Revista Pasión en Córdoba

Revista Pasión en Córdoba | Jesús Nazareno, el palimpsesto del patrimonio y la historia

La cofradía reorganizada hace medio siglo recogió primero la devoción al Señor y más tarde la memoria de la que había sido una de las corporaciones fundamentales del barroco

Jesús Nazareno, una tarde de Jueves Santo por la plaza de San Andrés Roldán Serrano
Luis Miranda

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La tarde del Jueves Santo de 1971, hace ahora medio siglo, era todavía de sagrarios. Tenían que salir cuatro cofradías, aunque había tiempo entre que terminaban los oficios de la Cena del Señor y el momento para ver a Jesús Caído , la Caridad , el Cristo de Gracia y sobre todo las Angustias , que siempre se ponía en la calle de noche. Fernando Álvarez Blancas era uno de tantos que paseaba la ciudad vieja en busca de los monumentos del Santísimo cuando el paseo le llevó a una plaza escondida entre las torres de San Rafael, San Andrés y San Lorenzo y la espadaña de San Agustín.

Allí se abría una iglesia que muchos cordobeses no conocían por dentro. El nombre de Jesús Nazareno no estaba presente en la Semana Santa de Córdoba de aquellos años más que para el Rescatado, pero todo el mundo lo conocía por esta última palabra. En aquel rincón, sin embargo, no dejaba de sonar. Era la calle que llegaba desde San Agustín, era el hospital que se transformaría en residencia y en colegio, era el nombre de la congregación de religiosas y era también el de la iglesia. La hermana Caridad, la sacristana, le enseñó a Fernando Álvarez Blancas la iglesia, le mostró la imagen de Jesús Nazareno que daba nombre a la casa y hasta conocería a la Dolorosa de tez pálida y mirada al cielo que había acompañado bastantes años al Señor del Calvario. Ninguno lo sabía, pero era la última Semana Santa en que no se pronunciase el nombre de Jesús Nazareno en las calles, aunque no supiesen todavía lo mucho que había significado.

Fermín Pérez Martínez no conoció aquel momento, pero ya había visto alguna fotografía de aquella imagen que no salía en Semana Santa. Y se preguntaba, recuerda, cómo es que Córdoba no tenía una cofradía de Jesús Nazareno. Dos meses después vio un cartel en que se anunciaba la reorganización de la cofradía con la imagen del Señor. Los estatutos se presentaron enseguida, pero, ante la falta de respuesta, un grupo de hermanos encabezados por Manuel Nieto Camuñas abordó al entonces obispo, José María Cirarda, para pedirle que agilizara la aprobación. Eran los primeros días de marzo y consiguieron que el prelado les hicera caso y también hacer estación de penitencia aquel mismo Martes Santo , el día 30 de marzo de 1972, ya con sus reglas en vigor.

«No se sabía nada de lo que había pasado antes», cuenta Fermín Pérez Martínez, que luego habría de ser pregonero de la Semana Santa y Cofrade Ejemplar . Y lo que había pasado comenzó casi cuatro siglos antes, en 1579. Mucho se movía ya en torno a Jesús Nazareno, aunque su nombre todavía no había empapado la c alle Carchenilla ni sus alrededores. Justo al revés que lo que encontraron hace ahora cincuenta años. El 21 de marzo el obispo Fray Martín de Córdoba aprobó las reglas de una cofradía de penitencia que además se comprometía a hacerse cargo del pequeño hospital de San Bartolomé, que apenas podía atender a seis ancianos pobres. Desde hacía un tiempo existían en Córdoba las cofradías de la Vera-Cruz, del Santo Crucifijo y de las Angustias, y ese mismo año nació el Santo Sepulcro. Los cofrades de Jesús Nazareno llevaban una túnica más roja que morada , del color de la sangre de Cristo, y también probablemente como la que vestiría su titular. No se flagelaban, como los demás, sino que llevaban cruces o cirios. Salían al alba del Viernes Santo tras una bandera con cinco cruces de Jerusalén y llevaban ya a Jesús Nazareno, San Juan y la Virgen Dolorosa. Es probable que la imagen del Señor fuera la misma que el Martes Santo de 1972 , casi cuatro siglos después, volvió a salir a las calles de Córdoba. No es sólo de autor anónimo, sino también lleno de enigmas, con la tradición que cuenta que primero fue un Amarrado la columna. El caso es que su introversión, su recogimiento místico y su unción no pasaron desapercibidos ni en los momentos en que su hermandad parecía perdida.

