El Alcázar Viejo, La Judería y Santa Marina estallan con los Patios de Córdoba

La asistencia masiva a las casas en concurso durante el primer fin de semana de la cita pone a prueba la calidad del certamen

Un turista hace una foto con un móvil en Martín de Roa, en el barrio del Alcázar Viejo ROLDÁN SERRANO

RAFAEL A. AGUILAR

El primer sábado de la edición en curso del certamen municipal de Patios se celebró ayer y Córdoba estuvo a punto de no caber en sí, al menos los barrios donde se encuentran situados los más demandados, a saber: la Axerquía Norte, la Judería y el Alcázar Viejo. Santa Marina, por ejemplo, fue una verbena. A ello contribuye que en la parroquia hubo al menos dos celebraciones de notable afluencia de familiares y amigos con ganas de no pasar desapercibidos.

La taberna de la esquina con la calle Mayor tuvo tantos clientes dentro como fuera y los camareros no dan abasto. «No sé hasta qué punto merece la pena esperar tanto tiempo por ver unas flores y unas macetas. Menos mal que es gratis», se preguntaba uno de los presentes. «Un respeto que esto llevamos montándolo un siglo o más y tendrá sus fallos, pero es lo nuestro», terciaba uno de los camareros veteranos. Para caminar por Marroquíes hay que armarse de paciencia. Y no llevar prisa. La hilera de visitantes que aguardan su turno alcanza la calle Alarcón López, de manera que en La Sacristía también cuesta hacerse con un sitio.

Esperas disuasorias

El Alcázar Viejo no fue un sitio mucho más habitable cuando el estómago empieza a pedir algo para el almuerzo y los postigos de las casas que optan a los premios del Ayuntamiento andan cerca del momento de echarse para que sus propietarios descansen durante cuatro horas. En el restaurante de la Puerta de Sevilla, por ejemplo, no había ni un velador libre y la espera para conseguir una mesa con un par de sillas es más que disuasoria porque delante hay una legión de comensales. En el Mesón San Basilio ocurría más de lo mismo, así como en los al menos dos locales que se han convertido en bares de quita y pon. Platos de arroz a un euro. Raciones de tortilla con una cerveza o un refresco por la mitad de la mitad de lo que cuestan en cualquier tasca.

Martín de Roa es la calle de la amargura para Sofía del Moral, una vecina de Cádiz que se confiesa devota de la fiesta que la Unesco reconoció hace cinco años como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. «No sé que me hace más ilusión, si mis carnavales o los patios: tengo el corazón ‘partío’ entre Córdoba y mi tacita de plata», sonríe esta chiclanera que sabe y mucho de la manifestación popular más genuina del mes de mayo en la ciudad.

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