Día Internacional de la Mujer en Córdoba

8 de marzo | Ocho voces para reivindicar los derechos de la mujer rural en Córdoba

La invisibilización y la precariedad laboral, junto a la falta de servicios básicos, son los principales muros que derribar

Irene Contreras

Precariedad, invisibilización, cuidados, problemas para la conciliación laboral y familiar, prejuicios que entorpecen la tarea de desempeñar un puesto de trabajo en las mismas condiciones en que lo haría un hombre y el peso insoportable de siglos de historia silenciada de mujeres ligadas al campo. Son algunas de las barreras a las que se enfrentan a diario las mujeres del ámbito rural , desde las que se manchan las manos en el campo hasta las que trabajan en despachos, pasando por las que cuidan, profesionalmente o en sus hogares, a una población cada vez más envejecida mientras los jóvenes migran a las ciudades en busca de oportunidades. Con motivo del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer , ocho de ellas comparten sus historias e impresiones y sus fórmulas para el futuro.

1

María Sánchez. Escritora y veterinaria de campo

Heredó de su padre y de su abuelo una vocación que hasta el momento, en su familia, había estado liderada por ellos, a los que quería parecerse. Pero María Sánchez , veterinaria de campo y escritora, supo ver que mujeres como su madre y su abuela habían estado siempre ahí, haciendo un trabajo callado en las ganaderías, en las huertas y en las casas, sin el que nada habría sido posible. Entre cabras y kilómetros en carretera sacó tiempo para plasmar su visión personal del mundo rural y las mujeres que lo cuidan en una obra que se ha convertido en un manual de referencia contra la desmemoria. « Tierra de mujeres », recientemente traducido al francés, es un grito contra quienes dejan morir a los pueblos y silencian a aquellas que ahora, por fin, están tomando la palabra para hablar del campo en primera persona.

«Hemos normalizado que las mujeres trabajen a cambio de nada, y las mal llamamos superheroínas o todoterreno , cuando lo que hay es una situación de desigualdad», critica. Ese trabajo invisible , que no se recoge en las estadísticas, está poco a poco saliendo a la luz y lo hace a través de sus propias voces, que cuentan las historias de una «doble discriminación, por la falta de servicios», que se convierte en triple «en el caso de mujeres migrantes como las temporeras de la fresa ».

Contra el discurso de que las mujeres son una herramienta para repoblar la España vaciada, María Sánchez es tajante: « no somos vasijas ». Para que los pueblos se conviertan en un lugar atractivo para quedarse, considera fundamental que se garanticen servicios adecuados por comarcas y dar ayudas a la gente joven. Los pueblos, dice, están llenos de casas vacías cuyos precios son inasumibles por las personas que estarían dispuestas a habitarlas.

2

Rosa Pineda. Hortelana

Rosa Pineda defiende a ultranza que las mujeres siempre han estado estrechamente vinculadas al campo, pero si lo sabe no es por haberlo leído en los libros. «He buscado por cielo y tierra estudios, bibliografía, pero su papel en la historia del mundo rural ha sido invisibilizado», explica, y se lanza a contar, asida a la memoria familiar, cómo en los años 40 mujeres como su madre marchaban a la aceituna, con sus hijos de la mano, a trabajar con los hombres, a veces sin ver ni una moneda a cambio de su esfuerzo.

Su compromiso personal con esa dignificación del trabajo que hicieron las mujeres que ahora son madres y abuelas está en el centro de lo que hace en su día a día. Está al frente del huerto Hermisenda, en Encinarejo, donde no solo siembra y recoge sino que también se empeña en mantener vivas tradiciones ancestrales del campo. Una de las muchas labores que realiza la reconcilia con la memoria de las mujeres, que históricamente se han encargado de seleccionar y custodiar las semillas entre una cosecha y la siguiente.

«El 90 por ciento de las semillas las manejan cuatro o cinco empresas. En Córdoba se podrían hacer cosas para favorecer que los agricultores conserven sus propias semillas y no haya que buscarlas fuera», explica, para ilustrar que es, además, una técnica de autogestión que encaja con su manera de entender la agricultura. Cultiva hortalizas de temporada y al aire libre, sin invernaderos, con una filosofía cien por cien ecológica. La distribución la hace puerta a puerta o en pequeñas tiendas, lejos de las grandes superficies, dentro de una apuesta por el consumo local y el comercio de cercanía. Así llevan casi ocho años, en los que también han puesto su grano de arena para ver nacer El Ecomercado que el primer domingo de cada mes acampa en el Bulevar del Gran Capitán.

Afirma que la sociedad tiene que cambiar muchas cosas para reconsiderar el entorno rural como merece. Y que hay que empezar por la educación en los colegios . Su huerto está abierto a los escolares que quieran saber cómo se trabaja en el campo, de dónde salen los alimentos que quieren. También hay mucho que hacer, recuerda, en materia de feminismo. «Yo utilizo el tractor , y la desbrozadora , y las máquinas, pero cuando llego al taller se refieren a mi compañero», afirma.

