La Cuaresma en ABC
El patero del domingo | 'La canción del olvido', por Luis Miranda
Las hermanas ya no iban con mantillas en el cortejo y nadie sabía qué era eso de la plaquita de servidor
Por mucho que mire varias veces al día, la barrita de la web de ABC con el porcentaje de población vacunada avanza con el ritmo desesperante de una obra pública y tengo días en que prefiero decir «si esto pasa alguna vez» en lugar del «cuando esto pase» que alguien repitió hace un año pensando que el coronavirus y el confinamiento iban a marcharse en unas semanas de aplausos y primavera en los balcones.
Cuando llegue esa Semana Santa en que pueda haber cofradías en las calles, y algunos piensan que tampoco será en 2022, algunos temen que no se parecerá mucho a la que se cerró en 2019. Muchos niños no habrán visto a las hermandades en la calle, otros pasarán de la esclavina al capirote sin transición y quién sabe si los costaleros se lo pensarán demasiado para compartir sudores y aliento en el espacio que queda bajo los trabajaderas.
En ese mundo en que habrá que empezar otra vez y recuperar el engranaje para poner en marcha a cofradías con juntas de gobierno desmotivadas estaba cuando di una cabezada en el sofá , y como el sueño se nutre de los pensamientos del día , sobre todo de los recientes, se me apareció un mundo al que el olvido había librado de inercias y rutinas. Las hermanas se habían olvidado del hábito de ir de mantillas en el cortejo y cuando alguien enseñaba una plaquita nadie entendía que era lo de servidor . Los diputados mayores de gobierno dejaban que los nazarenos fuesen juntos y no se veía a ningún celador haciendo de municipal para marcar con los brazos la distancia imposible.
Nadie se acordó de que había que tirar pétalos desde los balcones y en la primera levantá no hubo aplausos, así que lo que repitieron todos desde entonces fue un elegante silencio. Las bandas no tenían memoria de que habían tocado marchas flamencas y sí que sonó una vez ‘Encarnación Coronada’ , pero fue un fracaso porque nadie cantó la letra. En Cardenal González no había sillitas ni en la carrera oficial panolis mirando por debajo de las vallas al lado de donde podían ir gratis. Como decían Cantores de Híspalis, qué pena que desperté, cuando más falta me hacía...
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