Sanidad

Así afrontan en el Hospital Reina Sofía la recuperación física quienes sufren un ictus en Córdoba

El Hospital Reina Sofía prepara una sala de Neurorehabilitación exclusiva para quienes han vivido un infarto cerebral

Dos pacientes en camillas adaptadas realizan ejercicios en la sala de Neurorehabilitación Valerio Merino

Rafael Verdú

Hasta hace dos años, muy pocas de las personas que sufrían un ictus eran tratadas a tiempo para evitar las secuelas que puede provocar un infarto cerebral. La ventana temporal para efectuar el primer tratamiento de choque, llamado trombólisis intravenosa -inyección en sangre de fármacos que disuelven el coágulo-, estaba limitada a seis horas desde la aparición de los primeros síntomas. Un plazo demasiado corto para la mayoría de los pacientes.

En enero de 2018, el Hospital Reina Sofía de Córdoba comenzó a aplicar los últimos avances en el tratamiento urgente del ictus y como consecuencia el tiempo de reacción aumentó hasta las 24 horas. Puede parecer poca diferencia, pero no lo es. Esas 18 horas extra han permitido salvar muchas vidas. «Antes, casi ninguno entraba a tiempo», explica el neurólogo Roberto Valverde , responsable de la Unidad de Ictus del Reina Sofía. Ahora, por el contrario, «han disminuido mucho las complicaciones» y la mortalidad se ha reducido a menos de un 5% entre quienes sufren un accidente cerebrovascular.

De forma paralela a la implantación de nuevos tratamientos, entre los que se incluye un cateterismo poco invasivo, el Reina Sofía creó la unidad específica para tratar el ictus en junio de 2018. Desde entonces ha recibido de media dos ingresos cada día y el paciente número 1.000 entró, explica el doctor Valverde, justamente el 1 de enero de este año. El año pasado se realizaron 220 trombólisis , el doble que en 2017. Con todos estos avances no sólo se ha reducido la mortalidad, sino que ha aumentado la calidad de vida de quienes superan el accidente vascular. El 55% de los pacientes que sufrieron un ictus grave en 2019 fueron capaces de llevar su día a día de forma independiente, al menos para las tareas cotidianas -algunos consiguen volver a trabajar-. «Eso es casi un milagro», asevera el médico.

El equipo de Neurorehabilitación del Reina Sofía Valerio Merino

Y es que las secuelas de un ictus pueden llegar a ser muy graves , dependiendo del área del cerebro que resulte afectada. Deterioro cognitivo, trastornos del lenguaje y sensitivos o disfagia -dificultad para tragar- son algunos de ellos. Sin embargo, el efecto más común es la discapacidad en el aparato motor y la pérdida de fuerza. Hay pacientes que no pueden sostenerse en pie y otros que han sufrido la paralización de la mitad del cuerpo. La rehabilitación física es básica y suele obtener resultados esperanzadores. Por ello el Reina Sofía acaba de abrir una sala de Neurorehabilitación destinada exclusivamente a mejorar sus capacidades motoras.

Antes, los enfermos que habían sufrido un ictus conmpartían las salas de rehabilitación y fisioterapia con otros pacientes, como los que habían sufrido un accidente de tráfico . Tenían que subir y bajar varias plantas del hospital para acudir a unas sesiones que, en la primera fase del tratamiento, han de ser diarias e intensas, aunque de corta duración -entre 30 y 45 minutos-. El doctor Jesús González, adjunto responsable de la unidad de Neurorehabilitación, explica que «se decidió que lo más adecuado era habilitar esta sala, ya que así se facilita la rehabilitación ». Los ejercicios dependen de las dificultades motoras de cada paciente, pero incluyen barras paralelas para sostenerse al andar, planos inclinados para tolerar el peso del cuerpo en las piernas o camillas para movimientos articulares. Es una sala pequeña, con capacidad para cuatro pacientes a la vez, pero que podría ampliarse a corto plazo.

El ictus es ya la primera causa de muerte entre las mujeres españolas y también lo que más discapacidades graves provoca entre adultos, por encima de los accidentes de tráfico. Además, los enfermos que han sufrido un accidente cerebrovascular «cada vez llegan más jóvenes», afirma el doctor Roberto Valverde. ¿A qué se debe la tendencia? El neurólogo lo aclara: «Los jóvenes no se controlan. Hay hipertensión, colesterol, hábitos tóxicos, fumadores...».

Testimonios

Un caso es el de Remedios , una mujer de 46 años que lleva tres días ingresada en la unidad de ictus, a la espera de la rehabilitación. «Aquí voy haciendo ejercicio yo sola», afirma, y ya puede mover las extremidades tras haber sufrido una hemiplejía. «¿Te ha gustado la comida?», le pregunta el neurólogo responsable de la unidad. «No», responde con sinceridad y una sonrisa abierta Remedios . Al lado, separado tan solo por una cortina, reposa Pedro , que sufrió el ictus el mismo día de la visita de este medio a la unidad. Al poco de despertar ya preguntaba por su familia. Sufre disfagia, lleva un marcapasos, tiene cáncer y ya le han aplicado quimioterapia. La radioterapia no es viable hasta que no se recupere del ictus, pero no por ello pierde el buen humor . «Yo tengo que ir a la boda de mi nieto... que se casa dentro de 15 años», dice. Y la pila del marcapasos «me la van a tener que cambiar tres veces». Cada batería dura unos ocho años, así que los médicos no pueden por menos que reír ante las bromas de quien acaba de sufrir un ictus y encara la vida con optimismo.

Remedios conversa con el doctor Valverde; a la derecho, el paceiten Pedro Valerio Merino

El doctor Valverde explica los tres síntomas para reconocer un ictus y poder reaccionar a tiempo: desviación de la comisura de los labios, dificultad en el lenguaje y pérdida de fuerza en la mitad del cuerpo. Cuando se dan los tres al mismo tiempo, los servicios sanitarios aplican de inmediato el protocolo de ictus para no perder ni un minuto.

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