LA CUARESMA EN ABC

El patero del sábado | ¿Qué le falta a la Semana Santa?, por Álvaro R. del Moral

La desapegada burguesía hace mucho que se desvinculó de ciertas cofradías unidas a apellidos

Público en la carrera oficial de la Semana Santa de Córdoba al paso de la cofradía de Jesús Resucitado Álvaro Carmona

Álvaro R. del Moral

Es una discusión recurrente. Para algunos, ese debe pasa por cofradías con determinados pasajes evangélicos nutridos de figurantes; la presencia de no sé qué bandas galácticas; la existencia de una gloriosa Madrugada -el intento falló de base al intentar emular un modelo inimitable que estaba muy cerca- y hasta la apertura de la jornada del Sábado Santo , absolutamente ajena a la tradición cordobesa . Todo eso es prescindible, sí, y absolutamente superfluo. Sólo son árboles que no nos permiten contemplar el auténtico bosque -o jardín- en el que andamos perdidos desde hace décadas.

Lo que realmente le falta a la Semana Santa de Córdoba -y a las cofradías que las alientan- es una verdadera implicación de la sociedad local. Es así de sencillo. La desapegada burguesía de la ciudad de los discretos hace mucho, mucho tiempo que se desvinculó de algunas corporaciones señeras que estaban unidas a unos cuantos apellidos. Fuengirola acabó siendo más poderosa que las sillas y los palcos, dejando el gobierno y la fachada de nuestras corporaciones en manos de los más fieles capillitas primero y de las primeras cuadrillas de costaleros -más o menos nutridas de hermanos- después, fomentando ese dudoso «boom» ochentero en el que no todo fue como se cuenta.

Esa implicación social -no hay que olvidar que el escalón inferior siempre se ha mirado en el superior- es la pieza maestra que le falta a la fiesta. Ni más ni menos: familias, apellidos, dinastías que habrían servido de motor y despensa en los momentos de zozobra para sus respectivas hermandades pero que, más allá de la intimidad de las casas de hermandad o los cultos internos, habrían otorgado verdadero carácter a la fiesta en la calle, tomada hoy por una masa mayoritaria y sin rumbo que consume cofradías sin saber muy bien que están viendo, porque toca y además es gratis.

No conviene engañarse. La inmensa mayoría de los cofrades de criterio formado, más o menos comprometidos con la celebración, se limitan hoy a salir -cuando lo hacen- con sus respectivas cofradías y pasan parte o toda la Semana Santa 138 kilómetros río abajo. A partir de ahí se despoja a la celebración de un segundo grupo -descartada esa deshilachada sociedad local y su displicente burguesía agraria- que ha abandonado la misión de dar verdadero carácter y personalidad a la celebración como fiesta que vertebre los estratos de la ciudad. No hay nadie que le ponga el cascabel a ese gato...

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