor, la inscribiré yo como niña, porque me gusta fiarme de las apariencias. Y a ti te digo que, se ponga como se ponga la Junta de Andalucía , que no entiende nada, eres una mujer monumental, única, deslumbrante, arquetípica, divina. Y que «quiero varar de nuevo tu cadera / con el ancla caliente de mi mano». Y si no te gusta que te lo diga, puedes denunciarme. Pero a ella sí le gustaba que se lo dijera. Le gustaba mucho.

Se casaron dos meses después. Y ella se dedicó al estudio del Derecho matrimonial canónico. Llegó a ser una autoridad. Una mañana, mientras desayunaban, él le confesó: -Hace días estuve en las oficinas de la Fundación Cinco Sexos. Gente simpática. Les prometí que trataría de convencerte para que les regales tu biblioteca feminista . Tú ya no la vas a necesitar y a ellos les puede venir bien. Me pareció que tienen más sexos que libros.

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