La Cuaresma en ABC
El patero del viernes | 'Cultos', por Antonio Varo
No saben lo que se pierden quienes no van más que a la fiesta de regla, como tampoco lo saben quienes prescinden de los cultos propiamente dichos, es decir, de lo que hay o debe haber antes de la misa
Estamos en plena temporada alta de cultos cuaresmales . Las fotos de los distintos altares instalados para la ocasión y los comentarios sobre ellas llenan ahora las redes sociales y aparecen, como siempre, expertos que lo saben todo sobre el tema, menos trabajar: que si poca cera , que si mala simetría, que si dosel arrugado…
Todo eso está muy bien, y es uno de los aspectos en que hay que mejorar continuamente, pero no es, ni de lejos, lo más importante.
Lo más importante es por qué y el para qué se montan esos hermosos y efímeros tinglados. ¿Para aplaudir al prioste y a su equipo? ¿Para ganar un premio de no sé qué? ¿Para tener más 'likes' que nadie? Si ésta es la finalidad, estamos fuera y lejos del camino correcto.
Los cultos cuaresmales son algo muchísimo más serio. De hecho, junto con la salida procesional forman, en plano de igualdad absoluta, el binomio de los actos más importantes que celebra una hermandad de penitencia a lo largo del año.
Repito: son exactamente igual de importantes que la estación en la Catedral con nazarenos y costaleros. Los cultos son, precisamente −y para eso se hacen− el medio interno que nos debe proporcionar el alimento espiritual necesario para afrontar en condiciones la manifestación externa.
Sin embargo, no parece que así sea para la inmensa mayoría. Rara es la cofradía que, salvo el día de la fiesta de regla, registra en los días de un triduo , quinario o septenario algo más que lo que en términos taurinos se llama 'media entrada'.
No saben lo que se pierden quienes no van más que a la fiesta de regla, como tampoco lo saben quienes prescinden de los cultos propiamente dichos, es decir, de lo que hay o debe haber antes de la misa, es decir, la exposición del Santísimo , el rosario, el rezo propio y la bendición: porque en ese rato de silencio, delante del Cristo real y de su representación sucedánea en forma de imagen titular, está la mejor ocasión, si no la única, de dejarse impregnar por el rocío de la gracia , de la paz y de la hondura, que así alimentan el árbol de nuestra alma con vistas a la Semana Santa .
A veces, por desgracia, a unos se nos olvida quiénes somos y para qué estamos en esto de las cofradías y otros, sencillamente, no lo saben, o se creen que estamos sólo para sacar pasos y estrenar marchas.
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