3

Nuria Yáñez. Ingeniera agrícola

Sevillana de nacimiento y cordobesa de adopción, está al frente del Departamento Técnico de Almazaras de la Subbética en Carcabuey . Empezó en el IFAPA de Cabra, donde realizó en 1999 su proyecto de fin de carrera. Desde entonces ha estado muy vinculada al mundo de las cooperativas, pasando por el sector vitivinícola, del aceite y de la aceituna de mesa.

En Almazaras comenzó como técnica de campo, y reconoce que cuando aterrizó en la Subbética, a los 27 años, percibía actitudes paternalistas y descreídas por parte de los agricultores a los que orientaba los tratamientos. Celebra cómo han cambiado las cosas. A día de hoy, «respetan mis sugerencias y consejos». No es para menos: Nuria Yáñez cuenta con varios premios de I+D+i relacionados con la innovación en la aceituna de mesa. También ha recibido reconocimientos en materia de igualdad que la llevan a pensar que su departamento, compuesto en un 50 por ciento por mujeres, está marcando el camino correcto.

Su experiencia individual no casa sin embargo con la realidad general de la mujer en el campo. «La tasa de desempleo de mujeres rurales es más alta que en entornos urbanos y la mayoría de los puestos ocupados por ellas son precarios y escasamente remunerados», denuncia. Es uno de los motivos por los que cree que se está produciendo un éxodo a las ciudades. Señala también las desventajas del mundo rural, sobre todo para una profesional que, como ella, también es madre, y que se concretan en la falta de servicios. Desde los colegios, que se encuentran fuera de los municipios, a la lejanía de las tiendas donde hacer las compras, pasando por la falta de personal en centros sanitarios comarcales. Todo ello dificulta el día a día de las familias que tienen que conciliar.

Por eso considera urgente que, al tiempo que la mujer adquiere más protagonismo en el mundo rural y toma parte en su desarrollo, se implementen mejores herramientas de « cuidado, corresponsabilidad y conciliación en nuestros pueblos».

4

Charo Jiménez. Vitivinicultora

Pertenece a la cuarta generación de viniviticultores al frente del Lagar La Primilla , en Montilla, y preside la Asociación de Lagares. Junto a su hermana, dirige uno de los grandes templos de la vid de toda la Campiña y está orgullosa del legado familiar que les ha dejado su padre y que comenzó con su bisabuela. «Nosotras pudimos estudiar, pero nos gustó el trabajo de la tierra », explica. De él aprendieron todo lo que saben, y a él le rinde homenaje con el sombrero cordobés que siempre llevaba y convirtió en su signo de identidad. Ahora, su hija lo ha asumido también como el suyo.

Aunque la primera propietaria del lagar fue una mujer, y siempre hubo mujeres trabajando en la vid, lo que ella llama «el trabajo bonito» se reservaba a los hombres. Desde que están al frente del lagar, además de impulsar la cultura de la vid como atractivo turístico y abrirse a las visitas, se han esforzado por especializar a sus trabajadoras. A día de hoy, presume de que el reparto es equitativo y que tienen paridad en su plantilla: « Nuestra bodega es una bodega de mujeres ».

El camino no ha sido fácil. «Hemos tenido que romper muchas barreras en un mundo, el del vino, que hasta hace poco era cosa de hombres», afirma. Ha sentido el recelo de los clientes que preferían que el vino se lo vendiera un hombre, aunque a día de hoy considera que se ha ganado el respeto que merece. En cualquier caso, de su experiencia saca una conclusión: «Las mujeres tenemos que demostrar el doble o el triple que los hombres. Las exigencias con nosotras son mayores ».

5

Rosa Fernández. Asociación de Mujeres Rurales

Rosa Fernández era una chica de ciudad que, como tantas otras, pasaba sus veranos en el pueblo de los abuelos. Por avatares de la vida, acabó instalándose en Villaviciosa , que es su hogar desde hace 26 años. Allí se comprometió con la visibilización de las mujeres rurales y se unió a la Asociación de Familias y Mujeres Rurales ( Afammer ), una entidad que en los años 80 fue pionera al reunir a un pequeño grupo dispuesto a derribar las barreras del género y que a día de hoy cuenta con más de 180.000 socias en España.

La asociación, explica, nació para dar respuesta a una necesidad social. Las mujeres necesitaban hacer vida fuera de sus casas , respirar lejos del núcleo familiar, realizar actividades y viajes que les permitieran crear comunidad entre ellas. Ahora, «nuestra primera línea de trabajo es la formación para el empleo. Sin independencia económica no hay empoderamiento. Si una mujer decide ser ama de casa tiene que ser por elección personal, y no un imperativo por no poder acceder a un trabajo remunerado», sostiene.