Relicario del paso de Jesús Nazareno Álvaro Carmona

Los cofrades que se habían reunido en torno a Él no conocían nada de aquel pasado. Allí habían encontrado los estatutos que en 1857 había aprobado la reina Isabel II , y sabían que la cofradía salía al alba del Viernes Santo. «Quedaba todo por conocer», recuerda Fermín Pérez. En 1975 se incorporó la imagen que había estado en la enfermería del hospital, y a la que, por sugerencia de una de las religiosas, llamaron María Santísima Nazarena . Durante muchos años su mirada al cielo no se cubría bajo palio. Pocos conocerían la palabra, pero lo que hacían se llama en la historia y en la arqueología palimpsesto, y es utilizar un soporte antiguo y escribir sobre las huellas desvaídas de una escritura anterior. Queda lo que se ha escrito en último lugar, pero también muchos restos, y a veces terminan por salir a la luz.

En un principio, como relata Fermín Pérez, el trabajo era el de crear una nueva cofradía . Manuel Nieto Camuñas fue uno de los cofrades más entusiastas de aquellos primeros años en que la corporación buscó sitio en el Martes Santo y se hizo de silencio, como tres de las cuatro constituidas en aquella misma década de 1970. Faltaban los historiadores que leyeran lo anterior y terminaron encontrando mucho más de lo que nadie pensaba. Fueron los que enlazaron el presente y el pasado que no se conocían cuando aquella cofradía salía el Martes Santo con imágenes antiguas que no muchos podían recordar en la calle, y menos con cierta continuidad.

La recuperada cofradía volvió a salir el Martes Santo de 1972, tres semanas después de tener sus reglas aprobadas; se había reorganizado en la primavera anterior

Por las reglas de 1579 se conocía el recorrido que la cofradía hacía al alba del Viernes Santo: buscaba San Agustín, subía por Juan Rufo y la Fuenseca hasta la calle Carnicerías (hoy Alfaros), tomaba por la Compañía y Santa Victoria y bajaba a la Catedral por las calles Pedrogosa y Baño, que hoy es Céspedes. Luego volvía por la plaza de Abades para regresar por la calle de la Feria, San Pablo, el Realejo e Isaac Peral. Hacía estación en San Agustín, la parroquia del Salvador, la Catedral, San Pablo y San Andrés.

La historia de la hermandad reconstituida hace ahora cincuenta años continuó, sin embargo, en las décadas de 1970 y 1980, cuando iban de la mano con las religiosas y llevaban túnicas negras. Poco después ya estaba al frente Andrés Valverde Luján , miembro de una saga de tallistas con mucha personalidad, que fue capaz de contagiar a muchos la devoción por el Señor y el entusiasmo por el trabajo.

Imagen de San Juan que iba tras Jesús Nazareno Valerio Merino

De él nació el singular concepto artístico de la cofradía, que combinaba sus trabajos en madera con la plata que generalmente cincelaba Alfonso Luque Morales . Los dos murieron con diferencia de muy pocos días en la primavera del año pasado y juntos concibieron el palio de caoba y plata, pero también la corona arquitectónica, al estilo cordobés de las Angustias , las Lágrimas y los Dolores, que don Antonio Gómez Aguilar puso a la Nazarena y que desde entonces la distingue.

El Señor iba en una peana de plata monumental , con escenas de la Pasión, única en la Semana Santa de la ciudad en aquel tiempo y en todos los tiempos, y esa pieza, y la cruz y la túnica bordada que reproducía otra anterior, eran el testigo de que aquellas devociones habían sido grandes . Pocas en Córdoba, y mucho menos de las que habían nacido en el siglo XX, podían presumir de un patrimonio de aquel nivel.

