Pasar el rato
El mal
La publicidad lo creó y solamente la publicidad puede llegar a explicarlo
Interrumpimos nuestra emisión de artículos sobre Córdoba, la bienamada, para ocuparnos esta semana del mal, un argumento de éxito en la política y en los medios de comunicación. Me parece difícil encontrar hoy en la vida pública española un personaje más siniestro y más dañino que Pablo Iglesias Turrión , un pensador especializado en sí mismo. Como Pedro Sánchez, pero con una soberbia menos flexible.
Desde su primera intervención pública, no le he oído o leído nada positivo, nada creativo, nada original. Ninguna propuesta que sirva para construir, para mejorar. Tiene del prójimo una concepción utilitaria, a la que llama derechos sociales . Utiliza a la gente de más humilde condición como pretexto para alcanzar el poder. Y una vez alcanzado, la gente de más humilde condición se convierte en un obstáculo para mantenerlo. No quiere únicamente mandar, quiere, además, que se reconozca su superioridad. Por eso lo despreciamos. Ignora que lo más penoso de la esclavitud es la falta de nivel de los amos. Fatiga la vulgaridad cada vez que habla, y ni uno solo de sus discursos ha conseguido mejorar el silencio.
Durante más tiempo del que sería deseable le hemos pagado un sueldo de vicepresidente del Gobierno de España, para que haga y diga tonterías. Tiene con nosotros una deuda de calidad, de esfuerzo, de estilo, de responsabilidad. Lo que debe hacer es ponerse a trabajar en serio en algún sitio, y empezar a devolvernos lo que nos debe. Habla exclusivamente por vanidad , ningún otro propósito anima sus monólogos. Cree que los españoles se despiertan cada mañana pendientes de sus opiniones, que no son mejores que las nuestras, ni tienen más nivel intelectual, ni están expresadas con más belleza.
Es el hombre más condescendiente con sus errores del que tengo noticia reciente. Lo mismo que Pedro Sánchez, con el que tiene tantas afinidades, miente y traiciona por instinto, no por hábito. Es congénitamente amoral. Está diseñado para perjudicar, igual que las aves vuelan y los peces nadan. Por eso, con pocas excepciones, tiende a rodearse de gente muy parecida a él. Su ambiente natural es el insulto, la raposería y la sangre, a la que ha hecho no pocas referencias admirativas. Saca toda su fuerza del odio. Por eso es tan débil.
Cincuenta guardias civiles / protegen Galapagar, podría ser el comienzo de un indignado romance capitalista . Ese fatuo no numerario que se llama Pablo Iglesias es un producto exclusivo de la publicidad. La publicidad lo creó y la publicidad lo explica. Por eso busca él entrevistas desesperadamente. La mayoría de los votantes modernos tiene el cerebro habilitado para la publicidad, y en él se puede volcar cualquier cosa, desde una buena compresa hasta un mal presidente del Gobierno. Todo se compra y todo se vende, y el precio lo determina el tiempo de exposición a la curiosidad ajena. Vestimos de manera parecida, sobre todo en el Parlamento, nos reímos de los mismos chistes, consumimos los mismos programas de televisión y dejamos de pensar en las mismas cosas. Esa es la razón del éxito de Pablo Iglesias .