TRIBUNA LIBRE

600 años de lupanares en el Casco de Córdoba

«Los prostíbulos proliferaron en Cardenal González, Caldereros, Rey Heredia o en el último tramo de la calle de la Feria»

La calle Cardenal González antes de su reforma ARCHIVO

Manuel Ramos Gil

A la gente de mi generación le sonará a chino el turbio y nada agradable asunto que afectaba y perjudicaba gravemente a una parte de nuestro Casco Histórico hasta tiempos muy recientes. Hoy en día resulta casi imposible imaginar que calles, como Cardenal González , repleta de gente, con decenas de tiendas, bares y restaurantes, hace muy pocos años fuese la «vía del pecado» y centro de la Córdoba golfa . Pero no fue un espejismo, todo aquel submundo existió y los cordobeses algo mayores que yo lo recordarán a la perfección.

Sin embargo, yo pertenezco a una generación de transición, desde un Casco Histórico que en ciertas zonas se mostraba lúgubre e insalubre a otro, el actual, que aspira a consolidar aquel título de Patrimonio de la Humanidad que se le concedió hace 25 años. Un Casco que sigue aquejado por multitud de problemas, aunque la prostitución ya es casi un recuerdo. Así pues, por mi edad, este problema lo conocí de manera muy tangencial, a partir del año 2007, que es cuando comencé las obras de rehabilitación de la Casa de las Cabezas . Precisamente, en aquel tiempo, la calle de las Cabezas era de las pocas del entorno que se salvaban de tener algún que otro «tapao» o prostíbulo. Recuerdo que cierto día me dirigí a comprar a la droguería (hoy tienda de « souvenirs ») que existía en la plaza del Potro; conocí a su dueño, una persona mayor, que expresaba con felicidad cómo estaba cambiando para bien la zona gracias al turismo. En concreto, me contaba la anécdota de que en su infancia los domingos iba a misa de doce a la Catedral y su madre siempre le decía lo mismo: « ve por la calle Cabezas, no por Cardenal González ». La madre quería evitar a toda costa que su hijo transitase por la vía del pecado , Cardenal González, que en nada se parecía entonces a la de ahora en su ambiente. En efecto, durante años, la calle en cuestión estuvo plagada de chulos y burdeles, convirtiéndose en un lugar nada recomendable para transitar, especialmente a partir del anochecer. Pero los prostíbulos -que en la mayoría de las ocasiones no eran más que casas muy pequeñas, ruinosas e insalubres-, también proliferaron en otras calles vecinas, como Caldereros , Rey Heredia o en el último tramo de la calle de la Feria .

Muchos años antes, concretamente a partir de la Edad Media, el sitio de alterne por excelencia en Córdoba se encontraba no muy lejos de aquella zona, en un callejón sin salida llamado « de la Mancebía ». Se ubicaba en la calle con salida a la Ribera, llamada Enrique Romero Torres . De esta guisa, lo que hoy son concurridos y conocidísimos bares y terrazas, en otros tiempos fue el lupanar más rentable de Córdoba, al menos durante un tiempo. En efecto, el conocido callejón tuvo un gran auge y fue un negocio muy lucrativo en los tiempos de los Reyes Católicos , momento en el que Córdoba se convierte en el centro neurálgico de las operaciones para la conquista definitiva de Granada. En aquellas décadas de 1480 y 1490 la ciudad recibe a multitud de soldados que van o vienen de la guerra de Granada y que encuentran en los mesones y en la Mancebía del Potro el lugar idóneo para satisfacer sus instintos básicos pagando a maravedí el servicio .

Con el paso del tiempo, aquel callejón de la Mancebía se queda vacío de huéspedes y el negocio de la prostitución se traslada a las calles antes citadas, corrompiendo una zona que tradicionalmente había sido uno de los centros neurálgicos del comercio y la artesanía cordobesa. En efecto, a esta zona situada al sureste del barrio de la Catedral se trasladó en el siglo X, desde la Puerta de Sevilla , el gran Zoco musulmán , después de que quedase destruido durante un pavoroso incendio. En esta nueva zona pues, en los siglos siguientes, perdura aquella tradición artesanal, localizándose en la misma la Alcaicería o mercado de sedas, la Alhóndiga o depósito de granos y un sinfín de artesanos y comerciantes de cuyos oficios aún nos informan los viejos azulejos que rotulan las calles y callejas de entorno; Bataneros, Zapatería vieja, Cordoneros, Alfayatas, Arquillo de calceteros, Badanillas, Pimentera, etcétera.

Desaparecidos todos los antiguos gremios artesanales, esta zona fue ocupada en parte por castellanos nuevos, es decir, gitanos. Así lo relataba Ramírez de Arellano en sus Paseos por Córdoba, autor que además apuntaba el hecho de cómo aquellos vivían en «casas malas y pequeñas». La ocupación debió ocurrir a finales del siglo XVIII o principios del siglo XIX, y en tal sentido es indicativo que con el nombre « de los Gitanos » aparece nombrado una parte del barrio en el llamado Plano de los franceses, primer mapa- callejero de Córdoba realizado en 1811 durante la invasión francesa. Desde entonces, payos y gitanos han cohabitado sin mayor problema y ambos sufrieron la degradación progresiva de la zona y el problema de la prostitución hasta hace muy escasos años.

La señal de la escoba

Decía al comienzo de este artículo que la prostitución el Casco Histórico es ya casi un recuerdo, y recalco el «casi», pues que yo sepa siguen activas todavía un par de casitas en el entorno, aunque con las horas y los días contados. Una de ellas, a falta de otros medios más modernos, sigue avisando a los clientes de la disponibilidad del servicio con un método muy curioso; la meretriz saca una escoba a la puerta de la calle y dependiendo de la postura en que la coloque, el cliente sabe si puede pasar directamente (cuando el escobón está boca abajo), o bien debe esperar un rato (si el escobón mira hacia arriba).

Pero no es ésta la única anécdota que os podría referir acerca de estos tugurios, pues recuerdo cómo en cierta ocasión encontré bloqueado el acceso a la calle Cabezas por sus dos extremos; Policía Nacional y otras personas enchaquetadas -que se me antojaban anglosajonas-, mantenían un férreo control de acceso que finalmente pude sortear tras mostrar mi documentación y explicarles que me dirigía a la obra de la Casa. Me percaté de que todos los burdeles de la zona permanecían cerrados; enseguida pensé que algo grave había ocurrido, quizá un asesinato, aunque los rubios de traje negro me descuadraban la idea... A los pocos días descubrí el misterio; se había alojado en la calle de las Cabezas, en una preciosa casa solariega perteneciente a un famoso guitarrista, nada más y nada menos que el primer ministro inglés, Tony Blair , en compañía de su familia. Ante tales circunstancias, representantes de Scotland Yard se dirigieron a las señoritas que hacían la calle ofreciéndoles dinero a cambio de que no estuviesen visibles durante la estancia del mandatario inglés. No sé la cantidad que se les pagó, ni siquiera si realmente llegaron a cobrar o por el contrario se utilizó con ellas algún medio de presión , pero sí que puedo dar fe de que, al igual que en Semana Santa , las puertas de los lupanares del Casco permanecieron cerradas a cal y canto durante varios días.

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