LA CUARESMA EN ABC
El patero del domingo | El modelo, por Luis Miranda
No será una norma, que al fin y al cabo es un papelajo, sino un consenso más serio y a la vez más espiritual
No habrá en Córdoba un cofrade que no haya opinado en este tiempo si está bien o mal que la Conversión se incorpore a la Semana Santa este Viernes Santo. De tanto recordar sólo las fotos buenas y los vídeos con marcha bonia alguien se ha imaginado que Córdoba tiene una Semana Santa perfecta y de filas de abarrotadas de nazarenos. La incorporación de una cofradía nueva se ha medido con una regla de precisión para ver si cumple con los requisitos, un tercio de las hermandades han votado en contra y no pocos andan preguntándose si está bien que la corporación de Electromecánicas se plante ya en la Catedral de Córdoba. Su encaje en el Viernes Santo, con nueve pasos (cuatro de ellos sin banda) y cortejos en la media de la ciudad, ha provocado un terremoto que durará más de lo que parece y no se sabe si son peores los escépticos o los que jalean como si pensaran que una cofradía se pone en marcha sola.
Quizá sea lo que sucede cuando uno idealiza aquello que ama. No es un problema normativo, aunque hace años que se esperan unas reglas y un reglamento que al menos permitan no tener las manos esposadas, sino de algo que no se puede escribir en las leyes y es el modelo . No hay argumentos morales que impidan que una cofradía erigida, con una imagen titular digna y un paso decente se incorpore a una Semana Santa en la que alguien no tiene algunas de estas cosas. No hay motivos para cerrar la puerta a quien está lejos pero promete que saldrá de su casa y volverá a ella aunque sean las tres de la madrugada ya del Sábado Santo. No habrá nadie que tenga humor para contar parejas o hablar de enseres ni quien diga que hasta el Viernes Santo todo iba maravillosamente.
Si las cofradías tienen salud moral y no hay ningún error de juicio en las votaciones de la segunda quincena de junio, el próximo debate de la Semana Santa ya no será el de la carrera oficial, felizmente en su sitio, sino el del modelo de la fiesta.
El modelo de la Semana Santa no será una norma con sus excepciones, que al fin y al cabo terminaría en papelajo que se podría saltar alguien con la ayuda de algún motivo pastoral , sino un consenso mucho más serio y a la vez más espiritual, un acuerdo de que las cosas tienen que ser de cierta forma y no pueden ser de otra porque las cofradías salen a las calles para ciertas cosas y de cierta manera. Requerirá capacidad de acuerdo, humildad para que nadie se crea el rey del mambo, realismo al mirar las calles los días que no se está en Sevilla y autocrítica para asumir lo que uno es de verdad. Parece fácil por estar en el Catecismo y en «El arte de la guerra», pero son virtudes a las que cuando hay reuniones en la calle del Lodo les enseñan la puerta de salida como a los periodistas en esas asambleas en que hay que jurar secreto con los dedos y los labios.
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