CULTURA

2016, el año que pasó de largo

San Sebastián dejó a Córdoba sin «su» Capitalidad. Ésta es la crónica de una decepción

Marcha en favor de la Capitalidad en marzo de 2011 por el Puente Romano VALERIO MERINO

R. AGUILAR

LA pajarita de Manfred Gaulhofer voló hacia otra parte. Hacia el norte. Hacia San Sebastián. Y Córdoba se ahogó en un mar de lágrimas. La sobremesa se estaba apagando el 28 de junio de 2011, martes, cuando el presidente del comité de selección de la ciudad que iba a acoger la Capitalidad Cultural Europea de 2016 pronunció en un auditorio de Madrid el nombre de otra capital.

El entonces alcalde, José Antonio Nieto (PP), estrenaba el cargo con un disgusto. De nada había servido, a lo que parecía, el esfuerzo de tantos años y la voluntad de todas las fuerzas políticas y las principales instituciones por empeñarse en una labor común más allá de las siglas y de las diferencias. Porque lo que unía era el sueño de que la cultura hacía mejor a los hombres y que Córdoba era el mejor lugar para vestirla de largo justo en el año que ahora acaba de empezar. Éstas son las claves del año que pudo ser y ya nunca será.

Del cuento de hadas a la pesadilla

La sensación que cundió poco a poco fue que en la decisión del jurado, unánime y hasta entusiasta a favor del proyecto «Donostia 2016», pesó la política más que las propuestas meramente culturales. Las críticas del Ayuntamiento y la Junta de Andalucía apuntaron enseguida hacia esa dirección. «Espero que nadie se arrepienta de esta decisión», advirtió Nieto al bajarse en Córdoba del AVE que lo traía de Madrid junto a la gerente de la Fundación Córdoba 2016, Carlota Álvarez-Basso, entre otros responsables y autoridades. «La paz no se logra así», lamentó la exrregidora Rosa Aguilar, que en esos momentos ocupaba el cargo de consejera de Medio Ambiente, Rural y Marino de la Junta de Andalucía. «Estamos muy sorprendidos», reconoció quien estaba al frente de la Universidad de Córdoba (UCO) como rector, José Manuel Roldán Nogueras.

El Supremo rechazó el recurso contra la decisión del comité de selección

Los datos que trascendieron al cabo de los días inmediatamente posteriores a la designación de la San Sebastián gobernada por el partido separatista Bildu fueron concluyentes en relación al componente estratégico de la misma, o lo que lo mismo, en que las autoridades europeas buscasen con ella un efecto pacificador en un territorio —el País Vasco— donde la sombra del terrorismo era aún muy tupida. El ejemplo más claro fue la noticia, adelantada por ABC el 30 de junio de 2011, de que una de las trece integrantes del jurado, Cristina Ortega Nuere, formaba parte del Gobierno vasco como asesora del Consejo de la Cultura.

Del enfado a los tribunales

De manera que el tránsito de la decepción al enfado era cuestión de tiempo en Córdoba. Pocas horas después de conocerse que el sueño de la Capitalidad volaba lejos del término municipal un prestigioso bufete de abogados, el de Mariano Aguayo, anunció que estaba estudiando impugnar la decisión del comité de selección porque al realizar su juicio podrían haber primado elementos de naturaleza política.

El Ayuntamiento —que recibió anónimos acerca de que el jurado estaba viciado de origen en favor de la candidatura donostiarra— hizo suyas las reclamaciones de la firma de Aguayo y promovió un recurso ante el Tribunal Supremo al entender que el jurado no cumplió con los criterios de valoración fijados en las normas europeas. El alto tribunal acabó desestimándolo porque «la cuestión quedaba fuera de su ámbito de competencia».

El «espíritu de 2016»

Pero tras el fiasco algo pervivió: el denominado «espíritu de 2016» o, dicho de otra manera, la voluntad expresa de que Córdoba, aunque destronada, debía mantener el pulso del proyecto cultural que ya había emprendido. Con este objetivo, el Consistorio lideró en colaboración con la Junta de Andalucía la redacción a lo largo de ese año y de 2012 del documento «Córdoba Reinicia», en el que se proponía una serie de puntos para la reformulación cultural de la ciudad.

