Semana Santa de Córdoba 2020

Crónica | Martes Santo de Córdoba o las fichas de un dominó en que no gana nadie

En el día del recuerdo a Fray Ricardo de Córdoba, el cuerpo está hecho a un año sin procesiones

María Santísima de la Trinidad, en su salida el Martes Santo de Córdoba de 2019 Roldán Serrano
Luis Miranda

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A esta hora ya ha dejado de ser novedad para pasar a ser costumbre. La cabeza es así: enseguida se acostumbra a los nuevos hábitos , aunque haya algún botón en el interior que recuerde que habrá un momento en que haya que abandonarlos para volver al duro día a día. Pasa que el Domingo de Ramos todavía tienes la sensación de que estrenas un nuevo mundo, y te ves en la bulla y viendo pasar nazarenos como si no lo hubieses hecho nunca o lo hubieses esperado un tiempo más largo del que ha pasado. Por eso es nuevo el pinchazo en las caderas de esperar un buen rato a pie quieto y sin sentarse, como tiene que ser, y también el olor del incienso, y hasta sorprende que las marchas no suenen como lo hacen en los discos.

Todo es nuevo a esas horas, pero deja de serlo pronto. El Lunes Santo hay ya como un aprendizaje, como si se hiciera el movimiento sin pensar demasiado bien en como se llega, y el Martes Santo el hábito está hecho y el cuerpo se levanta por las mañanas y busca las iglesias que quedan cerca del lugar de trabajo, para ver todos los detalles que luego se pueden perder en la calle, y conforme termina de comer sabe que pronto llegará la hora de marcharse.

Así es la Semana Santa . Entre sus virtudes está la de suspender el tiempo y hacerlo especial, cortar las ataduras con los hábitos de todos los días e inaugurar una época breve e intensa en que los relojes son flexibles y de pronto se puede pasar la hora de cenar sin sentir hambre, y desde luego que la actualidad que sale en la televisión se olvida. Eso era posible cada Martes Santo y te acordabas, porque ya estaba la cabeza hecha a la nueva realidad de aquellos días. Ahora te has acostumbrado a esta Semana Santa que no quiere serlo, y no te imaginas saliendo a la calle, porque sabes que aunque el día lo pida, no habrá procesiones en la calle.

El Domingo empuja al Lunes, el Lunes al martes y de ahí está el final en mil tardes vacías, en un dominó en el que nadie gana. Por eso a las cinco de la tarde el recuerdo de una plaza soleada y te parecía que no correspondía a un día como éste, sino que lo evocabas desde una tarde de octubre o un amanecer de enero. Como si no fuera Martes Santo y poco después de las cinco de la tarde no hubieses estado ante las torres gemelas de San Rafael.

La plaza de la Trinidad, este Martes Santo de 2020 Valerio Merino

Como tienes poco tiempo siempre has preferido empezar por la Universitaria por ser su salida más rápida, y dar tiempo así a las demás para encontrarlas ya en la calle. Aunque impresionaba verlo en la noche de las vísperas, recordaste al Cristo de la Universidad y pensaste en cómo la luz que ya es de primavera se suma con naturalidad a la imagen que tiene que recrear con veracidad científica la Pasión. A esa hora tenía que estar muerto en la cruz el Señor y con esa luz o parecida se tenían que aprestar a descenderlo el primer Viernes Santo. Era verlo y acompañar disfrutando el silencio, tan raro y tan en vías de extinción en Córdoba, entre el Señor y la Virgen.

Te imaginaste entonces en la plaza de la Magdalena , un lugar que ha estado muchos años sin cofradías pese a ser uno de los que tiene más memoria de cortejos con túnicas e imágenes sobre pasos, desde el siglo XVI hasta ahora. Por allí llegaron los nazarenos rojos del Buen Suceso y te imaginaste apreciando cómo el misterio ya parece haberse encontrado a sí mismo en la disposición de las figuras y en la relación con la canastilla, cada vez más completa. Y todavía estás sorprendido por la altura del palio de la Virgen de la Caridad , pero sorprendido sólo por unos segundos, porque cuando te encuentras con esa mirada inclinada y baja, con esas manos que acompañan, con esos perfiles que no se agotan, es como si se borrara todo lo demás en el mundo.

Callejeaste hasta Maese Luis para encontrar a los nazarenos de terciopelo morado y a la cruz de guía de la Sangre, y aunque reparases en el guion procesional, pronto escuchabas las cornetas y avanzar el misterio majestuoso. Y era inevitable: el año pasado iba Fray Ricardo de Córdoba en la presidencia de la Virgen y un mes después sufrió el problema de corazón que terminó por llevárselo. Desde luego que había motivos para recordarlo el Domingo y el Lunes, y seguirán todos los días con un detalle o con otro, pero eran su día y aquella cofradía que impulsó y que tuvo su firma en tantos lugares, no sólo en los dibujos , que también, sino en el aire capuchino y en la vocación mariana.

Fray Ricardo de Córdoba, por última vez ante la Virgen de los Ángeles el Martes Santo de 2019 Álvaro Carmona

Te imaginaste luego en la bulla de la calle María Auxiliadora , que allí siempre hubo bulla digna de tal nombre, y llegaba el misterio del Prendimiento . ¿Le hubieran puesto la túnica de cola que gustó en aquel besamanos que sí pudo ser, una semana justa antes de que todo empezara? Quién sabe. Era el momento para ver muy avanzado ese paso en el que la cofradía está poniendo lo mejor de su ilusión, para contagiarse de su alegría juvenil y engancharse a la Virgen de la Piedad por el camino de la Catedral hacia arriba.

La tarde de verdad era dulce y vacía, la que soñabas era mucho más hermosa y llena, y estaba la cofradía de la Santa Faz bajando a la carrera oficial por la Cruz Roja , Doctor Fleming y Camposanto de los Mártires. La imaginaste con el buen camino tomado en los últimos años, bastantes ya, y te fijaste en sus nazarenos con túnicas de cola hasta que la música de la Pasión de Linares te obligó a buscar el paso de misterio y no separarte durante un buen rato, mientras caminaba con majestad. Y de ahí a la Virgen de la Trinidad , para confirmar que habrá que mirar mucho a ese paso de palio en los años que vienen.

En la noche que quedó tan vacía quisiste haber encontrado volver a la Agonía hasta su barrio, tal vez por ese camino de la Córdoba vieja, y mirar a la Virgen de la Salud en la candelería ya bien encendida. Quizá el momento para ir sin prisas, acompañarla mientras caminase a un ritmo bastante rápido y escuchar una marcha detrás de otra mientras la cera bien encendida dejaba el olor en la calle y se quedaba en la memoria.

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