Pasión en Córdoba

Revista 'Pasión en Córdoba' 2021 | Nuestro Santo Rey

Se canoniza a San Fernando un siete de febrero, que no es fecha aleatoria, sino la que conviene al día en el que, según se cuenta, este rey avistó Córdoba desde el cerro que lleva su nombre

Imagen de San Fernando en la portada de la hoy parroquia de San Francisco Valerio Merino

Javier Tafur

Celebramos este año -es un decir- el trescientos cincuenta aniversario de la canonización de Fernando III , rey de Castilla y de León, y también de Córdoba, entre otros títulos. Un 7 de febrero de 1671 , más de cuatrocientos años después de su muerte, reinando el último de los Austrias, el desvalido Carlos II , es el día elegido por el papa Clemente X para reconocer por fin sus méritos cristianos y hacerlo santo. El momento es políticamente correcto. La decadente monarquía española necesita un golpe de efecto para recuperar su dañado rango. Los Borbones están a las puertas y tienen sacralizada su dinastía desde antiguo con un rey que en su infortunio había logrado ser considerado paradigma de la caballería cristiana. Luis nono, canonizado en 1297, sólo tuvo que esperar 27 años en su sepulcro para ser elevado a los altares.

San Luis fue coetáneo y primo hermano de San Fernando , pero sus vidas parejas en la realeza y en la devoción no lo fueron en la suerte de las armas. El castellano ganó todas sus batallas y el francés casi ninguna. Puede que esta circunstancia, cercana al martirologio, pesara en la urgencia vaticana en el siglo XIII. Pero lo cierto es que el atribulado monarca español de las postrimerías del siglo XVII percibe en este hecho indiscutible la posibilidad de una reivindicación de su dignidad y de su estatus inestable.

Los papas de este siglo están ligados a sus mecenazgos, como siempre. El equilibrio es la razón de Estado. Canonizar a un rey español a la mayor gloria de unos Austrias en horas bajas puede nivelar la balanza ante un Borbón ensoberbecido. Clemente X da el paso definitivo en la fecha citada, aunque ya en 1590 Sixto V había entrevisto en Fernando III el halo de la santidad y Francisco López de Cano y Bartolomé Esteban Murillo habían recopilado imágenes del culto dado al rey en un procedimiento iniciado en 1649, a raíz de una petición de la ciudad de Sevilla, formulada en 1623, al rey Felipe IV, que hace causa personal de la devoción fernandina. Parece evidente, según este dato, que San Fernando gozaba del reconocimiento popular de su santidad mucho antes de que esta se hiciera oficial. No era un rey olvidado, sino muy vivo en la idiosincrasia andaluza y especialmente sevillana.

No obstante, la Córdoba de entonces no se queda atrás y consigue que la Inquisición propia organice una fiesta barroca en honor de nuestro conquistador. María Palacios nos la describe. Carlos II renace del Ave Fénix consumido en el fuego por obra de su sangre real y santa como un San Fernando redivivo. Es evidente la metáfora y también la circunstancia de la misma. El Hechizado quiere ser tan grande como sus abuelos y se remonta al más grande entre ellos . Renace de ellos. Puede incluso que hiciera alguna cosa brillante. Pero la realidad es tozuda y el rostro de Carlos II también lo es. Algo hay, sin embargo, que debiera ponerse en su haber. El imperio aún es poderoso y la memoria del rey invicto es un activo para él mismo. Así, la cara de idiota de Carlos pudo tal vez transformarse en la de un diverso funcional, que diríamos ahora.

Parece evidente que San Fernando gozaba del reconocimiento popular de su santidad mucha antes de que se hiciera oficial

Además -no lo olvidemos para nuestro mayor orgullo ciudadano- se canoniza a San Fernando un siete de febrero, que no es fecha aleatoria, sino la que conviene al día en el que, según se cuenta, este rey avistó Córdoba desde el cerro que lleva su nombre . Tal fue el momento en el que depositó un estatua de la Virgen, encontrada por pastores allá en Linares, en una atalaya de moros que le sirvió de primera defensa y donde la veneró y le pidió que le fuese favorable en sus batallas, tanto a ella como a otra que llevaba colgada en el arzón de su caballo, para que ninguna de sus hazañas fuese ajena a su devoción mariana.

Por eso es bueno recordarlo aquí, precisamente en Córdoba, donde como es habitual la conmemoración habrá pasado y pasará desapercibida, salvo para la hermandad de la Purísima Concepción de Linares , que mantiene firme el culto fernandino por respeto a su historia y por amor a su titular. Y por eso he de recordarme también, aunque no sea elegante citarse, en el texto del pregón que ABC tuvo la deferencia de publicar junto a otros cuatro memorables. En esta Cuaresma íntima que nos anuncia una Semana Santa despojada, resulta imprescindible volver a identificarnos, saber de nuevo lo que somos, por qué lo somos y por quién lo somos. Para que nunca apartemos de la memoria a nuestro Santo Rey Fernando, que nos devolvió la Cruz de Guía de la espiritualidad cristiana .

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