Semana Santa Córdoba 2022

Culminan los preparativos: la peregrinación de las cofradías acaba tras una odisea de tres años

Las hermandades dan los últimos toques a una fiesta que regresa con sus señas de identidad conocidas

Dónde y cuándo ver las cofradías del Sábado de Pasión de Córdoba

Semana Santa de Córdoba 2022: ABC te trae la guía más completa

Disposición del exorno floral en el paso del Señor del Silencio en el Desprecio de Herodes Valerio Merino
Luis Miranda

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Dice Homero que a Ulises no lo reconocieron su esposa Penélope ni los que habían sido sus amigos en la corte de Ítaca. Veinte años le habían cambiado la faz y los gestos, y sólo Argos , el perro con el que cazaba, identificó aquel olor que no podía ser más que de su viejo amigo y se acercó para saludarlo mucho antes de que los demás se dieran cuenta.

Como el héroe de Troya, las cofradías que se encargan de crearla y la ciudad que participa, que es mucha, arriban hoy a una Semana Santa que pensaron casi perdida entre las olas y vacunas del coronavirus.

Dicen la costumbre y el ojo que en el fondo será igual que siempre, que no cambiará ni el movimiento preciso de ciertos varales ni las lágrimas que brillarán con reflejos de cera pura, que nadie mirará las mascarillas en esa hora en que en una calle n o se pueda saber qué año es , como si tuviera que ser alguno.

Ha cambiado la mirada, porque Ítaca también tuvo que parecerle extraña a Ulises después de Polifemo , las sirenas y la maga Circe. Como si más que la tierra que había buscado durante veinte años, el lugar en que Penélope destejía por las noches lo que tejía por las mañanas, la tierra en que Telémaco pasaba de niño a hombre, sobre todo fuera nueva la forma de verlo.

Preparación de flores en la hermandad del Huerto Valerio Merino

¿Se encontrarán los cofrades y los que salen a las calles de Córdoba en Semana Santa lo mismo o lo mirarán con las muchas muescas de estos años? Después del viaje queda mucho, y eso ya lo recordó Cavafis en su famoso poema 'Ítaca'.

La pregunta quizá se la han hecho este sábado quienes pasaron frente a iglesias cerradas en las que sin embargo se adivinaban luces encendidas y trajín de gente en ropa de faena. Era el día algo frío, pero radiante, primaveral .

En algunas, donde más habían madrugado, había en los contenedores restos de tallos de flores cortadas que ya estarían en los pasos, se veían escaleras de vuelta desde el templo hasta la casa de hermandad. Se despedían algunos para descansar un rato hasta la tarde y dar brillo a alguna otra cosa, que con las hermandades nunca se acaba.

En realidad el viaje de las cofradías hasta este Domingo de Ramos que se estrena con la inocencia infantil que no borrará la sonrisa de la cara ya había perdido la incertidumbre.

Fue por momentos largo y tortuoso como una peregrinación antigua . Quienes hacían antes el camino de Santiago sabían que tenían ciertas probabilidades de caer muertos en alguna parte de un camino que tenía terraplenes y pasos complicados, lugares en que podía acechar un hatajo de bandidos que primero sacase los cuchillos y después preguntase al peregrino si tenía algo que comer.

Hoy los caminantes transitan por una tierra hollada con señales y posadas preparadas, y los modernos aparatos les ayudan a no perderse. Más que una peregrinación es una ruta que no tendrá otra complicación que el excesivo calor o la lluvia.

Las cofradías y quienes aman la Semana Santa atravesaron las cañadas oscuras de la peregrinación en tierra extraña muchas veces. Desde luego hace dos años, en aquel 2020 de templos apenas abiertos e imágenes que no se podían descender de los altares de unos quinarios que tuvieron que dejarse precipitadamente.

Pero también en la zozobra de la tasa de incidencia , en la esperanza que se desvanecía cuando después de la primera ola se habló de la segunda y hubo que empezar a vaciar las ciudades y pueblos al menos por las noches, en la lentitud con la que avanzaban las famosas vacunas y en la forma en que no parecían tampoco un traje de inmunidad.

Preparativos en el paso del Señor Amarrado a la columna de Córdoba Valerio Merino

En mitad de un camino de árboles que amenazaban por no dejar pasar la luz temieron muchos que tendrían que acostumbrarse a la visita a las iglesias o hasta a salidas como se pudiera sobre andas y con distancias extrañas entre quienes tuvieran que echarse las imágenes a los hombros.

Toda peregrinación tiene ratos de crisis en que el que camina parece temer dirigirse a un abismo o a un lugar que no busca, pero a partir de ciertas semanas de agosto y de septiembre, las que terminaron en una tarde soñada en la plaza de Capuchinos .

Ahora el camino era otra vez de seguridad y se empezaban a ver las torres del santuario al que habría llegar, incluso después de aquella Navidad en que alguien decidió que los fabricantes de autotests se hicieran ricos.

En San Lorenzo madrugaron y amaneció ya el Sábado de Pasión con el misterio de la Entrada Triunfal y la Virgen de la Palma como si tuvieran que salir esa misma tarde. Desde el Viernes de Dolores había colgaduras , promovidas por las hermandades (como la Buena Muerte) o espontáneas, como pregones sin palabras que anuncian que por allí estarán pasando imágenes dentro de poco tiempo.

Hacía días que en las tiendas donde se compra lo de todos los días repartían libritos con itinerarios que dentro de muy poco, quizá sin esperar a que medie la Semana Santa, estarán arrugados y sudorosos de llevarse en los bolsillos y de consultarse mis veces para los itinerarios trazados y para aquellos que por mil cosas se tienen que cambiar sobre la marcha.

Tiempo habrá para ver cómo han cambiado los ojos que tienen que mirar a la Semana Santa, que ahora es suficiente con saber que encontraran lo mismo y hasta un poco mejorado , porque hay bastantes hermandades que en este tiempo han tenido fuerzas para continuar con proyectos de patrimonio .

No quedará otro recuerdo que el de las mascarillas y quizá un poco de prevención , porque se alejaron los fantasmas de un sucedáneo tibio, de una forma extraña que tampoco hubiese arreglado demasiado.

Por eso dentro de las iglesias y cerca de ellas latía la certeza de una meta encontrada, de un camino que ha terminado aunque haya dejado demasiadas muescas en el camino. Aunque ahora no haya quien recuerde que los mismos que limpiaban plata estaban enterándose de quién pasaba necesidad en la feligresía en los tiempos del confinamiento, para socorrerlo.

En San Francisco se ultimaban los tres pasos en el crucero con la certeza de que a la hora justa tendrán que sonar los martillos y en Jesús Divino Obrero la puerta que mira al sur ya espera el momento en que el Amor vuelva a poner dirección a Córdoba s in prisas por despedirse de su barrio.

Ya estaba el Señor Rescatado encima de su paso después de haberse encontrado con sus devotos, la Esperanza iba pidiendo ya las marchas de cornetas con la que la banda le habrá cantado esta medianoche y sobre todo en el momento en que se ponga en la calle.

Agustín Moreno estará esperando el momento en que el Cristo de las Penas vuelva a decir cuánto le falta a su cruz para tocar la cal de ciertas paredes y algunos balcones en que siempre extienden las manos. Se iban ultimando también preparativos para el Lunes Santo, que no está tan lejos. Ahora no hay duda. La odisea terminó, la peregrinación llegó a la meta y hay que dar gracias.

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