Semana Santa Córdoba 2020

Pequeña historia del Martes Santo en Córdoba: edades de una jornada mutante

La nómina del día ha experimentado numerosos cambios en la historia además de un proceso de revisión estética

Paso de misterio de la hermandad del Prendimiento en el Martes Santo de 2019 Rafael Carmona

Álvaro R. del Moral

La memoria rescata un remoto Lunes Santo enroscado en las callejas de la Judería . Había pasado la cofradía del Vía Crucis envuelta en velos de incienso. Tras la presidencia de la austera corporación trinitaria llamaban la atención tres nazarenos de túnica negra tocados con unos inusuales capirotes de raso dorado. Alguna voz más o menos versada habló de una incipiente cofradía que se estaba forjando bajo el manto protector de don Antonio Gómez Aguilar en el vivero cofrade que fue su parroquia. Eran los primeros ochenta y a aquella joven e ingenua corporación aún le quedaban algunas Semanas Santas para improvisar su primera estación desde el local de la calle González López.

Algo se estaba fraguando en el Martes Santo , esa jornada de transición y constantes mutaciones en la que había llegado a procesionar -con los nazarenos en fila de uno- la Hermandad de la Expiración antes de encontrar su lugar en el mundo en la tarde del Viernes Santo. Entre los 70 y los 80 se estabilizó la corta nómina del día: El Prendimiento , convertida en decana; el Buen Suceso -que había empezado a salir en 1974- y el Nazareno, que afrontó la efímera aventura de la Madrugada en 1986, el mismo año que se había incorporado a la Semana Santa la hermandad de la Santa Faz con todo por hacer.

Pero en 1989 hay que consignar un acontecimiento que daría una vuelta a la jornada y, con ella, a toda la Semana Santa de Córdoba . Fue el estreno en las calles de la cofradía del Císter, el laboratorio de ideas de Fray Ricardo, que enseñó la manera de hacer y presentar las cosas en unos tiempos en los que no se preguntaba demasiado. Aquella corporación ya había mostrado sus primeros esplendores en la recordada salida del 8 de diciembre de 1986, un año que al cabo de tanto tiempo se puede considerar la bisagra de muchas cosas. Era la materialización de los sueños de un grupo de antiguos alumnos de La Salle que encontraron en el fraile capuchino el mejor catalizador de sus anhelos. La cofradía del Císter ya era una corporación hecha desde esa salida de estreno, con empaque propio, con un definido código estético que la hicieron clásica desde sus primeras andanzas por las calles del centro.

Han pasado tres décadas desde entonces. Hay otra carrera oficial, una estación global a la Catedral , otros caminos trazados… La hermandad del Nazareno tuvo que interrumpir su cita con las tinieblas de la incierta Madrugada. Después de perder algunas naves en esa singladura a contrapelo no volvió a la jornada y lantiquísima corporación de la Carchenilla se incorporó al Jueves Santo en 2001. Los acontecimientos se iban a suceder sin solución de continuidad…

Y así, en 1996 -prácticamente con lo puesto- se incorporó la penúltima hermandad de esta jornada mutante. Hablamos de la Agonía , que salía de su Gólgota particular de Mirabueno en unas estaciones de ida y vuelta que los hermanos veteranos ya pueden contar como hazañas, no sabemos si irrepetibles. Eso sí: la corporación del Barrio del Naranjo supo encontrar un camino definido al decantarse por el estilo Renacimiento para dar unidad estilística a sus pasos y su cortejo. No hay que olvidar que esa envoltura fue la bandera de la revolución estética que llegó de la mano del regionalismo a comienzos del siglo XX. Los primeros frutos ya se han visto en el canasto de su misterio y tienen que verse poco a poco en su flamante paso de palio.

Cambios estéticos

Esa reinvención estética ha alcanzado a la mayoría de las cofradías de la jornada: la Santa Faz cambió primero sus imágenes y el primer paso; también mudaron los hábitos negros y morados de su primera etapa -desechados los estrafalarios capirotes dorados de aire levantino- por una apropiada túnica de cola blanca. En el Prendimiento, pese a su veteranía, se ha partido prácticamente de cero fraguando un modelo estético global que ya ha dado sus frutos. En la Sangre -o el Císter- sueñan con cirios al cuadril y escapulario negros… En el Buen Suceso también mudaron un hábito poco afortunado por la roja túnica de cola de los nazarenos que anteceden a una imagen, la del Nazareno de la Magdalena, que esconde algunos secretos de la Semana Santa del pasado que no tardarán en ser revelados. Tampoco hay que olvidar que, al borde de sus Bodas de Oro, la hermandad de San Andrés permanece en trance de resolver definitivamente su paso de misterio y da pasos valiosos para alumbrar un palio clásico -tomado de un poderoso modelo río abajo- que cobije a la mejor dolorosa de González Jurado.

Recalcamos ese carácter mutante en una jornada que ha ido encontrando su propio sitio en el corazón de la Semana Santa , que aún completa su propia metamorfosis resolviendo la difícil ecuación entre los modelos prestados y sus propias esencias, que las hay. Pero al Martes Santo aún le quedaba -por ahora- una última incorporación que no ha estado exenta de contestación. Es la de la cofradía de la Universidad , que sigue encontrando algunas dificultades para normalizar un mensaje estético muy alejado del que soñaron los primeros inspiradores de la cofradía. En esa nueva etapa cambiaron muchas cosas: de cofradía de la noche, saliendo del templo recoleto de San Pedro -hoy entregado a otras «realidades» eclesiales-, a cortejo ba ñado por el día pleno desde su actual sede canónica en la Iglesia del Juramento. Posiblemente todo ha cambiado, pero todo sigue igual. Ya lo dijo el Gatopardo.

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