Pasión en Córdoba
La Virgen de la Fuensanta vuelve al aire de Córdoba entre jóvenes en el Patio de los Naranjos
La copatrona preside el Vía Lucis en el comienzo de sus días más grandes
El Via Lucis de la Fuensanta de Córdoba, en imágenes
Víspera de la víspera. Día de la procesión que todavía no es grande, tarde de sencillez antes del brillo de la plata nueva y de los bordados de oro, del cortejo sencillo antes de los muchos estandartes, de una sencilla corona de plata antes de que se le ponga la de oro que recibió en aquel mediodía de octubre en el Centro de Córdoba.
En apenas una década se ha creado una especie de triduo oficioso en torno a la Virgen de la Fuensanta : el día 6 de septiembre, el traslado a la Catedral a hombros de los jóvenes; el día 7, la misa del obispo ante la imagen con las cofradías y la procesión de regreso al santuario. El 8, su día, la Virgen amanece en casa y allí, entre campanitas y aires de fiesta, la visitan los cordobeses.
No hace tanto y los que este lunes vistieron trajes nuevos ya lo entienden como tradición, porque casi echaron los dientes sabiendo qué rito correspondía a cada día, y hasta los mayores se han acostumbrado. Víspera de víspera, el traslado de los chicos.
No se pudo hacer en 2020, porque la Virgen sólo pudo ir y venir de la Catedral de forma reservada, pero el 6 de septiembre de 2021 Nuestra Señora de la Fuensanta recuperó la calle y el aire de la ciudad a la que ampara desde hace más de seis siglos.
Víspera de víspera no sólo para Ella, sino también para las cofradías, que en los días que Córdoba le consagra con sus rituales tan tiernos empiezan a ver el momento de salir a la calle y saben que detrás del recorrido por el Patio de los Naranjos no habrá añoranza y espera, sino caminos por calles que se llenarán de luces y días muy próximos en que las imágenes volverán a caminar arrulladas por la música. Por eso sabían gozosas las vísperas.
Esperaba la Virgen de la Fuensanta a las ocho y media de la tarde ya bajo el Arco de Bendiciones , sobre sus andas de plata , a hombros de ocho jóvenes. La precedía un cortejo de banderines mientras otros esperaban en el exterior del Patio de los Naranjos, donde la Virgen se tendría que detener para el rezo de las estaciones del Vía Lucis.
Era la víspera de empezar a recuperar la calle, de escuchar órdenes de capataz y paso acompasado , de rosas blancas, orquídeas y nardos, de luz de cera ganándole a la tarde de caída. De lo que hará gozar en estos días y de lo que se espera que sea sólo de esa tarde, como el coro con guitarra y canciones de liturgia moderna que acompañó el caminar de la patrona de las cofradías.
De la mirada de la Virgen , desbordada en la pequeñez, y del olor del incienso que ya dirigía los pasos hacia el momento en que saldría a la calle mientras el sol se despedía prometiendo que vendrán tiempos mejores.
Los atardeceres de otoño son ligeros e imprevistos, justo al revés que los de la primavera, aquellos de los que más disfrutan las hermandades, y antes de que nadie se diera cuenta era de noche en el Patio de los Naranjos lleno de banderines jóvenes.
La Virgen de la Fuensanta volvió al interior de la Catedral para esperar el momento de subirse a un paso que esta vez tampoco se moverá de su sitio al golpe de martillo alguno.
Víspera de víspera para las cofradías que saben que dentro de muy poco dejarán de esperar para llegar por fin a recuperar , sorbo a sorbo, lo que la enfermedad les arrebató en una Cuaresma que sólo floreció en lo escondido. Aunque el Patio de los Naranjos tenga mucho de paraíso, a partir de ahora no habrá límite para echarse a las calles .
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