La Cuaresma en ABC
El patero del viernes | 'Gritos y pétalos', por Antonio Varo
Tiene difícil solución esta catarata de catetez, sobre todo porque quienes gritan desde las aceras o petalean se creen que están haciendo algo maravilloso
Ha circulado esta semana, en las redes sociales, un vídeo vergonzoso del traslado de la Esperanza de Triana a su capilla tras los cultos en Santa Ana. Y digo «vergonzoso», aunque debería decir « blasfemo » porque en un momento se oye un grito dirigido a la Virgen que, si en la intención era devocional, en la expresión es abiertamente ofensivo.
Habrá descerebrados que digan «ésa es mi forma de rezar», pero no se le puede llamar rezo a una vomitera verbal del peor gusto, y menos a voz en grito y con cámaras y micrófonos de por medio (hoy, en todas partes, hay cámaras y micrófonos abiertos).
Habrá otros descerebrados, más «progresistas», que dirán que «la Semana Santa es del pueblo» con lo cual, en vez de defenderlo, están rebajando al «pueblo» a la condición de generador de chabacanería, almacén atiborrado de incultura y depósito saturado de detritus morales y verbales.
Lamentablemente, dentro de unos días volveremos a escuchar en nuestras calles aplausos desaforados cuando se levanten los pasos (mal o bien, a los aplaudidores les da igual); llegarán también a nuestros tímpanos gritos desafinados de «¡Vivan los costaleros!» o «¡Vivan las costaleras !» (y, ya mismo, tal vez «¡Vivan les costaleres!», para ser inclusivos del todo).
Al mismo nivel de mal gusto que el grito furibundo está llegando su hermana más joven, que se llama 'petalada' ; se trata de una costumbre que por estos lares no ha tenido tradición hasta hace una década o poco más y que, si en su origen era una forma espontánea de manifestar devoción y respeto a una imagen de la Virgen, ha degenerado hasta ser, en más ocasiones de las que nos gustaría, un espectáculo programado y hasta financiado por algunas cofradías, que desean tener su minuto de gloria (¿?) en un ambiente de griterío colectivo y entusiasmo pueblerino.
En su ignorancia supina e invencible, además, derraman los pétalos incluso sobre imágenes del Crucificado , dejándoles sobre la corona de espinas, para el resto de la procesión, un reguero hawaiano absolutamente improcedente.
Tiene difícil solución esta catarata de catetez , sobre todo porque quienes gritan desde las aceras (de enfrente muchas veces) o petalean (desde los balcones) se creen que están haciendo algo maravilloso y espontáneo, una muestra de devoción y, otra vez, «es mi forma de rezar».
Nuestra querida celebración ha evolucionado mucho y muy positivamente, pero también la hemos enfangado con salpicones de la vulgaridad , la ignorancia y el mal gusto que, por contenedores, afectan al conjunto de nuestra sociedad. Qué le vamos a hacer.
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