Semana Santa de Córdoba
El valor de lo inmutable: la Virgen de los Dolores de Córdoba en la década de 1920
La imagen llevaba el paso antiguo que dejó de salir en 1935, pero ya tenía el manto de los dragones
La estampa es idéntica y se ha perpetuado a lo largo del siglo largo que podemos contar desde que la Virgen de los Dolores comenzó a ser acompañada de sus nazarenos negros de corazones traspasados. Es una constante en una Semana Santa que se parece más a sí misma en la tarde del Viernes Santo sabiendo que todo se ha consumado. La ciudad se despereza al sentir un hondo bramido: la Señora de Córdoba ya pisa sus calles... Hace muchos años lo hacía para incorporarse al cortejo oficial que se montaba en las Tendillas con sus galas de luto. Seis días antes ya se había puesto en la calle presidiendo un cortejo de otro signo y abrigada con ese manto azul de palomas que pertenece por derecho propio al ajuar del alma de la ciudad.
El paisaje urbano apenas ha cambiado. La alberca de cal y sombras de la plaza de Capuchinos ha sobrevivido prácticamente intacta en el tiempo. Eso sí: el desportillado muro del fondo corresponde hoy a los locales en los que se montan los pasos en los últimos años para facilitar la salida de la cofradía y la seguridad de las imágenes, dejando atrás aquellos dificultosos preparativos antes de echarse a la calle. El frontón neoclásico también sobrevive en este horizonte, convertido en foto fija repetida año tras año. No, el paso no es el mismo. Tampoco el atavío del público que espera que la Virgen se ponga en marcha. Los instrumentos de la banda sobresalen sobre el gentío. No faltan algún sombrero ancho y abundan las corbatas que delatan la procedencia del público en una hermandad que ya vertebraba devocionalmente en esos tiempos a la burguesía local, erigiéndose en bandera de una Semana Santa del centro.
Pero la imagen aporta otras claves que permiten acotarla temporalmente, como la presencia de esos capirotes pioneros -el corte de las túnicas se inspiró en modelos sevillanos- que habían comenzado a salir en la procesión oficial del Viernes Santo de 1914. La generalización del hábito penitencial en esos años sería fundamental para el futuro de la celebración que cobraría nuevas alas que se verían cortadas bruscamente en 1932 con la proclamación de la II República . Ya hemos hablado de ello en estas mismas páginas pero conviene resaltar que, a pesar de la ausencia de las cofradías en las calles, las hermandades en general -y la de los Dolores en particular- mantuvieron la pujanza de su vida interna.
Hay que destacar que el sencillo paso que aparece en la fotografía salió por última vez en 1935, cerrando la nombrada procesión oficial del Santo Entierro . Fue la única que se autorizó ese año de presagios bélicos. Al siguiente, antes de que silbaran las primeras balas, la hermandad de los Dolores ya se encontraba inmersa en la sustitución de aquellas escuetas andas por otras mucho más suntuosas que supieron mantener la particular atmósfera de la que aún era la última dolorosa de Córdoba. Había un retazo de rivalidad en ese empeño. Las Angustias ya contaba con el famoso paso de palio daría carácter y un particular empaque al grupo de Juan de Mesa hasta el veto de Fray Albino .
Aquel proceso no fue ajeno al enrarecido clima político, llegando a supeditar la realización del nuevo paso al resultado de las elecciones de 1936. No faltó polémica interna - José María Rey Díaz se oponía frontalmente al asunto e invocaba el hambre en la calle- pero después de ser votado en cabildo acabó saliendo hacia delante. La Semana Santa de 1936, en cualquier caso, sólo contempló la salida de las Angustias después de un cisma interno capitaneado por la controvertida figura de Manuel Revuelto Nieto . Pero al año siguiente, con la ciudad pacificada e incluida en la llamada Zona Nacional, se pudo recuperar el pulso de la festividad que tomó nuevos impulsos. Fue el año del estreno del actual paso de plata. Lo había realizado un joven orfebre de 28 años llamado Emilio García Armenta trabajando en colaboración con los hermanos Fragero, el taller donde había afianzado el oficio.
Pero hay que volver a la imagen de la fotografía y nos atrevemos a acotar aún más el espacio temporal. La Virgen ya aparece cubierta con el manto regionalista de los dragones. La hermandad de los Dolores quería disponer de una prenda propia para evitar cualquier tipo de roce con la antigua congregación de San Jacinto y dejar atrás la polémica por el famoso manto de bolillos. En ese caldo de cultivo se gestó la convocatoria del nuevo proyecto que, ojo, debía atenerse al estilo renacentista además de contener escenas de la vida de la Virgen o la Pasión. Se presentaron diecinueve artistas, siendo escogido el diseño presentado por Ricardo García de Vargas .
El bordado corrió a cargo de las madres adoratrices , siendo completado en la parte de la toca por las religiosas servitas . El nuevo manto era una realidad el Viernes Santo de 1923. Los característicos dragones también servirían para bautizar esta pieza que forma parte de la estética más genuina de la Señora de Córdoba desde hace casi un siglo y ha sido reforzada en los últimos años con la reincorporación de esos candelabros de tulipas que se contemplan en la fotografía. Es el valor de lo inmutable…
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