Día de la Mujer en Córdoba

8 de marzo | Precariedad, trabajo invisible y falta de recursos: los lastres de la mujer rural en Córdoba

La desigualdad de acceso a empleo y servicios frena el desarrollo de la mitad de la población del campo

Una mujer contempla fotografías de una exposición de Félix Navarro sobre la mujer rural EFE

Irene Contreras

En los últimos años ha calado el discurso de que el campo está dejando de ser un mundo de hombres. En realidad, nunca lo ha sido. Junto a los que labraban la tierra y cuidaban a los animales siempre hubo mujeres haciendo un trabajo invisible , no remunerado, que compatibilizaban con los cuidados domésticos. Al calor del movimiento feminista, y con la progresiva incorporación de la mujer al mundo laboral en todos los sectores, la voz de las trabajadoras del mundo rural ha conquistado un espacio que hasta hace poco se les negaba.

De ello tienen la culpa entidades como la Asociación de Familias y Mujeres del Mundo Rural ( Afammer ), la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales ( Fademur ), colectivos nacidos en los pueblos o trabajadoras de todo el país organizadas, como las que conforman Ganaderas en Red . Actualmente, el 49,8 por ciento de los pobladores del mundo rural andaluz son mujeres que sufren tasas de desempleo por encima del 45 por ciento. Son cifras oficiales, estadísticas que no recogen el trabajo todavía silencioso de las mujeres en sus casas y en las fincas familiares, la columna vertebral y el engranaje invisible que hace posible que el mundo -también el del campo, que en Córdoba es la segunda actividad económica más importante tras el sector servicios-, siga girando. «Muchas mujeres trabajan en el campo y eso es visto como una extensión de las labores domésticas , una ayuda familiar, cuando a veces llevan el peso de la explotación», critica la presidenta de Afammer, Rosa Fernández.

«El trabajo de muchas mujeres en el campo es visto como una extensión de las labores domésticas»

Al problema del desempleo se suman otros lastres como la desigualdad en el acceso a los recursos básicos , desde la educación y la sanidad hasta el asesoramiento ante violencia machista, pasando por las carreteras. Y ahora, cuando la despoblación está en boca de todos por el éxodo de los jóvenes hacia las ciudades en busca de oportunidades laborales y el envejecimiento de la población, las mujeres de entornos rurales sienten sobre sus espaldas el peso de una presión social: el «deber» de mantener el campo vivo, el deber de ser madres. «No somos vasijas», afirma María Sánchez , escritora y veterinaria de campo. Frente al discurso de que las mujeres son la herramienta para repoblar, dispone que para hacer del mundo rural un buen lugar en el que quedarse a vivir lo fundamental es « garantizar buenos servicios por comarcas y lanzar ayudas para gente joven».

Denuncia que no se dan facilidades para hacerlo posible. Los pueblos están llenos de casas vacías cuyos costes son inasumibles por jóvenes trabajadores. Mejorar las condiciones de acceso a la vivienda es un buen punto por el que empezar. Propone, además, incentivos fiscales para los pequeños productores y en general para quien no quiere abandonar su pueblo pero se ve obligado a hacerlo para garantizarse oportunidades.

Los avances de la Educación Pública han permitido acabar progresivamente con otro gran estigma que tenían las mujeres de entornos rurales y que era la falta de alfabetización . La ausencia de competencias básicas -lectura y escritura- es aún habitual en mujeres de edad más avanzada, aunque en generaciones posteriores se ido corrigiendo. También se han producido tímidos avances en alfabetización digital , el gran caballo de batalla del siglo XXI para las personas mayores. Las mujeres rurales representan el 52 por ciento de los usuarios de la red autonómica de centros de acceso público a Internet en Córdoba, un servicio diseñado para la capacitación digital de la población.

En Andalucía el 30% de las titulares de tierras son mujeres, y en las explotaciones ganaderas baja hasta el 14%

Hay más datos que reflejan la desigualdad entre hombres y mujeres y uno tiene que ver con la titularidad de las tierras . Según la última Encuesta de Explotaciones Agrarias solo el 30 por ciento de los titulares son mujeres, mientras que el Instituto de Cartografía y Estadística de la Junta de Andalucía señala que un escuálido 14 por ciento de las explotaciones ganaderas están lideradas por ellas. El Gobierno andaluz espera que estos datos se equilibren a medio plazo. En 2018 se aprobó el Registro de Titularidad Compartida en Andalucía, una demanda histórica que permite la gestión conjunta con todas las de la ley. Este techo de cristal del campo se replica en el mundo de las cooperativas . La directora técnica de Almazaras de la Subbética, Nuria Yáñez, critica que «cuando asisto a las reuniones de las Sectoriales de Aceituna de Mesa soy la única mujer», y que de las 820 cooperativas de la provincia tan solo 57 mujeres forman parte de sus consejos rectores.

Aunque la desigualdad es flagrante, hay optimismo. El último informe de la Confederación de Asociaciones de Mujeres del Medio Rural ( Ceres ) señala que en Andalucía el protagonismo de las mujeres como titulares y jefas de explotación ha crecido casi un 3 por ciento con respecto al año 2009. Sin embargo, casi un 40 por ciento tienen más de 65 años, y el segmento mayoritario de edad se sitúa entre los 40 y los 64 años. Aunque estos datos parecen revelar una barrera en el acceso de las jóvenes , la región puede presumir de estar en cabeza a nivel nacional. El reparto de ayudas de la Política Agraria Común (PAC) también arroja datos más positivos en Andalucía que en otras zonas: las mujeres son el 40 por ciento de los perceptores.

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