Volver después de mirar el rostro de la Virgen del Rocío

La romería del Rocío ha terminado y el corazón de los romeros ya empieza a querer avanzar las páginas del calendario lo más rápido posible. Este lunes, la hermandad de Córdoba se despidió de la aldea de Almonte después de vivir la última jornada de fervor rociero. La Virgen del Rocío, el motivo por el que han caminado tantos kilómetros, acudió a ver a la hermandad en el acto de la visita al simpecado. Y éste, al final de la mañana, regresó de nuevo al lugar donde descansará hasta la próxima romería.

El salto a la reja de la ermita del Rocío sucedió a altas horas de la madrugada. El momento más esperado del año para los rocieros se vivió de noche y con una ilusión desbordante. Al día siguiente, este lunes, a las nueve de la mañana, todos los romeros estaban dispuestos a vivir las últimas horas de romería en compañía y frente a la Virgen del Rocío. Organizaron la casa hermandad y prepararon al simpecado, que salió a la calle del Ajolí a esperar la llegada de la Blanca Paloma.

La Virgen del Rocío acudió, portada a hombros, hasta el lugar en el que aguardaba la hermandad del Rocío de Córdoba. Allí pudieron contemplarla a la luz del día, frente a frente y sin más compañía que el de sus hermanos de romería. Éstos alzaron a hombros al capellán del camino y, acompañado de vivas a la Virgen, rezó el Dios te Salve. Quizás el momento más íntimo de los hermanos rocieros con la Virgen y, también, el último.

Después de ese instante, los romeros empezaron a sentir que la romería había terminado, que tocaba regresar y despedirse de la aldea. Con alegría, el espíritu que ha caracterizado a todo el grupo durante todas las jornadas de romería, realizaron en la casa hermandad el acto de guardar al simpecado. Después, y poco a poco, cada romero se fue despidiendo de sus hermanos de camino. A todos les esperaba un largo camino de regreso a Córdoba, donde esperarán con gozo renovado a que pase otro año para volver a contemplar a la Virgen del Rocío.