En el siglo XVII, cuando nacían en Córdoba nuevas cofradías sobre todo en los conventos, Jesús Nazareno fue una de las principales. Se llenó de nobles , que según sus mismas reglas cerraron el paso a otras capas de la sociedad durante muchos años, pero también llenaron a la cofradía y a sus titulares de donaciones y de un ajuar muy rico. Su estación de penitencia al alba del Viernes Santo estaba llena de boato y de riqueza, con un cortejo de más de 300 personas y muchos pasos. A finales de la década de 1620 se incorporaron una nueva imagen de San Juan y otras de Santa María Magdalena y la Santa Mujer Verónica, que iban justo detrás del Señor, en pasos pequeños, como todavía pasa en muchos lugares de Andalucía. La cofradía llevó música, como todas en la época, y escuadras de romanos algunos años. La tarde y noche anterior habrían salido la Vera-Cruz y el Santo Crucifijo; cuando Jesús Nazareno regresaba, casi se ponían en la calle San Diego, las Angustias, el Santo Sepulcro y la Soledad de la Merced. Así era aquella Semana Santa.

Cruz de guía, con restos de las antiguas andas del Señor Aarón

¿Fueron una las dos cofradías, la que tenía reglas de 1579 y la que se había reconstituido en torno a unas imágenes antiguas en 1971? No podían serlo, pero cuando más se sintió una continuadora de la anterior fue en la década de 1980, que sin embargo hace viajar al año 1673. En aquel momento llegó a Córdoba un sacerdote llamado Cristóbal López de Valladolid, que había nacido en Mérida y que tenía la vocación de atender a personas pobres y necesitadas. Para la posteridad sería el Padre Cristóbal de Santa Catalina. Los cofrades de Jesús Nazareno vieron la ocasión de que aquel hospital que habían recibido, el hospital de San Bartolomé , creciese, y pusieron a sus disposición todo el espacio que tenían. En el tiempo en que la cofradía no existía ni salía en Semana Santa, el nombre de Jesús Nazareno estaba en la congregación hospitalaria que fundó y en las religiosas, que se preparaban para celebrar, en 1990, el tercer centenario de la muerte de su fundador. Al investigar en los archivos comenzó a aparecer la gran historia de la cofradía de Jesús Nazareno, que rescataron Manuel Nieto Cumplido y sobre todo Juan Aranda Doncel. Iba a ser difícil reconstruirla, pero tenían que intentarlo.

Los cofrades de Jesús Nazareno ya sabían para entonces que aquella Dolorosa que cruzaba las manos delante del pecho era la que había seguido a Jesús Nazareno en la etapa anterior. La que tuvo la advocación de Virgen de los Dolores y sobre todo de la Soledad llegó en el año 1698 y el catedrático Alberto Villar ha confirmado su atribución al escultor granadino José de Mora por muchos de los rasgos que la acercan a sus Dolorosas. La peana que hoy todo el mundo llama de Jesús Nazareno era en realidad suya, y era su paso. Quedan como testigos los huecos para las varas del palio que la cubría. La labró Cristóbal Sánchez de Soto en 1780 con seis escenas -la Oración en el Huerto, Jesús ante Anás, el Ecce Homo, Jesús con la cruz, el Calvario y el Descendimiento- y otros tantos motivos: azotes y cruz, caña e inri, columna, clavos y martillo con tenaza y escalera con lanza, según describe Alberto Villar. Tuvo la Virgen ricos bordados en oro que se conservan, y uno de ellos es familiar para la Semana Santa, porque en él se inspiró el que lleva la Virgen del Silencio a los pies de l Cristo de la Expiración , y que reproduce también la finura de su estilo.

La gran devoción mariana, con todo, insiste Fermín Pérez, parecía ser la Virgen del Pilar , una pequeña imagen atribuida al círculo de Pedro de Mena a la que se hacían cultos muy solemnes que se mantuvieron con el tiempo, incluso cuando la corporación estaba desorganizada. Sigue en una hornacina barroca de la iglesia. Con el siglo XVIII la cofradía conoció la decadencia social , pero llenó su patrimonio de piezas muy ricas, como la túnica antigua del Señor, bordada en Francia a partir de 1770. La Iglesia estaba y está llena de rico ajuar litúrgico y de obras de arte y a la cabeza estaba quizá la obra cumbre de Antonio del Castillo: la « Coronación de la Virgen », colgada en el presbiterio, a la izquierda de Jesús Nazareno.

