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El patero del sábado | 'Cofradías, sociedad, desapego...', por Álvaro R. del Moral
El principal debe de la Semana Santa de Córdoba es la ausencia clamorosa de la desapegada e invertebrada sociedad local en los cuadros de mando
Ya lo hemos escrito en otras ocasiones: a la Semana Santa de Córdoba no le faltan pasos con romanos ni jornadas por explorar. Su principal debe es la ausencia clamorosa de la desapegada e invertebrada sociedad local en los cuadros de mando de nuestras cofradías. Ese maridaje sociedad-hermandades es el que ha propiciado que otros espejos recurrentes –esos que destellan río abajo- se hayan convertido en poderosos polos de poder local y en hilos vertebradores de barrios, parroquias, gremios, familias y hasta de concretas clases sociales.
El asunto venía de antiguo. Para encontrar el punto más remoto de ese estrecho maridaje de las cofradías sevillanas con sus estamentos ciudadanos podríamos detenernos en la onda expansiva de la desamortización eclesiástica.
Aquel 'big bang' alumbró una nueva clase social que buscaba prestigiarse a través de la adquisición de nuevas tierras, la imitación de la añeja nobleza , el matrimonio con los viejos blasones y, por qué no, el mecenazgo de esas cofradías que comenzaban a renacer de sus propias pavesas gracias al empeño de próceres providenciales como José Bermejo , el primer capillita moderno que rescató reglas, títulos y devociones para poner en pie una fiesta que había encontrado en el Romanticismo un primer peldaño antes de reinventarse por completo a lomos del Regionalismo y la carrera desbocada a la Exposición Iberoamericana de 1929.
Nada de esto pasó en la ciudad de los discretos. Las cofradías fueron sacadas de la alhacena en las últimas décadas del siglo XIX gracias al empeño municipal que buscaba los beneficios del incipiente turismo . Lo hizo invocando el viejo decreto del obispo Trevilla que había sido, en su momento, el asesinato de un muerto.
Podríamos seguir buceando por los vericuetos históricos y sociales de la ciudad de los discretos, siempre lejana de lo que le es propio. Los 60 y 70 y la brisa de Fuengirola fueron nefastos para el descaste humano de nuestras cofradías que siguen demandando la participación de profesionales liberales, de empresarios, profesores, altos funcionarios, de determinados estratos sociales que darían músculo a nuestras corporaciones. No, no hacen falta más plumeros, ni madrugadas; tampoco sábados santos… Lo que necesitamos es excelencia .
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