Francisco J. Poyato - PRETÉRITO IMPERFECTO
El Alcázar, 13 Rue del Percebe
El culebrón del monumento es el perfecto epítome de este desgobierno municipal
El Alcázar de los Reyes Cristianos se ha convertido en el epítome de este «tripartito cogobernado» , año I de andanzas y desventuras. Encierra la esencia de un desgobierno al que le viene grande lo pequeño y pretende arreglar lo desmesurado como si de algo nimio se tratara. Profetiza sobre el aeropuerto fantasma , el Plan General o el modelo de la Feria imbuido de estadismo, pero se muestra incapaz de dejar que los turistas se acerquen a los monumentos y museos sin reparo a que un agente de la Policía Local tenga que invitarles a salir a los cinco minutos. Lo bueno y breve, dos veces bueno, ya se sabe. La suma de episodios berlanguianos del Alcázar refleja la cabalgante descoordinación que reina en la planta noble de la calle Capitulares y en esa especie de gobernanza horizontal , impostada, sin liderazgo , con muchos compartimentos estancos, gallos y mareantes de perdices, e inflacionista de conflictos y errores que cuando se ve con el agua al cuello externaliza su obligación de decidir en supuestas comisiones de expertos a la carta. Viendo este c úmulo de despropósitos no es necesario, pues, que se licite ningún espectáculo nocturno en el Alcázar. Con el que estamos dando por semana, cumplimos sobradamente las expectativas del visitante que se deje caer por allí.
Hasta hace unos años, el Alcázar pasaba algo desapercibido en el paisaje turístico de la ciudad. O ibas a casarte, o a algún evento del rosismo, o como mucho en chanclas a algún buen concierto del Festival de la Guitarra. Medio siglo antes, Antonio Cruz-Conde se inventó el Alcázar de los Reyes Cristianos para el turismo como tantas otras cosas. Luego, otros munícipes entendieron que bien podría ser el Recreo del establishment local -qué poder no es poder sin una buena zona verde a su vera-. Hasta que empezaron a darse cuenta de que allí había soltado sus reales ronquidos Isabel la Católica , gracias a que la noria de la Albolafia paró su labranza por orden de su majestad, ya que el ruido impedía conciliar el sueño y los pensamientos sobre el Nuevo Mundo que le había descrito Colón entre sus salones. Llegó la visita nocturna, sinfonía de chorritos y luces de neón -de gusto cuestionable, a modo de salón de bodas cateto- y el adecentamiento de un recinto histórico como si de un gran jardín de recepciones oficiales e imperiales se tratara. De repente, aquella fortificación desvalida retomó tal abolengo que se colocó a rebufo de la Mezquita-Catedral como segundo monumento más visitado .
Y en estas llegó el «tripartito cogobernado» y empezó a quitar cables, desenchufar aparatos y remunicipalizar turistas. Cortó el espectáculo de luz y sonido, recuperó la figura del taquillero y sacó a barrer las pelusas que el PP parecía que había dejado bajo la alfombra. El concejal García creía haber encontrado una «Púnica» entre los mosaicos romanos. Todo un ejercicio de defensa numantina de lo público, asesorado por el tremendismo de la Intervención Municipal y el pragmatismo de los hombres de Paco... Moro, el novecento galo del ático municipal -esto es, el comité de empresa del Ayuntamiento-.
Entonces, empezó todo. Alcázar de ocho a tres con su media hora para desayunar . Turistas incrédulos con la puerta cerrada en pleno puente de masas. Promesas sobre gerentes, cooperativas para espectáculos multimedia y su tapita de corrupción en los tribunales..., y un guirigay de competencias sobre un solo recinto donde al final resulta que no manda nadie para solucionar tanto desbarajuste. Menos mal que nos queda la Policía Local y Aumente para poner orden y que todo el mundo se ajuste al horario de esta Córdoba que quiere vivir en el siglo XXI con husos de los años 70 . Y para celebrar tal derroche de gestión, una fiesta pro castrista , como mandan los cánones. Todo un espectáculo.