María Santísima Nazarena en su paso de palio Roldán Serrano

En su entrega a los nobles la cofradía podía pagarse un buen patrimonio, pero debía ser minoritaria por naturaleza , y eso terminó por notarse cuando llegó la decadencia. En el siglo XVIII el esplendor de las décadas anteriores ya estaba muy atenuado o no era más que una nostalgia a la que no se podía volver. Los obispos querían suprimir algunas de sus prácticas, desde los penitentes a los disciplinantes, y el apoyo que antes las había elevado ya no era tanto. El mundo cambiaba también para Jesús Nazareno, que dejó de salir a partir de 1793 por la falta de hermanos que se hicieran cargo de la procesión.

No se apagó nunca el culto, pero la cofradía llegó al año 1849 con siete hermanos . Había pasado mucho hasta entonces, y poco bueno para las hermandades de Córdoba. La Semana Santa barroca había terminado en 1819 y no había estado en aquel último año la cofradía en la calle como sí lo hicieron las Angustias, los Dolores, el Santo Crucifijo y la Soledad de la Merced , entre otras.

En algunos momentos el cortejo de la cofradía antigua, con el Señor, la Virgen, San Juan, la Verónica y la Magdalena, lo componían más de trescientas personas

El reglamento del obispo Trevilla tomó a Jesús Nazareno en letargo. Siguió con sus cultos y con su vida interior, pero, como las demás, los suyos no encontraban la forma de regresar a una fiesta que no existía tal y como la habían conocido. El 9 de marzo del año 1850 se dio el impulso para reorganizarla y el Señor participó en la procesión oficial del Santo Entierro , que el año anterior había recuperado para Córdoba la casi olvidada Semana Santa en la calle.

La cofradía incluso consiguió permiso para salir en su día tradicional, el alba del Viernes Santo , pero en aquellos estatutos que firmó Isabel II ya estaba su herida de muerte. Los cofrades se plantearon si abrían la cofradía a quienes no fueran nobles. Antes sus reglas lo prohibían. El Antiguo Régimen había terminado o agonizaba, en España los liberales luchaban por un nuevo mundo y nadie pensaba que los viejos estamentos fueran a sobrevivir, pero los hermanos de Jesús Nazareno no adivinaron el fin. Terminaron por decidir que no cambiarían, que sería necesario tener un título de Castilla. Jesús Nazareno, San Juan, la Magdalena, la Verónica y la Virgen de la Soledad salieron por última vez al alba del Viernes Santo de 1861. El año anterior había estrenado el Señor su cruz de plata, obra de Francisco Parias. Llevaban el acompañamiento de la Banda Municipal de Música , que en aquellos años estrenó dos marchas que había escrito su director, Bernardo Rosell , y que no se han encontrado. A partir de entonces llegó un lento declive que terminó con la disolución en 1911. Hubo cultos y hasta iban los obispos, pero la imagen de Jesús con la cruz a cuestas de Córdoba pasó a ser el Señor del Calvario.

Manto procesional de María Santísima Nazarena Roldán Serrano

Para ese entonces ya se había empezado a escribir otra parte del palimpsesto, aunque no se esperaba que fuera el mismo. La tradición dice que una bienechora llamada Dolores contrató con un escultor napolitano una imagen de la Virgen que donó al hospital de Jesús Nazareno en el siglo XVIII, quizá a finales. Tenía la tez pálida, los ojos grises, grandes y muy expresivos y una belleza que desbordaba todo. Estaba en la enfermería del hospital , porque, como relata Fermín Pérez Martínez, era tradición disponer una imagen de la Virgen en el lugar. Piensa que las monjas tendrían pensado que saliera en procesión cuando costearon un manto procesional, el que bordó en Cabra María Dolores Velasco y Malverín en 1862, y que al cabo del tiempo terminó teniendo su uso en un paso. El o rigen napolitano se ha conservado como leyenda y también como hipótesis para la autoría de una Virgen tan bella como enigmátic a. En el mismo siglo XVIII había artistas venecianos trabajando para Santo Domingo de Scala Coeli, y entre los dos estaba el nexo del Beato Francisco de Posadas, que había sido confesor del padre Cristóbal de Santa Catalina. Y de todas formas, en Sevilla y Cádiz, dicen los historiadores del arte, había por aquel tiempo escultores que podían trabajar en una línea parecida.

