La Cuaresma en ABC

La Semana Santa que nació en los conventos de Córdoba

La expansión de las cofradías penitenciales en el siglo XVI está ligada al respaldo de los cenobios masculinos en la efervescencia contrarreformista

La Virgen de las Angustias, junto a una imagen de San Agustín, titular del templo y la orden en que se fundó la cofradía Valerio Merino

Álvaro R. del Moral

Una cosa cosa es la noticia y otra es la historia. Pero a veces coinciden, prestando valiosos guiños al desconocido pasado de las cofradías cordobesas y la celebración de la Semana Santa , prácticamente fundida a negro en las décadas centrales del siglo XIX a lomos de ese nefasto cóctel que formaron la profunda crisis decimonónica y los coletazos del ‘decreto Trevilla ’ que, en honor a la verdad, no dejaba de ser el asesinato de un muerto.

¿Por qué contamos todo esto? En los últimos meses ha cobrado actualidad el traslado de la actual hermandad de la Soledad desde el histórico templo de Santiago hasta la moderna parroquia de Santa María de Guadalupe , ligada al colegio y la comunidad de los frailes franciscanos con los que comparten carisma, emblemas y hasta hábito.

Pero ese valiente -y seguramente necesario- golpe de timón de la corporación del Viernes Santo cordobés invita a hacer un viaje a las fuentes de la propia celebración pasionista en el corazón del siglo XVI ; a un tiempo en el que la Semana Santa -en todos los reinos españoles- nació, creció y se multiplicó bajo el abrigo y el aliento de las comunidades monásticas masculinas.

Los frailes menores prestan el primer hilo para tirar. Hay que retroceder a los tiempos de la Reconquista de la ciudad por Fernando III , que otorgó a los hijos de San Francisco terrenos y privilegios para elevar su casa grande en un predio baldío junto a la muralla de la Ajerquía. Y allí se construyó el histórico convento de San Pedro el Real , del que sólo queda la iglesia -hoy parroquia de San Francisco- y dos brazos del claustro.

Habría que esperar hasta el siglo XVI para que espíritu de la Contrarreforma abonara definitivamente las cofradías penitenciales. Pero sus raíces eran más profundas. Es el caso de la devoción de la Vera Cruz , inseparable de los sayales franciscanos que alentaron y protegieron a las cofradías de esta advocación -la más antigua de la Semana Santa- en sus casas.

La Virgen de la Soledad del convento de la Merced Valerio Merino

La antiquísima corporación, como tantas, acabó extinguiéndose por completo en las primeras décadas del siglo XIX. Salía a la calle en la tarde del Jueves Santo , con hermanos de luz que portaban cirios verdes y cofrades de sangre que azotaban sus espaldas al sol de la primavera…

En el antiguo templo conventual también tuvieron altar otras cofradías penitenciales perdidas en la bruma de los tiempos como la de San Antonio o la de San Diego y San Acacio , fundada ya en los albores del siglo XVII y que acabaría dando culto al Cristo de la Expiración , una de las imágenes más emblemáticas de la Semana Santa de antes y después del parón decimonónico que encontraría nueva vida y una renovada cofradía en otro convento y otra orden: la de los claretianos de San Pablo , antiguo templo dominico en el que hubo una remota y efímera cofradía del Descendimiento a finales de esa fundamental centuria del quinientos.

Franciscanos, mercedarios, agustinos, trinitarios y carmelitas acogieron a cofradías desde el siglo XVI

No hay que moverse demasiado del mismo arco temporal para encontrar la fundación, perfectamente documentada, de la única cofradía ‘primitiva’ que no ha interrumpido su historia corporativa en casi medio milenio de existencia.

Hablamos, cómo no, de la hermandad de las Angustias , madre y maestra de la Semana Santa del siglo XX, erigida en el c onvento de San Agustín -casa de los agustinos- en marzo de 1558. Los carmelitas -y seguimos un hilo cronológico- también tuvieron un papel decisivo en la génesis de la Semana Santa de Córdoba en la yema del siglo XVI.

