Apuntes al margen

Algo pasa con Carmen

La última salida de pata de banco, con el precio de la luz, llega con la crisis de Gobierno en marcha

Carmen Calvo, en un acto reciente Efe
Rafael Ruiz

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Reconozco que ni en la peor de las noches psicodélicas se me hubiera pasado por la cabeza encontrarme la escena de esta semana. Mientras media España regurgitaba el precio de la luz y la otra media se ciscaba en el Gobierno por los efectos de su ausente política energética, Carmen Calvo , la vicepresidenta del Gobierno plenipotenciaria, la elegida por Sánchez en los tiempos silentes de la oposición al susanato, hacía el más espantoso de los ridículos asegurando que lo importante no es el precio que se paga por planchar sino q uién se hace cargo de esa tarea doméstica , por lo demás innecesaria y plenamente censurable para cualquiera de los sexos, géneros o vaya usted a saber cómo se llama ahora.

Nunca ha sido la egabrense mujer que pasase desapercida en sus comentarios públicos, algunos de los cuales merecen ser labrados en piedra. Locuaz hasta la extenuación, la vicepresidenta siempre ha pecado de actuar por exceso en todos los órdenes de su actividad pública, particulamente en la faceta oral de su trabajo. La cuestión es que la mujer que llegó a la Moncloa como una auténtica ‘outsider’ —salió de su retiro universitario tras su paso por el Gobierno de Zapatero y aburrirse como una ostra en el Congreso de los Diputados— se ha convertido en un quebradero de cabeza para un Gobierno que anda sobrado de problemas ya de suyo.

Las últimas declaraciones —que dañan las legítimas aspiraciones del movimiento feminista al usarlas como una coartada bastante estúpida de una subida de la luz esencialmente tributaria— se suman a un buen número de intervenciones en las que, sinceramente, daba la impresión de que Carmen Calvo andaba fuera de control . Si la saga-fuga de la exhumación de la momia de Franco —con visita al Vaticano incluida— nos tuvo entretenidos unas semanas, aquella declaración explicando que el presidente Sánchez podía tener opiniones distintas al diputado Sánchez de la oposición sobre la comisión de un delito de rebelión de los políticos catalanes que ahora pretende indultar la dejó tocada del todo.

Si son ciertas las diferencias de Carmen Calvo con Iván Redondo , que por lo visto es que el que organiza el descalzaperros, el ‘conseller en cap’ del presidente tan sólo ha tenido que poner a la de Cabra delante de las cámaras para asuntos sensibles durante unos minutos cada semana que ella ya se ocupaba de sacar el kalashnikov para dispararse un par de ráfagas en cada pie. No ha hecho falta que nadie apunte por la vicepresidenta porque, a autolesionarse políticamente, últimamente no hay quien le gane. En eso es una fiera.

La miga de la telera se encuentra en los rumores de que Sánchez está barruntando ya una crisis de Gobierno a los que ya en Madrid se le ponen nombres. Los cronistas de la Corte se encuentras divididos entre los que la consideran esencial en la cosa del Gobierno y quienes le están picando ya el billete sin esperar al BOE, que es lo prudente en estos casos. Un eventual despido de su despacho en Moncloa generaría una cierta sensación de ostracismo descarnado: Calvo dejó de ser diputada en 2019. No tiene escaño.

Algo pasa con Carmen Calvo , correcto. Tantos años en la vida pública dan para conocer este tipo de trampas para osos —cuestiones en las que, llegado el caso, es mejor andar calladito como en misa— y de olfatear a tiempo qué ocurre en la calle, más allá de alfombras y tapices, para no terminar dando esa sensación de bochorno que no se explica simplemente con la obediencia al presidente.

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