La Cuaresma en ABC
De los sueños de un niño a la realidad: cómo se funda una cofradía en Córdoba
Miembros fundadores de hermandades ya consolidadas hablan de los comienzos en que dieron forma a sus corporaciones, de las dificultades a las que se enfrentaron y las ilusiones que alimentaron
El bordado completo del techo del palio del Dulce Nombre estará en 2024

La hermandad de los Dolores, la de la Esperanza, la del Prendimiento. Cofrades o no, muchos en la ciudad saben que existen cofradías con estas y otras advocaciones y saben o al menos intuyen la masa social y la actividad que hay detrás de estos nombres.
Son realidades consolidadas, pero hubo un momento en que no lo fueron, en que tuvieron que levantarse desde la nada. Los libros de historia cuentan siempre una frase o una fecha que hablan del origen, pero, ¿cómo son en realidad los orígenes de una hermandad, el momento en que una idea empieza a dar fruto?
ABC ha hablado con dos cofrades que estuvieron presentes en el momento de la creación de sus hermandades para conocer cómo fueron esos inicios y cómo se levanta un edificio del que no hay ni siquiera cimientos en un primer momento.
Manuel Roldán, ahora sacerdote, estuvo presente en los momentos en que la hermandad de la Vera-Cruz daba sus primeros pasos. Era el año 1980, recuerda, y tras pensar en otros pasajes pensaron en recuperar esta advocación perdida, que había sido fundamental en la Semana Santa de Córdoba hasta el siglo XIX.
Una cofradía que está constituida se reúne ante todo en torno a unas imágenes titulares, pero en aquellos momentos el motor es siempre la amistad, el tirar de gente a la que se conoce y se quiere hacer partícipe de un proyecto que ante todo es una ilusión.
Lo recuerda también el cofrade José Marín Galisteo, que estuvo en el grupo del que nació la hermandad de la Estrella, y que llegó a ser hermano mayor en los primeros años del siglo XXI.
«Éramos muy jóvenes, unos niños. Yo llegué gracias a Manuel Luque, el que ahora es director de la agrupación musical, que era compañero mío en el instituto», recuerda. Y sí, suele ser el empeño de gente joven, pero también se necesita a adultos que tomen la voz y sean capaces de convencer a otros adultos de los serio del proyecto.

Para los que crearon la Estrella, esta presencia fue la de otro Manuel Luque, el padre del músico, que fue quien habló con Antonio Gómez Aguilar, el recordado párroco de la Trinidad, para hablar de las intenciones de los jóvenes cofrades. «Es la cara visible, es lo que nos da ese respaldo y seguridad. Fue la figura fundamental porque aportó madurez y tranquilidad y nos dejó hacer», cuenta.
Los jóvenes cofrades de la Estrella se establecieron en la Trinidad en torno al Ecce Homo que estaba en el retablo del Cristo de la Salud y de la Dolorosa que llamaron de los Remedios; los de la Vera-Cruz buscaron un lugar y lo encontraron en una iglesia regida entonces por las religiosas filipensas: la del Buen Pastor, que hoy se vuelve a llamar de San Roque. Allí les influyó el ambiente de juventud que se vivía entonces.
Una hermandad que comienza a nacer necesita hacerlo todo nuevo y para eso es necesario el dinero. Entonces no hay papeletas de sitio, apenas cuotas y mucho menos subvenciones públicas, que en aquellos años 80 eran mucho más reducidas que ahora. José Marín cuenta cómo iba con Manuel Luque Bellido vendiendo papeletas de rifas por las casas. «Y a veces hasta nos compraban», dice mitad en broma mitad recordando lo difícil que era. Y eran rifas particulares: «Por los años 80 hubo una época de escasez de combustible en que subieron los precios y una de las rifas eran precisamente 100 litros de gasolina».
Las cruces de mayo eran una buena ocasión para conseguir recursos, porque no costaba que el Ayuntamiento autorizase instalarlas en la calle. La Vera-Cruz lo hizo e incluso con los años pidió una caseta en la Feria; la Estrella puso la suya en la plazuela que se abre en la calle Sánchez de Feria ante el lugar en que ahora está el Archivo Municipal.
Manuel Roldán estudiaba en Sevilla y muchas tardes se acercaba al taller de Antonio Dubé de Luque, uno de los grandes escultores de la Andalucía del final del siglo XX. Compartía impresiones con él y le confiaba las ilusiones de aquella nueva hermandad que estaban creando en Córdoba.
Más de una vez ha confesado la importancia que tuvieron su criterio y sus consejos en la configuración estética de la cofradía. Por ejemplo, conocía a las imágenes de la Virgen de Consolación y de la Aurora que había hecho con los ojos azules en Sevilla y pensaron que querían lo mismo para María Santísima del Dulce Nombre, «por la idea de la pureza y de la juventud».
Ideas
De Dubé sería también la postura y la disposición del Señor de los Reyes, que no sólo abraza la cruz del martirio, sino que «la lleva como una bandera», en una imagen de profunda significación sobre la redención.
En esas épocas todo está por hacer. Cuenta José Marín que no tienen un acta fundacional como tal en que se constituyera la futura hermandad de la Estrella, sino el acta de la primera reunión que celebraban. «Y en cada reunión se ponían muchas ideas, se limaban y también se replanteaba la cofradía», revela.
La Virgen del Dulce Nombre se bendijo en el Buen Pastor; la de la Estrella, en las Esclavas. En el ámbito de la parroquia de la Trinidad llegó a haber cinco cofradías aquellos años: el Vía Crucis, la Santa Faz (posterior a la Estrella, pero que despegó antes, recuerda José Marín), la Vera-Cruz, la Estrella y luego la Sagrada Cena.
«Cruces y rifas ayudaban a conseguir dinero. Íbamos casa por casa y a veces compraban papeletas», recuerda José Marín, fundador de la Estrella
Las tres últimas buscaron en distintos momentos otros lugares. Vera-Cruz se marchó a San José y Espíritu Santo, en el Campo de la Verdad, y la Estrella tuvo que llamar a muchas puertas hasta que logró que se abriera la de San Fernando. «Lo primero fue un no, pero no fue un no tan tajante como en otros lugares. Hubo parte de la comunidad en que vimos un aliento y que siguieron intentando convencer al párroco. Se vio el compromiso que con la labor pastoral. Fueron nueve meses, hasta que llevamos a la Virgen», rememora.
Allí la ya hermandad participó en las misiones que promovía el párroco, José Luis Sánchez, y siguió creciendo con la embajada de su agrupación musical y también de su coro rociero, importantes en aquel tiempo. Así que se pasó de la túnica de cola clásica que se pensaba para el centro en la actual de capa de cofradía de barrio que hoy es la Estrella, 40 años después del sueño de los jóvenes.