Antes de levantar el actual convento de Puerta Nueva , los frailes habían habitado las dependencias de la antigua ermita de la Vera Cruz -nada que ver con la hermandad de San Pedro El Real- que se levantaba, aproximadamente, en la confluencia de la actual avenida de Barcelona con la carretera de Madrid. Allí nació la cofradía del Sepulcro que se marchó con los frailes a Puerta Nueva donde tuvo capilla y pujante cofradía que salía el Viernes Santo con el paso de la urna y una dolorosa que en los primeros tiempos se asomaba a aquellos campos bajo la advocación de Nuestra Señora de la Quinta Angustia , antes de advocarse de las Penas.

Habría que esperar más de dos siglos para contemplar la fundación de otra corporación de carisma carmelitano, esta vez descalzo, Era la del Caído , erigida en San Cayetano en el siglo XVIII sobre un fervor más antiguo: el que despertaba desde mucho tiempo atrás la imagen del Señor.

En otro extremo de la ciudad, también extramuros, se levantó el convento de los mercedarios . A su amparo se erigió en el XVI una de las corporaciones fundamentales de la primitiva Semana Santa de Córdoba, la de la Soledad , muy anterior al actual edificio barroco que sucedió al cenobio medieval, construido sobre la antiquísima basílica de Santa Eulalia.

La corporación penitencial ya se encontraba erigida en 1569 y salía en la tarde del Viernes Santo hasta su extinción en la nefasta centuria decimonónica. La imagen de aquella Soledad que se quedó tan sola, recuperada del olvido por personas providenciales, es una de las reliquias más hermosas de una Semana Santa perdida que sigue guardando tantos secretos.

La actual parroquia de San Juan y todos los Santos fue la iglesia conventual de los Trinitarios Calzados . Tampoco le faltó su propia corporación de disciplinantes, la de la Coronación , que acabaría tendiendo puentes con la actual Semana Santa a través de dos de sus antiguas imágenes: la del Cristo de la Salud , actual titular de la cofradía del Vía Crucis; y el Ecce Homo -que se venera en el mismo altar- que se incorporó a los títulos fundacionales de la hermandad de la Estrella nacia, precisamente, en la parroquia de la Trinidad. La antigua corporación salía el Jueves Santo y forma parte de la nómina de la Semana Santa primitiva. Aunque su fundación debe ser más antigua está documentada su existencia desde 1578.

La Virgen de Gracia y Amparo y la cruz guiona fueron de la desaparecida cofradía de Jesús de la Sangre en el convento del la Victoria Valerio Merino

Hay que retornar al convento de la Merced, siempre sin abandonar el hilo cronológico, para encontrarnos con la cofradía de la Humildad , que también pertenecía a la nutrida nómina del Jueves Santo. Sacaba tres pasos - Jesús Preso , una Dolorosa y San Juan- y una de sus imágenes titulares ha vuelto a recibir culto en la iglesia de la Merced después de ser salvada el olvido.

Pero hay que rodear todo el recinto amurallado para buscar las cenizas de la cofradía de la Pasión de Cristo. Había nacido en el antiguo Convento de los Mártires , a orillas del Guadalquivir, donde Aranda Doncel ya data su existencia en 1573. En el siglo XVIII, con la decadencia de aquel monasterio, pasó al vecino convento de Madre de Dios , de los terceros franciscanos, de la que salía el Miércoles o el Jueves Santo con su cortejo de disciplinantes y hasta siete pasos.

Aún se conserva una de las imágenes de aquella primitiva cofradía. Con la desamortización acabó en poder de la Diputación Provincial que, al cabo de los años, la cedería a la incipiente hermandad de la Merced que adoptó como primer titular cristífero a aquel Jesús Humilde .

Pero hay que volver a salir del recinto amurallado para buscar los restos del convento de los mínimos de Nuestra Señora de la Victoria . Acogió la antigua cofradía del Señor de la Sangre. La actual imagen de la Virgen de Gracia y Amparo es una reliquia viva de aquella corporación, además de la inmensa cruz guiona -llevada sobre parihuelas- que llegó a sacar la cofradía de la Sentencia en sus primeros años.

También tuvo cortejo de disciplinantes la antigua hermandad de la Paz, erigida en el convento de basilios del Alcázar Viejo y nutrida por el gremio de los hortelanos certificando que aquella Semana Santa primitiva era más campestre que ciudadana. Queda mucho por saber y por contar para encontrar la verdadera identidad de la Semana Santa de Córdoba.

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