La Fundación Córdoba Ciudad Cultural, creada en 2006, amagó con desaparecer, pero continuó existiendo, al menos de un modo nominal, por más que sin gerente y sin el personal que había conocido hasta ese momento. Mas su navegación fue de cabotaje y la singladura más que corta, pues celebró su última reunión en diciembre de 2012 y en 2013 no tuvo actividad alguna. En marzo de 2014, el Pleno municipal certificó su extinción después de meses en barbecho.

Las inversiones perdidas

Fue ése el punto y final de un sueño cuyo languidecimiento se dejó por el camino inversiones millonarias en materia cultural que la ciudad ya nunca tendrá para sí. Porque las previsiones eran más que ambiciosas: el documento que fijaba las claves del proyecto de 2016 preveía unas inversiones entre 2011 y 2017 en la capital por valor de 922,1 millones de euros, de los cuales el principal montante (809 millones de euros) correspondía a desembolso de capital mientras que 113 estaban orientados a gastos de explotación.

La mayoría del dinero previsto en inversiones era de naturaleza pública

Las expectativas relacionadas con los ingresos tampoco eran desdeñables. Según el documento de la propuesta de la candidatura editado por el Ayuntamiento cuando el proyecto estaba aún fraguándose, el mundo de la cultura en Córdoba iba a recibir un aluvión de dinero entre 2011 y 2017 la cantidad era de 113 millones de euros. La mayoría de este dinero correspondía al desembolso procedente del sector público (84 millones de euros) mientras que del privado procedería uno de cada cuatro euros ( 28 millones en total). La anualidad en la que el montante iba a ser mayor era justo la de 2016, cuando los ingresos ascenderían a 18,2 millones de euros. En 2015, la suma ascendía a 5,7 millones mientras que en 2014 era de 2,3 millones.

El turismo como factor clave

El turismo, tal y como aclara el documento citado, iba a ser clave en el proceso de desarrollo del sueño de la Capitalidad. Los promotores del proyecto tenían claro, de acuerdo a la red Eurocities, que «la cultura es fundamental para el turismo sostenible y del patrimonio». A mediados de la primera década de este siglo, la capital contaba con 5.109 plazas de alojamiento entre camas hoteleras y otro tipo de establecimientos y las cifras que barajaban los redactores de la memoria de 2016 era que a finales de este decenio se crearan 900 más.

La relación de las infraestructuras planteadas suena hoy a utopía

La relación de las infraestructuras culturales que habrían de reforzar la apuesta patrimonial de cara a la Capitalidad suena un tanto utópica leída con el paso de los años. La memoria contaba con que el aeropuerto iba a estar operativo para aeronaves de medio y largo alcance en 2015 mediante una inyección económica de 90 millones de euros y que Córdoba iba a contar en esa misma fecha con un tranvía urbano financiado por la Junta de Andalucía.

El C4 como símbolo (y sin abrir)

La propuesta de la candidatura de Córdoba para 2016 que expresa el documento elaborado por el Ayuntamiento y difundido a finales del invierno de 2011 se hacía una pregunta en sus páginas finales que ahora cobra un sentido especial. La reflexión en cuestión tenía el siguiente título: «¿Tiene previsto la ciudad desarrollar proyectos culturales particulares en los próximos años, independientemente de que tenga éxito en su candidatura al título de Capital Europea de la Cultura?».

La respuesta era clara, concisa y bien contundente, al punto que deja al descubierto las vergüenzas de la actualidad. Es ésta: «Con independencia de que Córdoba sea la ciudad elegida, existe un acuerdo de todas las instituciones para mantener las grandes apuestas programáticas, tales como el Foro Córdoba para el diálogo mundial, al que han mostrado su apoyo múltiples instituciones internacionales y personalidades de prestigio mundial, y que se convertirá en un referente de las prácticas de resolución pacífica de conflictos».

La Junta quiere abrir el C4 este año como símbolo del esfuerzo por el Capitalidad

Se trata solo de uno de los objetivos que han hecho aguas. Había más que han quedado en el mismo triste lugar, que es el del olvido. «Crearemos una agenda cultural única en la que participen las entidades públicas y privadas», añadía el texto, al tiempo que insistía en que «se insistirá en la profunda renovación museística, en el fomento de las relaciones con el mundo árabe y judío y se reforzarán las artes escénicas de la ciudad con más instalaciones». En este mismo listado aparece «la mejora y la consolidación de la creación contemporánea y la puesta en marcha del C4». Ha llegado 2016 y sigue cerrado. La promesa de la Junta es que el año no acabe sin que se abra.

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