Critica que las políticas públicas se diseñen desde los despachos de Madrid o Sevilla, «sin pisar los pueblos» para conocer las necesidades de sus vecinos. El objetivo de lograr una igualdad real pivota, afirma, sobre pilares fundamentales como « transportes, comunicaciones y servicios sanitarios, sociales, educativos y culturales », que son los mismos que garantizarán «que nuestros pueblos sean un lugar para quedarse».

6

Brígida Jiménez. Experta en aceite de oliva

Es una eminencia mundial en Elaiotecnia (fabricación de aceites) y una experta en las características sensoriales del aceite de oliva como indicadores de su calidad. Brígida Jiménez lleva 30 años dirigiendo el Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera ( Ifapa ) de Cabra, aunque empezó en 1986 a trabajar en agricultura, un mundo al que llegó persiguiendo su pasión al margen de los estereotipos de género, que la condujeron en su juventud a estudiar Farmacia en lugar de otras carreras específicas como la Ingeniería Agrónoma, que entonces se asociaba más a los hombres.

«Cuando estudiaba botánica no me quitaba de la cabeza el aceite de oliva» y decidió especializarse en la materia después a través de un máster. Desde que logró hacerse un sitio en el mundo del olivar por sus propios medios no ha sentido rechazo alguno por parte de sus compañeros, independientemente del género o del estrato profesional al que pertenecieran. Ni los jefes, ni los agricultores. «No puedo decir que se me haya faltado el respeto. Me ha dificultado más el trabajo el hecho de no ser agrónoma, pero siempre he podido hacer valer mis criterios, mis objetivos» con su formación por bandera.

Sabe, sin embargo, que la realidad no es la misma a pie de campo, y que existe una verdadera discriminación de las mujeres en los ámbitos de toma de decisiones . No hay más que ver, dice, la participación tan desigual que se produce entre mujeres y hombres en mesas técnicas y organismos de representación , copadas por ellos aunque en el día a día del sector del conocimiento ellas sean mayoría. «Veo pocas mujeres en la toma de decisiones, pero confío en que esta realidad irá cambiando», defiende.

7

María José Rojano. Ayuda a domicilio

El mundo rural es mucho más que el campo. El envejecimiento de la provincia requiere también de una respuesta asistencial que, en una sociedad que aún mantiene vigentes los roles de género tradicionales, recae sobre los hombros de las mujeres, tanto las cuidadoras domésticas como las profesionales. María José Rojano dirige la empresa de Cuidadoras a Domicilio Baenenses (Cudoba), que arrancó en los 90 como la cooperativa de cinco socias y ahora emplea a medio centenar de auxiliares de ayuda a domicilio.

Es más que una actividad económica. La ayuda a domicilio es el punto de apoyo que permite que las personas dependientes y sus familiares vean sus vidas alteradas lo mínimo posible, evitando el desarraigo y potenciando la autoestima al propiciar la autonomía.

«El envejecimiento de la población, y el aumento de la franja de personas de 80 y más años, afecta de modo especial a las zonas rurales », explica Rojano, que también apunta a cambios en las estructuras familiares y a redes de apoyo más débiles que hacen más vulnerables a los mayores.

Los hombres representan menos del 5 por ciento en este sector feminizado, algo que se explica por los « prejuicios » sociales que llegan hasta los propios hogares. «Las personas usuarias suelen preferir a mujeres, a las que consideran, en concordancia con los estereotipos de género , más aptas para este tipo de servicio», afirma.

8

Manuela Romero. Alcaldesa de Zuheros

Manuela Romero lleva casi una década al frente del Ayuntamiento de Zuheros , un pequeño pueblo de la Subbética que vive principalmente de la agricultura y el turismo. Es la primera mujer que ha accedido a la Alcaldía y admite que «he tenido que ir rompiendo estereotipos». Desde muy joven se implicó en la política local, una parcela de actividad que estaba «reservada a los hombres».

Los estereotipos siguen pesando en un mundo rural que es, dice, tan machista como pueden serlo las ciudades, aunque defiende que «la educación y la formación» han mejorado las cosas. «Gracias al sistema de educacion pública del que hemos disfrutado, la mujer de Zuheros hoy estudia y se desarrolla profesionalmente igual que los hombres», celebra la regidora zuhereña, que afirma que en las últimas generaciones «un 80 por ciento de las mujeres tienen estudios universitarios , de si bien es innegable que el acceso al empleo y la promoción profesional queda muchas veces condicionada» por cuestiones de género. Pone el ejemplo del olivar. «El trabajo en el campo demanda esfuerzo físico y a veces se puede marginar a la mujer por creer que no tiene esa fuerza», admite.

Cree que es «cuestión de concienciación», de valorar las capacidades de trabajo de las personas por encima de su género. Y el camino trazado es el correcto. En Zuheros, desde el año 2012 existe la asociación de Mujeres Sujereñas , que trabaja por la consecución de la igualdad entre hombres y mujeres. «Afortunadamente también en Zuheros tenemos ejemplo de agricultores y trabajadores y trabajadoras implicados y concienciados en la igualdad laboral de mujeres y hombres», afirma.

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