La Cuaresma en ABC

El patero del sábado | 'De la celosía y otros bucles melancólicos', por Álvaro R. del Moral

El asunto de la celosía da pie para otras reflexiones con el retrovisor en otros hechos que en su momento no levantaron la misma polvareda

Exterior de la desacralizada iglesia de la Magdalena Rafael Carmona

Álvaro R. del Moral

Las cofradías de Córdoba se disponen a retomar sus salidas mirando de reojo el complejo limbo jurídico –enredado con oportunismos políticos y hasta un incomprensible empecinamiento- que rodea el célebre vano que sirve de acceso a las naves catedralicias a los cortejos nazarenos. Es la única manera de realizar en tiempo y forma esa estación de penitencia al primer templo que revolucionó en esencia y apariencia la Semana Santa de Córdoba hace muy poquitos años.

No, no nos incumbe adentrarnos ahora en los vericuetos legales de las sucesivas sentencias que consagran la dichosa celosía como la octava maravilla del mundo . Pero el asunto si da pie para otras reflexiones, poniendo el retrovisor en otros hechos que en su momento no levantaron la misma polvareda, ni siquiera en los que debían defender lo que les era propio.

Ahí está –es un poner- la dispersión de gran parte de los bienes muebles y hasta la memoria piadosa y devocional de la parroquia de San Pedro . Siguió a aquella dudosa intervención que, además de no resolver sus problemas constructivos, reinterpretó la historia material del propio templo mientras se eternizaba su cierre y abandono.

Pero si la actual basílica había echado el candado en el verano de 1985, cinco años después había que lamentar el pavoroso incendio de la iglesia de la Magdalena –definitivamente abandonada a su suerte- que redujo a pavesas lo poco que quedaba en su interior, incluyendo los restos de su retablo, convertido en fuente de leña para los drogadictos que habían convertido la iglesia en su picadero y refugio.

Antes de que llegaran las llamas, la recoleta iglesia fernandina ya había sido víctima de esa fiebre de medievalismo que pretendía borrar las huellas barrocas del histórico templo invocando una restauración –bajo el paraguas del Ministerio de Cultura- que no fue a ninguna parte. San Pedro siguió ese camino que también afectó al Santuario de la Fuensanta donde mudaron un estimable retablo neoclásico –trasplantado sin justificación alguna a Nueva Carteya- por un indefinible alicatado que tapó el muro desportillado que rodeó a la Virgen un buen puñado de años. Antes o después se había desmantelado parte del retablo de la Compañía para adecuarlo a ciertos vientos eclesiales. Pues la lista es más larga…

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