Semana Santa de Córdoba
Un año con una sola procesión: el Cristo de Gracia de Córdoba en 1935
La imagen estuvo en la procesión oficial del Santo Entierro, la única de este tipo durante la República
La inmensidad del Crucificado del Alpargate desborda su propio paso, unas sencillas andas de celosías de talla iluminadas por cuatro faroles con motivos de forja. Sorprenden las enormes imágenes valencianas que se habían unido al culto del crucificado a finales del siglo XIX, probablemente por mediación del claretiano padre Pueyo.
El exorno floral es campestre. Sobresalen unas calas, posiblemente recogidas de algún patio vecinal. Del canasto o respiradero penden unas leves gualdrapas con bordados de los atributos de la Pasión . La imagen ha sido tomada en un espacio abierto que nos lleva a pensar en la propia plaza del Corazón de María antes de adentrarse en María Auxiliadora . Es difícil saberlo pero la fotografía brinda pistas que permite datarla y abrir ventanas a los sucesos que rodearon aquella salida remota.
El Cristo de Gracia gozaba de una gran devoción en el entorno de la puerta de Plasencia. Su hermandad había languidecido a lo largo del siglo XIX y había sido rehabilitada como Pía Unión a comienzos del siglo XX a raíz de la vuelta de los trinitarios a la que había sido su casa, tras la marcha de los claretianos a San Pablo.
Sin embargo hubo que esperar hasta 1913 para tomar verdadero impulso como cofradía de nazarenos que adoptaron el célebre y costoso hábito penitencial de tisú de plata en 1916 para acompañar al Crucificado indiano en la procesión oficial del Viernes Santo. En realidad, su definitivo aterrizaje en la tarde del Jueves Santo no se produciría hasta la bisagra de los 40 a raíz de la reorganización de la corporación en 1942.
Pero hay que volver a la imagen y al momento en el que fue tomada. Tenemos que situarnos en plena segunda república . La clave está en la presencia de los guardias de asalto de uniforme azul marino que acompañan a los guardias civiles con tricornio de gala y mosquetón sobre el hombro. El cuerpo fue creado en 1932, un año en el que no salieron las cofradías cordobesas. Tampoco lo hicieron en 1933 ni 1934 aunque en el 35, un año determinante para el futuro de la festividad, iban a empezar a cambiar las cosas.
Latía en las cofradías el deseo -abonado por los contrastes del enrarecido clima político- de recuperar el terreno perdido. José Torres Molina , el célebre párroco de la Compañía, convocó en marzo de aquel año a los hermanos mayores de las corporaciones pasionistas y a distintos representantes de la vida social y comercial de la ciudad para recuperar la fiesta en la calle. Aquel encuentro, de alguna manera, fue el germen de la actual Agrupación de Cofradías reducida en aquel momento a una incipiente comisión organizadora de las procesiones de Semana Santa.
La presencia de los guardias de asalto ayuda a fechar la imagen en el año 1935
No había demasiado tiempo que perder. Se editó un cartel anunciador y hasta se recuperó la célebre publicación de Marcelino Durán de Velilla pero el entusiasmo de los cofrades cordobeses se topó con el rigor de las autoridades. Sólo se autorizó a salir la procesión oficial del Santo Entierro en la tarde del Viernes Santo aunque sin contar con presidencia de las autoridades municipales.
El Ayuntamiento, a pesar de todo, prestó su colaboración cediendo la escuadra ecuestre de batidores y la banda municipal de música a la vez que instaló sillas en la calle Nueva y en la de la Feria. Atendiendo a esos datos, la fotografía del Cristo de Gracia debió de ser tomada en un radiante 19 de abril y en las primeras horas de la tarde. La cofradía de los Trinitarios pudo salir temprano del convento para incorporarse al cortejo general que debía partir a las seis de la plaza de las Tendillas , camino de la Catedral.
La procesión se iniciaba con los batidores a caballo seguidos de la cofradía del Huerto, la banda de cornetas y tambores de Artillería y un piquete de romanos montados que abrían paso a la cofradía y el paso de Jesús del Calvario . También formaban parte de aquel cortejo variopinto los pasos de Jesús Caído y la Virgen del Mayor Dolor escoltados por la Centuria Romana de Montilla.
La hermandad de la Expiración estaba precedida de otra banda de cornetas y tambores… Detrás se incorporaba el antiguo Señor de los Esparragueros, precedido de su hermandad y acompañado de la banda de cornetas de los Salesianos.
Las Angustias , por su parte, contaba con los sones musicales de la banda de los Exploradores. Cerraba aquella hermandad de caballeros del Santo Sepulcro con sus mantos y sus golas, la Urna, el clero, las mangas parroquiales, la universidad de curas párrocos, el preste y los diáconos… formas y ceremonias perdidas en una larga procesión que se cerraba con los nazarenos negros y el dolor enlutado de la Virgen de los Dolores seguida de la banda infantil del Hospicio.
Faltaba un año largo para que todo saltara por los aires y al año siguiente, de hecho, sólo hubo una cofradía en la calle: fue la de las Angustias. El Frente Popular ya había llegado a las instituciones en el mes de febrero y la espoleta de la Guerra Civil estaba en marcha.
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