Cuando Juan Aranda recuperó su historia, la cofradía volvió a la Madrugada. En esta jornada estuvo entre 1987 y 2000, y casi siempre pasó por la Catedral

Cuando Jesús Nazareno y su cofradía permanecían todos los años en su iglesia, la imagen llamó la atención de los cofrades de la hermandad del Calvario y pidieron que acompañara al Señor con la cruz a cuestas. Lo hizo en 1892 y lo hizo sobre todo a partir de 1922, con la advocación de Virgen del Mayor Dolor .

Cada año iba sobre la peana de plata que había sido de la Soledad desde Jesús Nazareno hasta San Lorenzo . Fermín Pérez Martínez habla entonces de la hermana Margarita Campos, que vistió a la Virgen en 1925. De aquella época no es una fotografía, sino la que los cofrades de Córdoba conocen como la fotografía de la Nazarena. Lleva un gran corazón con siete espadas y collares alrededor de este elemento, sobre un tocado muy sencillo que deja ver toda la belleza de la Virgen. La mano derecha muestra dolor y la izquierda sostiene atributos de la pasión y un pañuelo. La hermana Caridad, que luego casi empujaría a la reconstitución de la cofradía, era discípula de la madre Margarita Campos.

Nazarenos de Jesús Nazareno en el interior de la Catedral Álvaro Carmona

En 1937 la Virgen de las Angustias fue bajo palio, el primero en la Semana Santa moderna, y en 1938 estrenó el suyo la cofradía del Calvario con aquella imagen que llegaba todos los años desde Jesús Nazareno. Hasta estuvo en besamanos en la parroquia, pero fue el último año.

Quizá las monjas, piensa Fermín Pérez, temieron perderla en algún momento . La cofradía de Jesús del Calvario encargó otra a Juan Martínez Cerrillo, que era hermano, pero no terminó de gustarles y luego llegó la imagen actual de Nuestra Señora del Mayor Dolor, que muestra nostalgia de la Nazarena en la mirada al cielo.

Tumba del padre Cristóbal de Santa Catalina Roldán Serrano

No paraban los cambios en aquella época. En 1938 Jesús Nazareno volvió a las calles. Lo hizo el Jueves Santo con un grupo de cofrades que se hicieron llamar Caballeros del Silencio . En 1939 salieron el Viernes Santo y luego aquel intento desapareció. Quizá de entonces, dice Fermín Pérez, tomó la refundación exitosa, la de 1971, la costumbre de ir sin música que luego tomaron en los años 70. ¿Quedó Jesús Nazareno en el olvido después de 1939?

Para Fermín Pérez, en realidad la cofradía nunca desapareció , o al menos nunca terminó el culto a las imágenes. Ni antes ni después de aquel intento. Aunque el Señor no saliera a la calle se seguía celebrando el quinario en su honor cada Cuaresma, y la Virgen del Pilar tenía su novena, que además se hacía con mucha solemnidad. En los años 60 Andrés Valverde restauró el retablo y las monjas encargaron una copia de la túnica del Señor , que se había terminado en 1773 y que ya estaba muy deteriorada. La nueva recogió su exquisita estética. Las religiosas parecían querer recuperar la cofradía.

