Pasión en Córdoba

Revista 'Pasión en Córdoba' 2021 | Semana Santa sin procesiones

Los oficios de la liturgia y monumentos son la alternativa como en otro momento lo fueron los Misereres y sermones de la Pasión

Interpretación del 'Miserere' de Gómez Navarro en la Mezquita-Catedral de Córdoba Madero Cubero
Luis Miranda

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La frase sonó rotunda el 14 de marzo de 2020: en Córdoba no habrá Semana Santa , y la pregunta tomó la misma forma a partir del verano, aunque muchos se temían la respuesta en un país lleno de mascarillas, distancia y bares a medio vaciar: ¿habrá Semana Santa en Córdoba en 2021?

La respuesta formaba parte del tópico: había Semana Santa en los templos aunque no hubiera procesiones en la calle. Aunque era a medias: en 2020 muchas de las iglesias estaban cerradas, casi todos los fieles siguieron los oficios por televisión y aquello con lo que se podía sustituir la presencia de las cofradías en la calle tampoco era posible.

Los antecedentes más inmediatos están en los años 1932, 1933 y 1934 , los primeros tras la proclamación de la II República . En la vecina Sevilla las cofradías decidieron hacer un plante al Gobierno que sólo rompió, en un clima de enorme tensión, la hermandad de la Estrella .

En Córdoba la situación era algo distinta y si las cofradías, las pocas que había entonces, se quedaron en su templo no fue sólo por presión política. Aunque el Gobierno no era ajeno. El momento central de aquella reducida Semana Santa era la procesión oficial del Santo Entierro , que salía el Viernes Santo, y que todavía organizaba el Ayuntamiento.

Oración ante el Santísimo en el monumento de Santa Marta Madero Cubero

Lo hacía desde que en 1849 la misma iniciativa municipal consiguió recuperar las procesiones de Semana Santa. Ese año la nueva corporación local, que no era de elección directa sino designada por el Gobierno central, decidió que no la organizaría.

El Señor del Santo Sepulcro salía entonces sin hermandad y tras la urna iba la Virgen de los Dolores . Su hermandad decidió no salir en una procesión que no se iba a celebrar, pero también aludió a las circunstancias reinantes. Sí que celebró sus cultos, con el tradicional septenario y la función principal del Viernes de Dolores.

La hermandad de Nuestra Señora de las Angustias , otra de las más fuertes en aquel momento, celebró cultos importantes. Los besapiés no eran frecuentes en la Córdoba de entonces y una de las primeras imágenes que se expuso de esta forma fue el Cristo que reposa en el regazo de la Virgen.

El besapiés fue el Miércoles Santo y el Viernes Santo el dominico Fray Raimundo Suárez predicó el sermón de las Siete Palabras. Al año siguiente, en 1933, las cofradías tampoco salieron a la calle y optaron también por los cultos internos, que tuvieron incluso indulgencias, igual que en 1934. No había procesiones, pero los cordobeses podían salir libremente a las calles y disfrutar de unas iglesias que en esos días ofrecían cultos y mucho más. Como ahora podrán.

El Domingo de Ramos son las procesiones de palmas, que no se sabe si se podrán hacer. El Jueves se celebran los oficios de la Cena del Señor, y a continuación se instala el monumento para la reserva del Santísimo en los sagrarios. En aquella época, y todavía en esta, muchos recorrían los barrios antiguos en busca de los monumentos que se instalaban en las iglesias .

Besapiés al Cristo de las Angustias en la década de 1930 Rafael Torres

Eran y son mucho más que cera y flores: están llenos de simbolismo, como en las doce velas encendidas y una apagada, la de Judas, que representan la asistencia a la institución de la Eucaristía . Muchas mujeres iban de mantilla, y todavía algunas lo hacen hoy, para recorrer sagrarios el Jueves Santo.

El año pasado apenas se pudo hacer, pero si no se dicta un confinamiento severo será una de las formas de recordar que sigue siendo Semana Santa sin pasos en la calle. Las iglesias antiguas muestran en esos días arcas eucarísticas antiguas y valiosas, como la de San Nicolás , de Damián de Castro; y la de San Cayetano , de carey, y los conventos de clausura vuelven atrás en el tiempo para ofrecer estampas que parecen imposibles en el mundo que los rodea. Hasta no hace mucho, las iglesias abrían durante una buena parte de la madrugada para quienes desearan rezar ante el Santísimo.

