Apuntes al margen

Alfaros, en musical

La enésima rotura de la calle y la situación de San Pablo obligan a plantearse los accesos al Centro de Córdoba

Rafael Ruiz

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Como todo clásico que se precie, un nuevo hundimiento del terreno ha afectado esta semana a la calle Alfaros , uno de los pocos accesos que quedan en el Centro de Córdoba supuestamente reservados a los vecinos.

El Ayuntamiento lleva meses preparando la enésima obra de reforma de una calle que fue reformada hace apenas quince años y que, cada poco tiempo, tiene que ser retocada . Porque, digamos, aquella carísima obra pública fue un desastre -hubo demasiada prisa en ponerla en marcha- que ha obligado a continuas actuaciones de renovación del pavimento, incluyendo una bastante surrealista que consistió en raspar la superficie de los adoquines para que el tráfico no generase tanto ruido.

Sucede que el problema no son los adoquines de Alfaros propiamente dichos. Acaso estos sean la parte material del asunto pero ni de broma el tema nuclear de la cuestión. Son los accesos al Centro los que son un disparate y un peligro.

Teóricamente, esta parte de la ciudad está regulada por una zona Acire , de tráfico restringido, que optó por generar muy pocas formas de entrar hasta la zona Sur de las Tendillas. Basta caminar -eso que se hace poniendo un pie detrás de otro, pruébenlo- para entender que tanto Alfaros como San Pablo son una autopista diaria, una M-30 .

En el tintero

Lo que dicen los papeles oficiales es que no iba a hacer falta entrar al Centro sino para los vecinos y propietarios de negocios. El Ayuntamiento de Córdoba prometió hace muchos años que llevaría a cabo aparcamientos frontera -de los que ya solo se acuerdan los clásicos-. Y se plantearon también operaciones de adquisición de autobuses públicos con un tamaño más adecuado y una regulación de la descarga que no sea Jauja. Incluso intercambiadores de transporte público en zonas menos centrales con el objetivo de descargar un poco el tráfico. Nada de ello se ha hecho en unos casos por desidia y, en otros, porque no interesa al Ayuntamiento o a gremios profesionales.

Así, enunciamos la teoría pero dejamos olvidada la praxis. Si Alfaros pone los desperfectos, San Pablo le pone su poquito de adrenalina a la vida diaria. Cualquiera que conozca el trasiego diario de esta parte de la Axerquía sabe que no pasan cosas malas porque Alá es grande y misericordioso. Caminar por las aceras es prácticamente imposible , algunas zonas son tremendamente angostas y la irrupción de algunas modalidades de movilidad, como los patinetes eléctricos, solo han contribuido a meter más presión en calles que tendrían que haber sido repensadas hace tiempo. Porque la conclusión es que disponemos de una amplísima zona supuestamente restringida que está llena de vehículos a motor, sobre todo, a determinadas horas del día.

Existe una diferencia sustancial entre gestionar el Ayuntamiento y la ciudad. Lo primero tiene que ver con números, contratos públicos, legislaciones, decretos. Lo otro está relacionado con una cierta visión, con tener un contacto prolongado por los problemas reales de la calle , con actuar en consecuencia. Incluso mediante la toma de decisiones que no sean precisamente populares pero que, a la larga, sean buenas para el funcionamiento general de la colectividad.

Me apuesto una caña en el Correo que esto se arregla con una reparación más de Alfaros, el musical, a la que seguirá otra y otra y otra más. Que es lo que pasa cuando se apunta con el dedo a la Luna y todo el mundo se queda mirando la grieta que tiene el dedo.

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