La peana, la cruz de plata, la túnica del Señor, los bordados de la Virgen y la cruz de guía son el legado patrimonial que quedó de la cofradía fundada en el siglo XVI

Eso es lo que encontraron los cofrades que en 1971 quisieron hacer confluir aquella historia con la que acababan de crear. Lo hicieron con más intuición que certezas , pero eran correctas. No sabían que la peana de plata había sido en realidad de la Virgen, pero Fermín Pérez ha encontrado documentos que cuentan cómo los cofrades, ya en el siglo XIX, se planteaban que realzase al Señor. También estaban allí las andas de plata de Jesús Nazareno , que eran pequeñas, del tamaño del que eran los pasos en la Semana Santa de Córdoba del barroco. Las había hecho Alonso Pérez de Tapia en el año 1700 y cuando la vieja cofradía luchaba por resurgir ya se quería reutilizar como altar y construir otro paso. Andrés Valverde ideó que esa plata se utilizase en una cruz de guía, y desde 1973 abre el camino de la hermandad.

En las letras de aquella antigua cofradía que quedaban como un palimpsesto bajo las que escribía la nueva quiso inspirarse la que se había fundado en 1971. En 1987 su historia se iba descubriendo, pero ya sabían que su día había sido la Madrugada , así que pasaron a las primeras horas del Viernes Santo. No era salir al alba, pero sí regresar por la mañana. Su primer camino buscaba la carrera oficial que pasaba por Claudio Marcelo, Las Tendillas y Cruz Conde, y luego regresaban por lugares tan evocadores como la plaza de Capuchinos. En 1990 recuperaron casi punto por punto aquel recorrido de 1579 y comenzaron a hacer estación de penitencia en la Catedral, igual que la Buena Muerte, la cofradía de siempre de esta jornada. Fermín Pérez Martínez tiene recuerdos de los pájaros piando en la calle de la Feria , ya en la mañana del Viernes Santo , y de las imágenes al amanecer, pero también recuerda «no la falta de público, sino la falta de respeto» que de vez en cuando padecían en aquellos años, cuando llegó a haber tres cofradías en la calle. Con todo, se queda con muchas más cosas positivas que negativas de esa experiencia.

Virgen de los Dolores o de la Soledad, titular de la cofradía hasta el siglo XIX Roldán Serrano

Los dos primeros años, a Jesús Nazareno se le permitía acortar una carrera oficial que ya estaba vacía , y por eso al llegar a la plaza de Las Tendillas, la cofradía tomaba por Jesús y María hacia la Catedral. En 1992 se sumaba la Merced y esta flexibilidad no se permitió. Jesús Nazareno aquel año se quedó en su templo y al siguiente volvió a la calle y mantuvo su jornada tradicional en ese tiempo en que muchos cofrades de Córdoba soñaron con no dormir en la Madrugada del Viernes Santo . Pero fue difícil: los horarios de la carrera oficial y la Catedral no siempre se cuadraban bien y conforme se perdía la presencia de público en las calles también bajaban los ánimos de la cofradía.

Ya iba en aquel tiempo en unas sencillas andas San Juan , justo detrás del paso de Jesús Nazareno. Fue una estampa habitual, pero insólita en la Semana Santa actual, aunque bien lo merecía una de las mejores imágenes de las cofradías, vestido además con un conjunto de bordados muy finos . Su última presencia en la calle fue en 2004.

Virgen del Pilar que se venera en la iglesia, y que tuvo culto siempre por la cofradía Rafael Carmona

En septiembre de 2000, el cabildo general decidió que la hermandad pasaría a la tarde del Jueves Santo , ajena a su historia, pero el poso antiguo de casi todas las cofradías de la jornada hizo que se integrara con naturalidad a partir del año 2001. Ya tenía entonces el nuevo paso que había hecho Andrés Valverde de madera de caoba, que se iría enriqueciendo con plata.

La cofradía barroca sólo permitía la entrada a nobles. En 1850 lo ratificó en unas nuevas reglas y cuando al fin se adaptó a los tiempos ya era demasiado tarde

La memoria de Jesús Nazareno y del padre Cristóbal de Santa Catalina nunca se había perdido, pero volvió a crecer junta. En abril de 2013 se beatificó al sacerdote que había ayudado a los que lo necesitaban y había fundado una familia hospitalaria que llega hasta hoy, y en la Catedral estaba Jesús Nazareno, que había guiado sus pasos y se le había aparecido para guiarle en su tarea.

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