La Cuaresma en ABC

El patero del lunes | 'Exorcismo', por Miguel Ángel de Abajo

La tradición de la Virgen de los Dolores cerrando el Viernes Santo es, en cierto modo, artificial, surgida por circunstancias de compromiso para reanudar la Semana Santa tras 30 años

La Virgen de los Dolores, en la Catedral Rafael Carmona

Miguel Ángel de Abajo

En las últimas semanas se ha hablado mucho sobre el cambio de orden en el Viernes Santo entre la hermandad de los Dolores y la del Santo Sepulcro . La pretensión era que Dolores pasara al último lugar y Sepulcro al penúltimo. Entre los diversos argumentos a favor llamaba la atención el de la tradición.

Una tradición que arrancaba a mediados del siglo XIX cuando, tras 30 años sin procesiones, desde 1820, éstas se retoman por iniciativa laica, del Ayuntamiento , encabezada por el regidor Julián Bustillos, el cual veía en las procesiones un medio para elevar la salud moral del pueblo y atenuar «el poco y ningún respeto que la religión infunde a ciertas gentes».

La propuesta municipal se planteó en el pleno unas semanas antes de la Semana Santa de 1849, después del largo confinamiento del obispo Trevilla . Cuando el Ayuntamiento quiso poner en marcha de nuevo las procesiones, contó con la autoridad diocesana y ésta las autorizó, pero bajo el esquema reglamentario que en 1820 diseñó Pedro Antonio de Trevilla.

Dicho esquema contemplaba un solo día procesional, el Viernes Santo , y un restringidísimo número de cofradías. Entre ellas, la única imagen dolorosa admitida era la Soledad del convento de la Merced, para cerrar el cortejo del Viernes Santo tras el Santo Entierro. La hermandad de la Soledad debió de haberse extinguido, o decaído tanto a mitad del XIX (lo mismo le pasaría a otras muchas cofradías) tras 30 años en coma, que cuando el Ayuntamiento retomó las procesiones lo hizo con los Dolores , haciendo el papel de Soledad, de ahí que cerrara la comitiva del Viernes Santo, más como Soledad que como Dolores.

Es asombroso, visto con ojos de hoy, que el decreto de Trevilla ignorase a cofradías y advocaciones tales como las Angustias y los Dolores, las cuales, según dicho decreto de 1820, quedaron sin permiso para procesionar.

La tradición de la Virgen de los Dolores cerrando el Viernes Santo es una tradición, en cierto modo, artificial , es decir, surgida por unas circunstancias de compromiso para poder reanudar la Semana Santa después del largo vacío de 30 años sin ella.

También es una tradición artificial el que la Virgen de los Dolores vaya sin palio , siguiendo un supuesto estilo cordobés, dado que la Virgen de los Dolores tuvo palios, o baldaquinos, pero fue el decreto Trevilla el que prohibió dicho elemento en las procesiones. La larga sombra de Trevilla ha condicionado y sigue condicionando a la Semana Santa cordobesa. Un exorcismo se hace necesario.

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