Rafael Ruiz - Crónicas de Pegoland

Agua caliente

Todo se puede romper pero tener semanas un geriátrico público en estas circunstancias da mucha vergüenza

Defender lo público es ese mantra de la neolengua en el que o estás con el Estado o eres medio gili. Se puede ser del equipo de fútbol innombrable incluso un borracho o algo peor, aficionado a los toros, pero si no defiendes lo público se te esquina en las conversaciones, Manolo no te pone las cañas en El Correo y en el Don Pepe te dan los jeringos fríos. Lo público es, por lo general, buenísimo y por eso hay que defenderlo contra lo malo que es, por reducción al absurdo, lo privado.

Una de las formas en las que se defiende lo público es dándole la razón como a los tontos. Porque lo público ha dejado de ser una cuestión sobre la propiedad de los bienes de producción a convertirse en una virtud teologal. «Es que nosotros defendemos lo público», dice el político de turno que cobra su salario gracias a lo privado, curiosamente. Un trabajador público tiene inmediatamente unos derechos que usted, cajera del supermercado, no podrá disfrutar jamás. La razón, huelga decirlo, es que él está en lo público y usted no. Se siente.

Lo más divertido de todo es que no se defiende lo público bueno y se critica o reforma lo público malo, como sería lógico entender. Ni siquiera se diferencia entre lo público contingente y lo público necesario. No está a la misma altura de necesidad social un departamento médico del Reina Sofía que trabaje con infecciosos que el departamento de festejos de mi pueblo. Ni un maestro de educación especial que el bedel de un centro cívico. Tampoco se debate si hay cosas que, siendo públicas, tiene sentido que sigan siéndolo y otras, que aún privadas, convendría tener intervenidas por la Administración. En esta deificación estúpida del funcionariado que nos asuela, alguien grita «que lo hagan público» como si eso lo convirtiera en algo mejor.

La residencia del Parque Figueroa es pública y, en teoría, ustedes deberían defenderla conforme a las nuevas reglas de los buenos modales. La cuestión es que no tiene agua caliente para buena parte de los mayores allí ingresados, lo cual es un detalle sin duda importante para quien allí pasa sus días o sus familias. Y no voy a defender esa parte de lo público porque es una basura, una vergüenza y un escándalo que le tendría que costar el puesto a alguien, cosa que ya sabemos que no va a pasar.

De hecho, creo que algún responsable público tendrían que estar en su satánica casa privada por tener tantos días la situación de esta manera y por no realizar tareas obvias de mantenimiento y reparación que todo edificio de tan elevada función social requiere. Prefiero que mi malísimo dinero privado no le pague el salario público a nadie que haya tenido que ver con este asunto tan lamentable. Quien tenga algún grado de responsabilidad en dejar las duchas de los mayores sin agua caliente, por acción u omisión, tendría que estar en la puta calle que, por cierto, también es pública.

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