Semana Santa Córdoba 2022
Lunes Santo en Córdoba, salir a la calle también era esto
La lluvia no falta a la cita: deja a dos cofradías en casa y altera el regreso de las otras cuatro pese al inicio esperanzador
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También era esto. El cielo que no sabe lo que quiere. El viento que amaga y no se sabe si va a dar. La proyección en el tiempo, la ciencia que no puede ser más que inexacta, la certeza de que la espada de la decisión caerá sobre la cabeza mucho antes de saber lo que va a pasar.
Pensar si la lluvia será escasa o mucha, si se podrá resistir en ciertos momentos o habrá que quedarse en algún lugar hospitalario. Porque no se puede mirar el futuro. ¿Qué dice el aire frío que empieza a venir por el oeste? ¿Qué trae esa nube un poco gris aislada? En primavera el cielo, de tan expresivo, es indescifrable. Hay días en que pocos son capaces de predecir por dónde irán las nubes y lo que dejarán, o por lo menos decirlo con la exactitud de saber que la decisión será la correcta.
Hace tiempo que la ansiedad se apoderó de los que están pendientes de las hermandades. Casi desde que empieza la Cuaresma tienen que saber cómo será el cacho de primavera en que habrá pasos en la calle, como si la meteorología, más que estar pendientes de borrascas repentinas o que se ven venir con algunos días, fuese una planificación o un cuadrante que alguien cerrase con unas cuantas semanas de adelanto . Para ir preparándose y que nadie diga que no está avisado de lo que viene.
Ocurre que el tiempo en Semana Santa no era así, no puede serlo. Apenas pensarían en ello quiene s se acostaron el Domingo de Ramos tan felices como si los hubieran devuelto a un paraíso del que los sacaron una tarde súbita de marzo. Tenían el depósito lleno de emoción para bastante tiempo, pero nadie de los que se bebe en las calles se sacia. Siempre hay algo más que apurar.
Un leve viento a primera hora de la tarde era la poco que podía recordar que podía terminar mal
Todos los que habían mirado mapas automáticos y, a veces, consultado lo que decían los que sabían, eran conscientes de lo que podía pasar. Y durante mucho tiempo no lo pareció. A las dos de la tarde, el hermano mayor de la Sentencia, Rafael Salamanca , no podía ocultar las dudas: «Y si a la hora de salir hace este día, ¿cómo suspendemos?».
El día era luminoso, con ciertas nubes altas que en absoluto podían parecer una amenaza, algo de viento, no mucho, y más fresco que los casi treinta del Domingo de Ramos. ¿Cómo decepcionar cuando no parecía haber nubes en el horizonte ? Peor todavía, para los que esperaban en San Nicolás sería responder a si había que arriesgar el patrimonio excelso, el manto que tenía que lucir en la calle después de tanto trabajo.
Podía haber escenarios, pero la cofradía temblaba ya de pensar en que la lluvia la sorprendiera teniendo que pasar la dificultad de Conde y Luque camino de San Nicolás. Y la entrada tan difícil, a la espera de que se pueda usar de una vez la casa de hermandad.
Detalles
En el atrio de San Nicolás la Virgen de Gracia y Amparo se desbordaba aunque apenas se le pudiera ver desde el costero izquierdo. El manto deslumbrante estaba extendido y vertical , a la espera de poder alumbrarse con la luz de la cera, de llenarse de música. También había que mirar la saya azul incorporada hace muy poco y el suplemento para elevar los varales 16 centímetros , a la espera de que la famosa casa dé espacio para mejorar las proporciones .
Tenía rosas blancas de varios tamaños y también flores de talcos que estaba vez no formaban pequeños ramos, sino que estaban repartidas por el friso. En ese momento, con el sol dejándose querer, más de uno los hubiera animado para que salieran y no dejaran a la ciudad con las ganas de disfrutar. Al fondo se veía al Señor de la Sentencia con las manos atadas atrás, la novedad de este año.
«Veremos las demás, pero Ánimas suspende», decía el humor de los cofrades que conocen el instinto de autoprotección de la cofradía de San Lorenzo. Aunque ni eso, en algunos momentos, cuando había esperanzas de decir que se pudo, que al final no, que las nubes no se atrevieron.
Un rato antes de las cuatro menos diez de la tarde, la Merced anunció que haría su estación de penitencia y convocó un Lunes Santo que tenía que ser como los de siempre, y que arrancó con el aplauso a su cruz de guía.
Siempre fue una hermandad en la que los titulares no se hacen esperar mucho, porque hay que ganar metros camino de la carrera oficial. En la inmensidad de Agrupación Córdoba, el rostro de Jesús Humilde en la Coronación de Espinas parece siempre un grito. No una queja, que no soltó el Señor, sino quizá una palabra al cielo por el sufrimiento.
Merced y Vera-Cruz, aunque acortando, fueron las únicas en completar la ida y la vuelta
Su paso, con flores del granate al casi morado, con las espinas imprescindibles casi a modo de cresterías, ya era como un retablo que se mueve por la cuidada iconografía y el simbolismo, y los que querían podían seguir a través de Caravaca de la Cruz, al buen ritmo de una cofradía que sabe andar por lugares sin dejar de emocionar a los que miran en las calles y en los balcones.
Entre un paso y otro las nubes se movían pero no se quedaban, y apenas se levantaba un poco de viento , quizá alguna brisa. Pero había que fijarse porque todo el mundo estaba avisado de lo que sucedía.
