LA PRIOSTÍA
Semana Santa de Córdoba 2018: La mantilla, una tradición heredada
Maite García, hermana de la Esperanza y Jesús de Las Penas, cuenta sus vivencias
La mantilla es una tradición que llegó a España en los tiempos de la cultura íbera , cuando las religiosas usaban un «mantelum» o manto para cubrir la cabeza. Con el paso de los años, este tocado llegó a la Semana Santa y cada vez está más presente en las procesiones de los pasos Andaluces. Tanto es así que la hermandad de Nuestro Padre Jesús de Las Penas y María Santísima de La Esperanza cuenta con 30 mantillas en el Cristo y otras tantas en la Virgen. Muchas de ellas, como es el caso de Maite García, hermana de La Esperanza , lucen cada Domingo de Ramos una mantilla con años de historia. «Mi mantilla me la envió mi tía de Barcelona y era de una tía suya. Tiene más de ochenta años», explica con orgullo.
El hecho de colocarse la peina es el final de un procedimiento repleto de costumbres. Maite prepara durante todo el año la indumentaria para este momento tan especial junto al Señor de Las Penas en su procesión. «Todos los años me hace el vestido una modista, pero hoy llevo un diseño de Juana Martín », afirma mientras prepara el traje antes de vestirse y dirigirse al templo.
Antes de colocarse el vestido, Maite va a la peluquería, donde la peinan como todos los años: recogido bajo y raya en medio . Acto seguido, la sobrina de la cofrade la maquilla de manera «sencilla» , afirma. Al terminar, la hermana de La Esperanza empieza con el rito vestirse. Primero las medias, después el vestido, los tacones y por último la teja con el velo . «También me coloco los pendientes y cojo mi rosario que me acompaña en toda la estación de penitencia».
Con su rosario, «rezo y agradezco para que pueda salir muchos años con mi Cristo », reconoce con agrado esta cofrade cordobesa . Porque, según la experiencia de Maite, la preparación física lleva detrás muchos nervios que se mezclan con ilusión y agradecimiento, a pesar de sufrir un recorrido en tacones por las calles de Córdoba . «La procesión se sobrelleva porque es una vez al año y cuando llegas a casa hay mucha satisfacción», reconoce con ilusión.
Con la peineta en la cabeza y el velo cubriéndole los hombros, Maite empieza su penitencia. Coge a sus niñas, también hermanas de la hermandad , y va andando hasta la iglesia. Una vez en el templo, se encuentra con el resto de mantillas y juntas piden al Señor que no agüe la tarde del Domingo de Ramos .