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Reivindicativo recuerdo al «consiliario perpetuo» de las cofradías
El historiador Francisco Mellado exaltó a San Álvaro de Córdoba en el santuario de Scala Coeli
Oración, penitencia y caridad. Éstos fueron los ejes del discurso que ayer ofreció Francisco Mellado, doctor en Historia del Arte, en la Exaltación a San Álvaro , realizada en el bucólico santuario de Scala Coeli. Una alocución de reconocimiento al patrón de las hermandades cordobesas, pero que no estuvo exenta de mensajes reivindicativos en defensa del cristianismo .
Tras el preceptivo repaso por la biografía de San Álvaro, Mellado, que fue presentado por Sarai Herrera, ensalzó la trascendencia del Beato en la reforma de la orden dominica y la adquisición de l a Torre Berlanga , inicio del convento de Santo Domingo de Scala Coeli. Aprovechando el primero de los ejes, en que correspondía con la oración, el exaltador reflexionó acerca de la minoritaria asistencia a los cultos de las hermandades, sobre todo, por parte de los costaleros. «Llevan sus caras tatuadas en la piel, pero no dedican una hora a dialogar con las imágenes», llegó a decir.
Todo lo contrario de San Álvaro, cuyos pasajes de oración junto a la Virgen de las Angustias en San Pablo ocuparon alguno de los fragmentos del texto. No obstante, Mellado llegó a definirlo como el «consiliario perpetuo» de las cofradías cordobesas.
Adentrado en apartado de la penitencia, el pregonero recordó a los que aún mueren víctimas de su fe y aseguró que «si San Álvaro estuviera en Siria, sería uno de esos cristianos perseguidos », al mismo tiempo que criticó a los que los «arrinconan porque la religión no está de moda ». Fue aquí donde Mellado mostró su carácter más reivindicativo, llegando a asegurar que hoy en día el patrón de las hermandades no podría fundar «este convento, ya fuese por un decreto municipal que lo impidiese o por una asociación ecologista en defensa de la lombriz».
Paco Mellado, cofrade de la Merced y del Carmen de San Cayetano, no quiso terminar su discurso sin una defensa de la Catedral como «sentido único de la estación de penitencia» y sin apelar a la importancia de la obra social de las hermandades.