Con toda la anchura a la que sale, la Virgen de la Merced siempre tuvo la virtud de meter en su atmósfera a todo el mundo, como si más que ir en el cielo abierto de la avenida, todos los que la seguían fueran bajo el techo azul de su paso de palio.
Una delicada combinación de rosas y flores en torno al blanco y al crudo, con una curiosa variedad en las esquinas, flotaba en su paso de palio, que caminaba feliz buscando su barrio. «¡Qué dos años más largos , Merced!», gritó una voz querida ya en Levante.
Pepe Fernández hablaba con cariño a los uyos, pero casi no hacía falta animar cuando uno era feliz. Los dulces perfiles de la Virgen hacían difícil despedirse de Ella, aunque había que mirar el estupendo respiradero de Ramón León y Francisco Pérez Artés.
Cuando iba el misterio por la calle Sagunto, el día parecía a ratos algo más feo, pero la Estrella también estaba en la calle. Otro barrio en otro lugar, otro camino largo que era más que bello cuando había amor y música.
El camino del tribunal del Señor ante Caifás siempre tiene algo, en el mejor sentido, de música de cine , porque su banda conoce a sus costaleros y al estilo de su hermandad. La sensación de sueño cumplido se acentuaba con los músicos de la Redención y un sonido perfecto de puro clásico y canónico, del que no se sabe si nace en un año concreto o en la fuente pura de lo que nunca cambia.
La Virgen de la Estrella iba alegre por el barrio, resplandeciente en el azul todavía liso, y hubo quien reparó en las flores blancas y en las calas entre la candelería de la cera rizada .
Una multitud esperaba en los Jardines de los Patos , que ya se han hecho un sitio clásico para ver a la hermandad, y mientras sonaban ‘Oración’ y ‘Oh, bendita Estrella’, se miraba a San Nicolás como si el día no pudiese ya terminar de mala manera.
Bullía tanto la plaza de San Nicolás que había que buscar la de Ramón y Cajal para encontrar un sitio en el que poder ver algo, pero allí se congeló a la sonrisa, justo a las 18.45. La Sentencia no iba a salir. El cielo podía ser blanco, el viento tal vez algo frío, pero la noticia helaba el ánimo por preguntarse qué se avecinaba. Ni siquiera se abrirían las puertas de San Nicolás, porque la disposición del atrio apenas permitía ver a las imágenes.
De vez en cuando pasaban nazarenos negros de capirotes altos camino de la Trinidad en busca del Cristo de la Salud . Lope de Hoces y Tesoro tomaron el aire desolado de esas calles por las que no pasará la cofradía que tendría que estar pisándolas, pero un poco más allá, por Eduardo Dato, llegaba la Estrella en busca de la Victoria , y el carril recién descubierto estaba lleno de gente.
Dos latidos
El Lunes Santo vivía con dos latidos distintos, y el primero, el del optimismo, dio otro golpe poco después de la tarde cuando se supo que iba a salir la Vera-Cruz . El cielo encima del Puente Romano era incierto y por la Ribera la Merced estaba entrando en la carrera oficial, quizá un poco antes de lo previsto.
La Cruz de la Vida deslumbró en las calles con la personalidad de su diseño arbóreo y con el simbolismo. Se negó a ser un elemento secundario del paso y tomó el protagonismo que debe tener el abrazo del Señor de los Reyes.
Con los claveles rojo sangre a sus pies avanzaba hacia Córdoba sin mirar a las nubes que podían ser grises o blancas, sólo con las cornetas de un Lunes Santo de clásicos . La Virgen del Dulce Nombre, que estrenaba las cartelas bordadas de un techo de palio que ha seguido creciendo en riqueza y en personalidad, avanzaba dejando en los que las buscaban el secreto de su mirada azul, dorada por una candelería que iba ganando terreno a una luz que tenía que ser menguante .
A falta del manto de Gracia y Amparo, la Cruz de la Vida se reveló como una pieza con protagonismo y personalidad
Para que nadie pensara que el Lunes Santo se iba a salvar para siempre, a esa misma hora, Ánimas comunicó una suspensión que tantos daban por hecha.
Si las calles son distintas cuando salen, también San Lorenzo emociona cuando tienen que quedarse allí un Lunes Santo, con las luces apagadas y el canto de sus coros , porque su estética se despliega de muchas formas. Muchos querían apurar un Lunes Santo en torno a la dulzura de sus imágenes quizá intuyendo que pasaría lo inevitable.
El Cristo de la Salud salió de la Trinidad a su hora y en las calles muchos la esperaban, pero cuando llevaba poco rato en la calle lo que quedaba en pie se derrumbó. Porque a las nueve de la noche empezó a llover y las cofradías que habían decidido salir recordaron los tiempos anteriores a la pandemia en que tenían que ver qué hacían con lluvia en la calle.
La Estrella estaba en la carrera oficial y decidió que sus imágenes se quedasen en la Catedral , desde la que regresaran previsiblemente el Domingo de Resurrección por la tarde. La Merced decidió seguir por su camino y abrevió el paso por San Juan de la Cruz y Virgen de Linares para ir directa.
Por el camino llovía con cierta fuerza, pero rehusó el refugio en San Andrés y Salesianos , que ofrecieron. Los plásticos protegían en la carrera oficial al Cristo de la Salud, que no siguió a la Catedral, sino que regresó por Judería y Romero a casa.
La Vera-Cruz cumplió la estación de penitencia y regresó sin pasar por el Potro, directamente por el Puente Romano . Llovía con cierta fuerza a ratos. Se rezaba para que las cofradías volviesen pronto. También la Semana Santa era esto.
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