La asistencia a los oficios en los cenobios, con el canto de las monjas, es un secreto para muchos que saben hacer compatible la liturgia con las procesiones. El Viernes Santo es la Pasión y Muerte del Señor, también con momentos cargados de profundidad y de excepcionalidad.

La Catedral recuperó hace algunos años el oficio de tinieblas, que se celebraba en la mañana del Sábado Santo , cuando se contemplaba a Cristo en el sepulcro a la espera de la Resurrección en la mañana siguiente.

Procesión de las palmas en la parroquia de la Trinidad, el Domingo de Ramos de 2019 Álvaro Carmona

Era y es un ritual cargado de simbolismo en que se utiliza el tenebrario , una especie de candelero con forma piramidal en que se colocan doce velas amarillas, que representan a los apóstoles, y tres blancas, en alusión a María Magdalena, María Salomé y María Cleofás. Se rezan los salmos y al término de cada uno se va apagando cada una de las velas: es la representación de cómo abandonaron al Señor quienes le seguían.

Durante el siglo XIX en muchas Catedrales de España se interpretaba una versión musical del Miserere . El salmo 51 -«Miserere mei, Deus, secundum magnam misericordiam tuam»- era desde hacía siglos común en las procesiones de la Semana Santa y los cantantes que acompañaban a las cofradías del barroco solían interpretarlo. En el siglo XIX la costumbre era un ‘Miserere’ que se hacía con orquesta, coro y solistas , y era uno de los grandes acontecimientos de la Semana Santa en muchos lugares, que tenían una composición propia.

Como recuerda el cofrade e historiador David Pinto en una investigación en la prensa antigua, ya hay constancia de que se cantaba a mediados del siglo XIX en la noche del Miércoles, Jueves y Viernes Santos .

El primero lo compuso Manuel Gutiérez Ravé y se estrenó en 1843. Córdoba no tenía procesiones de Semana Santa desde 1820, cuando el reglamento del obispo Trevilla sentenció la fiesta barroca y a las exánimes cofradías. El ‘Miserere’ era, entonces, uno de los actos centrales, que compartiría luego con las procesiones el ser un acontecimiento cultural y solemne con raíz religiosa.

Preparativos de un altar callejero de la hermandad del Vía Crucis Valerio Merino

Tuvo luego ciertos altibajos que terminaron hacia 1876, con la estabilidad que llegó después de la restauración y bajo el reinado de Alfonso XII . Para 1881 el maestro de capilla ya era Juan Antonio Gómez Navarro , que ya había compuesto un ‘Miserere’ con introducción y once números que se estrenó el Miércoles Santo de 1890.

Se interpretaban también las ‘Lamentaciones’ , textos de la Biblia que se leían en los oficios del Viernes Santo, y el ‘Christus Factus est’. Muchos cordobeses, que apreciaban la música y la liturgia, asistían a la interpretación de estas obras.

La interpretación del ‘Miserere’ era un acontecimiento cultural y religioso de primer orden. El más famoso de Córdoba fue el de Juan Antonio Gómez Navarro

Gómez Navarro, autor a finales del siglo XIX de dos marchas procesionales que se recuperaron hace poco, compuso otro que alcanzó fama en 1901. Era y es una pieza «para dos coros y grande orquesta », que se interpretó hasta la segunda mitad del siglo XX, y que brillaba por su calidad musical .

Monumento del Jueves Santo en la iglesia de San Francisco Rafael Carmona

No se olvidó nunca del todo, y para eso estuvo atenta la Agrupación de Cofradías, que lo rescató en dos épocas. Primero se recuperó en 1984 y 1985 , pero no llegó a institucionalizarse. Se intentó otra vez ya en el siglo XXI y sonó algunos años desde la Cuaresma de 2001, primero en la Mezquita-Catedral , su sitio original, y después en el Gran Teatro, aunque siempre en los días anteriores a la Semana Santa, y nunca en ella.

En 2014 fue uno de los últimos años en que volvió a sonar esta obra que en 2021, sin pasos en la calle, podría llenar un vacío y recuperar el valor preminente que tuvo cuando las cofradías no eran más que una parte, y pequeña, de todo lo que se celebraba en Semana Santa.

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